Johannes Kapelle toca el órgano en la iglesia protestante de Proschim desde que tenía 14 años. Ahora, a los 78 años, participa activamente en la comunidad, genera su propia energía solar y crió a tres hijos con su esposa en la granja familiar, en el pueblo de 360 habitantes de esta región de Alemania.
Pero la iglesia, su granja, el bosque que quiere entrañablemente y el pueblo entero corren peligro de desaparecer para abrir paso a la expansión de las minas de lignito de la empresa de energía sueca Vattenfall.
Casi todo el carbono combustible del lignito, un 99 por ciento, se convierte en dióxido de carbono (CO2), uno de los principales gases de efecto invernadero, durante el proceso de combustión de este tipo de carbón mineral.