Por:Malkya Tudela *
La salud, la biodiversidad y el medio ambiente están directamente afectados por la actividad minera… El nacimiento de animales con deformidades, la erosión e infertilidad de los suelos y el incremento de los casos de cáncer en zonas mineras lanzan miradas acusatorias a la contaminación por metales pesados
El nacimiento de animales con deformidades, la erosión e infertilidad de los suelos y el incremento de los casos de cáncer en zonas mineras lanzan miradas acusatorias a la contaminación por metales pesados. Pero el rigor científico todavía no ha dado su veredicto en ninguno de estos casos.
La relación parece clara, mas no hay certezas sobre los orígenes de los problemas en las zonas mineras de Oruro y Potosí, donde son desarrolladas cientos de actividades mineras entre pequeñas y de gran capital.
Investigadores de distintas especialidades, sin embargo, han comenzado a elaborar hipótesis en torno a las problemáticas y a indagar en las posibles soluciones, en el marco de las convocatorias de investigación “Contaminación minera en Oruro y Potosí”.
Con el impulso del Programa de Investigación Estratégica en Bolivia (PIEB) y de la Embajada de Dinamarca, los científicos estudiaron por siete meses los efectos de la contaminación minera en la salud y el medio ambiente en los dos departamentos. Y ahora, a partir de los hallazgos, elaboran propuestas de solución: Desde tecnologías para mitigar la contaminación en los ríos hasta programas de educación para prevenir y paliar la exposición humana a la contaminación por metales pesados.
Algunos hallazgos
El grupo liderado por la especialista en genética doctora María Eugenia Ascarrunz trabajó con cerca de un centenar de binomios madre-niño que viven cerca de la mina San José de Oruro. Los investigadores tomaron muestras de mucosa bucal y orina para analizarlas. Los exámenes de orina mostraron altos niveles de arsénico en las madres, hasta diez veces mayor del rango biológicamente tolerable.
Los resultados preliminares muestran que más de la mitad de madres y niños presentan lesiones celulares (gran cantidad de micronúcleos). Aunque este indicador es una alerta de riesgo de enfermedades degenerativas, incluso cáncer, no es posible tener afirmaciones concluyentes, pues el estudio está en pleno análisis de resultados totales.
Otra investigación similar fue dirigida por la doctora Marilyn Aparicio y encontró “evidencia de neurotoxicidad” en niños de seis a ocho años que viven en el ex campamento minero San José de Oruro. Los investigadores consideran que se trata de una alteración compatible con la exposición crónica a metales pesados.
En el proceso se aplicaron evaluaciones clínicas neurológicas, nutricionales y neuropsicológicas (test de RAVEN, que mide el coeficiente intelectual, y el test de LURIA, que mide funciones cognitivas).
La evaluación, según los investigadores, mostró un menor rendimiento en el coeficiente intelectual y en las funciones mentales superiores en 50 niños (de un total de 199) de San José. Similar análisis se realizó en la localidad de Copacabana, con menores de las mismas características sociales pero no expuestos a riesgos ambientales, y los resultados fueron distintos. Por eso es posible atribuir una posible neurotoxicidad a la exposición a contaminantes.
En Potosí, el grupo de la investigadora Ingrid Tapia indagó en las percepciones de los mineros, especialistas médicos y vecinos del Distrito 4 de la ciudad sobre problemas en la salud y elaboró una epidemiología sociocultural que atribuye el origen de las dolencias de las personas a la contaminación minera.
La percepción de los mineros y la información oficial del personal médico remiten a la preeminencias de las mismas enfermedades (aunque con diferentes nombres), pero también reportan distintas maneras de tratarlas.
TECNOLOGÍAS AMIGABLES
Pero la contaminación no tiene sólo efectos en la salud. La biodiversidad y el medio ambiente están directamente afectados por la actividad minera. Sólo en Oruro se desechan en los ríos toneladas de aguas ácidas y tóxicas cada día. El doctor Gerardo Zamora y su equipo de investigadores hicieron los estudios para recuperar estaño de los sedimentos del río Pairumani.
El resultado fue exitoso y los cálculos muestran que es posible recuperar hasta 197 toneladas de estaño por año. Y es que los ríos tributarios del lago Poopó aportan con un gran caudal de sedimentos contaminantes a través del bombeo de aguas ácidas desde centros mineros, como Japo, Morococala y Santa Fe (la región estudiada).
La propuesta técnica, sin embargo, versa sobre el tratamiento de los sedimentos como alternativa de desarrollo local.
Otra propuesta técnica fue presentada por el equipo dirigido por el ingeniero metalúrgico Félix Carrillo, quien reparó en la gran contaminación causada por la explotación del oro. El proceso de amalgamación con mercurio vierte incontables cantidades del agente tóxico a los cuerpos de agua.
Carrillo y sus colegas han propuesto aplicar tecnologías amigables con el medio ambiente para evitar el derrame de mercurio a las fuentes hídricas y para reciclar el material antes tratado.
Otra solución osada para tratar las aguas contaminadas fue propuesta por el equipo del agrónomo Juan Carlos Montoya, quien plantea que es posible descontaminar las aguas para reutilizarlas para cultivos hidropónicos en lugar de suelo agrícola.
A pesar de que el Ingenio Minero de Machacamarca, en Oruro, vierte entre 20 y 25 litros por segundo de agua contaminada al río, los investigadores consideran que es posible limpiar esas aguas a base de compost y piedra caliza. Parte del proceso consiste en que las bacterias del compost (abono o materia orgánica degradada) hagan que los metales pesados se precipiten en la parte inferior de un contenedor, dejando libre de esas impurezas el líquido.
CONFLICTOS Y POLÍTICAS PÚBLICAS
La contaminación de la actividad minera tiene otras repercusiones en los conflictos socio-ambientales. En el barrio de Cantumarca Antiguo y Nuevo, de Potosí, existe un “conflicto asimétrico en fase estacionaria”, es decir, un conflicto en el que uno tiene ventaja sobre el otro y que aún no ha explotado, donde la población está afectada por agentes contaminantes en aire, agua y suelo, y la amenaza de taludes de desechos.
Los ingenios mineros y el dique de colas San Miguel (de la Corporación Minera de Bolivia) son factores con cierta preeminencia frente a los vecinos que carecen de información sobre la contaminación y las amenazas a la salud. El equipo a cargo de la Lic. Rosario Tapia dirigió este estudio en Potosí y consiguió datos que muestran que los ingenios de la zona tratan 720 toneladas de concentrados por día.
Otro equipo, liderado por la investigadora Elizabeth López, se introdujo a estudiar el “costo ecológico” de la actividad minera en los ecosistemas de Huanuni y Bolívar, Oruro. El enfoque caracterizó a la minería como una contradicción entre la generación de ingresos y la degradación ambiental.
El resultado mostró que se agrava la disminución o descapitalización del stock de recursos naturales frente a los ingresos monetarios. En la contabilidad se midieron la producción de concentrados, la pérdida y uso de agua y la cantidad de desechos y residuos generados.
Todas las investigaciones denotan un esfuerzo de cada equipo para buscar la explicación y solución a distintos fenómenos que emergen como problemáticas originadas en la actividad minera. La siguiente fase de su trabajo será proponer soluciones para las problemáticas estudiadas o proyectar otras investigaciones para profundizar en el conocimiento de los fenómenos.
Con todo, los estudios científicos en el país se acercan a esclarecer muchas dudas sobre el impacto de la actividad minera en los efectos en la salud, los ecosistemas y las relaciones sociales. Estas investigaciones abrirán nuevos caminos de exploración científica para despejar o confirmar las creencias todavía subjetivas que prevalecen sobre la contaminación.
*Malkya Tudela es periodista del Servicio Informativo del PIEB, www.pieb.com.bo