Argentina, Internacional

El derecho humano a un ambiente sano, sin contaminación

Darío Aranda
12/11/2021
En un contexto de crisis climática, el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas declaró que un ambiente limpio, saludable y sostenible es un derecho humano. Asambleas socioambientales y pueblos indígenas de Argentina denuncian al extractivismo como epicentro de la vulneración de derechos.

El Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas (ONU) declaró que el medio ambiente limpio, saludable y sostenible es un derecho humano fundamental. Lo hizo a través de una resolución que obtuvo 43 votos de apoyo y ninguno en contra. Amnistía Internacional celebró la medida: «Es un hito en la batalla contra la crisis climática». En Argentina, comunidades indígenas y asambleas socioambientales denuncian desde hace décadas que la megaminería y el agronegocio, entre otras actividades extractivas, violan los derechos humanos.

La Resolución «A/HRC/48/L.23» del Consejo de Derechos Humanos reconoce el derecho a un medio ambiente saludable «como un derecho humano importante para el disfrute de los derechos humanos» e insta a los Estados a que protejan el medio ambiente como parte de sus compromisos en materia de derechos humanos. El organismo de la ONU destacó que el derecho a un medio ambiente sin riesgos, limpio, saludable y sostenible está estrechamente relacionado con otros derechos humanos reconocidos internacionalmente. La degradación del ambiente daña el ejercicio del derecho a la salud, a la vivienda digna y a la educación, entre otros.

La Coordinadora Basta es Basta nuclea a asambleas socioambientales y activistas de todo Entre Ríos. Desde enero de 2018 se manifiestan todos los martes frente a la Casa de Gobierno provincial en denuncia a las fumigaciones con agrotóxicos. Llaman a la acción «la ronda de los martes». El 9 de noviembre cumplieron su marcha número 200. «Marchamos frente a las puertas cerradas de la Casa Gris (de gobierno), frente a los oídos y los micrófonos que se cierran ante el mayor conflicto ambiental de la provincia y quizás del país. Tampoco escucharon a las Madres de Plaza de Mayo hace 45 años. Todavía no nos escuchan, pero la historia de nuestro pueblo pondrá, más temprano que tarde, las cosas en su sitio porque los derechos humanos se deben honrar todos los días», resaltó Daniela Verzeñassi desde Paraná, y recordó que desde hace décadas explican que no se puede hablar de derechos humanos sin abordan la situación socioambiental.

Afirma que se movilizan para exigir al gobierno provincial un cambio de modelo productivo y políticas que acompañen una transición hacia la agroecología. «Resistimos en nuestros territorios, con nuestros cuerpos, y también insistimos en que otro modelo, sin agrotóxicos, es posible, necesario y urgente», señala.

Saúl Zeballos es parte de la Asamblea Jáchal No Se Toca, en San Juan, donde denuncian desde hace más de una década el accionar de la empresa Barrick Gold en su emprendimiento Valedero. Zeballos no tiene dudas de que el modelo extractivo vulnera sistemáticamente lo derechos humanos. «Nosotros explicamos que acá vivimos una dictadura megaminera, donde las corporaciones deciden sobre el territorio y las personas. Y donde tanto el poder político como el judicial son socios de las empresas», afirmó.

A modo de ejemplo, recordó que Barrick Gold viola la Ley de Glaciares, contaminó ríos (en 2015 provocó el mayor derrame de la historia de la minería en Argentina) y no recibió sanción judicial alguna. Zeballos cuestionó puntualmente a la Corte Suprema de Justicia de la Nación, que hace trece años tiene demorado un fallo sobre Barrick Gold en su proyecto Pascua Lama. Y alertó sobre el nuevo proyecto minero, llamado Josemaría, «también ubicado en zona de glaciares y sin licencia social de la población». Denunció que «no hay grieta» entre sectores políticos a la hora de impulsar la megaminería. El asambleísta dio la bienvenida a la resolución de Naciones Unidas, pero aclaró: «Lo que hace falta, más que declaraciones, es la aplicación práctica y efectiva de los derechos humanos».

Clemente Flores es uno de los voceros de la Mesa de Pueblos Originarios de la Cuenca de Guayatayoc y Salinas Grandes (Jujuy). Explica que la lucha indígena por el territorio siempre fue y es entendida desde la lógica de los derechos humanos, aunque sí lamenta que a una parte de la sociedad no indígena le cueste entender esa vinculación. «Luchamos contra la minería de litio porque arrasa nuestro territorio, sobre todo contamina y pone en riesgo el agua, algo vital para nuestras vidas», resume Flores.

Aclara que, pandemia mediante, las comunidades no pudieron reunirse en sus clásicas asambleas, mientras las empresas mineras sí podían transitar y avanzaron con sus exploraciones, sin respetar los derechos de los pueblos indígenas. «Se habla mucho de cambio climático pero se hace muy poco. En la Puna ya padecemos el cambio climático y con la mineras de litio será peor. Por eso luchamos, porque el agua es un derecho humano, aunque las mineras y gobiernos no lo quieran entender», advierte Flores.

La resolución de Naciones Unidas, aprobada el 8 de octubre, fue impulsada por Costa Rica, Maldivas, Marruecos, Eslovenia y Suiza. Sólo Rusia, China, India y Japón se abstuvieron de votar.

Ashfaq Khalfan, director del Programa de Derecho Internacional y Política de Amnistía Internacional, afirmó: “Esta resolución es una esperanza en el actual contexto de aumento de los desastres climáticos generalizados y un hito en la batalla contra la degradación ambiental. La Comisión ha reconocido por fin que el disfrute de los derechos humanos depende del medioambiente en el que vivimos. Cuando el planeta sufre, las personas que lo habitamos sufrimos también, y en todo el mundo la degradación ambiental está arrebatando a la gente sus derechos».

El director de Amnistía Internacional también apuntó a los responsables: “La inacción de los gobiernos a la hora de proteger el planeta y su apoyo continuado a industrias que son destructivas para el medioambiente constituyen un ataque a gran escala contra los derechos humanos».

* Por Darío Aranda. Artículo publicado en el diario Página12 el 12 de noviembre de 2021.

Internacional, Litio

Explotando el planeta hasta la muerte

La sucia verdad sobre las tecnologías limpias
El Sur pobre está siendo explotado para que el Norte rico pueda hacer la transición hacia la sostenibilidad ambiental. Se están destruyendo franjas enteras de tierra para asegurar los recursos necesarios para producir turbinas eólicas y células solares. ¿Hay alternativas?
Por Jens Glüsing , Simon Hage , Alexander Jung , Nils Klawitter y Stefan Schultz
04.11.2021, 11.44 horas
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Hay un sucio secreto escondido en cada aerogenerador. Pueden convertir el aire en movimiento de forma limpia y eficiente en electricidad, pero pocos saben mucho sobre de qué están hechos. Gran parte del material dentro de las turbinas eólicas es producto de brutales invasiones de nuestro mundo natural.

Cada unidad requiere cemento, arena, acero, zinc y aluminio. Y toneladas de cobre: ​​para el generador, para la caja de cambios, para la estación de transformación y para los interminables hilos de cable. Se pueden encontrar alrededor de 67 toneladas de cobre en una turbina marina de tamaño mediano. Para extraer esta cantidad de cobre, los mineros tienen que mover casi 50.000 toneladas de tierra y roca, unas cinco veces el peso de la Torre Eiffel. El mineral se tritura, se muele, se riega y se lixivia. La conclusión: mucha naturaleza destruida por un poco de energía verde.

Una visita a la mina Los Pelambres en el norte de Chile proporciona una idea clara de las dimensiones involucradas. Es el hogar de uno de los depósitos de cobre más grandes del mundo, un cráter gris gigante a una altitud de 3.600 metros (11.800 pies). La tierra aquí está llena de minerales metalíferos. Poco menos del 2 por ciento de la producción mundial de cobre proviene de este único pozo.

(El artículo que está leyendo apareció originalmente en alemán en el número 44/2021 (30 de octubre de 2021) de DER SPIEGEL.)

Los camiones volquete, de 3500 caballos de fuerza, transportan cargas de varias toneladas por los caminos de las terrazas que bordean la mina. Los cantos rodados son transportados por una cinta transportadora casi 13 kilómetros (8 millas) hacia el valle, donde se extrae el cobre de la roca. Este procesamiento requiere enormes cantidades de electricidad y agua, un bien particularmente valioso en esta región árida.

El proyecto es operado por Antofagasta, una corporación minera chilena con sede en Londres que posee el 60 por ciento de la mina. La empresa construyó una central hidroeléctrica en 2013, casi exclusivamente para suministrar electricidad a Los Pelambres. Los agricultores protestaron contra él y han culpado al proyecto por la escasez de agua en la región.

Ahora, sin embargo, está previsto que la mina crezca aún más. La compañía está bombeando volúmenes adicionales de agua de mar desalada de la costa del Pacífico en todo el país. Los ejecutivos de la compañía esperan que esto les permita continuar operando la mina por algunos años más. Después de todo, se espera que la demanda mundial de cobre crezca enormemente, para cables de alimentación y motores eléctricos. Y para aerogeneradores.

«Estamos utilizando recursos del futuro para pagar el presente».
Investigador de recursos Mathis Wackernagel
Hay grandes esperanzas de que la tecnología verde se pueda utilizar para ayudar a salvar el clima, pero ese rescate también implica despojar al planeta de recursos preciosos. Y esta es la paradoja detrás de lo que es actualmente el proyecto más importante del mundo industrializado: la transición energética global. El dilema, que se está volviendo cada vez más evidente, también está en la mente de los aproximadamente 25.000 delegados en la Conferencia Mundial sobre el Clima que se está celebrando actualmente en Glasgow. Los depósitos en el sur pobre se están explotando para que el norte rico pueda hacer la transición hacia la sostenibilidad ambiental. Al menos a un estilo de vida que parezca sostenible. Mathis Wackernagel, un investigador de recursos que vive en California, lo describe como un desarrollo desastroso. «No hemos pensado bien en el futuro», dice.

Wackernagel, quien nació en Basilea, Suiza, en 1962, es una de las figuras más influyentes del movimiento ambientalista. Acuñó dos metáforas que han influido en el pensamiento sobre la sostenibilidad en todo el mundo.

Una es la idea de huella ambiental, que indica cuánta superficie terrestre y marítima se necesita para renovar los recursos que hemos consumido. Según los cálculos de Wackernagel, se necesitarían 1,75 Tierras para que el planeta se regenerara. Si todas las personas del planeta se comportaran tan derrochando como los habitantes de Alemania, se necesitarían casi tres Tierras.

El otro es el Día del Sobregiro de la Tierra, que marca el día de cada año en el que la humanidad ha utilizado tantos recursos como el planeta puede reponer en un año. Este año, ese día cayó el 29 de julio. Las dos metáforas sirven para subrayar el punto principal de Wackernagel: «Estamos usando los recursos del futuro para pagar el presente».

Se refiere al consumo diario de alrededor de 90 millones de barriles de petróleo crudo, al uso de la tierra para construcciones, carreteras o tierras cultivables, y también a la explotación de recursos minerales. Wackernagel dice que el presupuesto biológico es limitado y que los humanos deben decidir para qué quieren usarlo. Si lo usamos para extraer cobre, entonces, por ejemplo, no estará disponible para el cultivo de remolacha. Dice que es demasiado miope pensar que todo lo que tenemos que hacer para proteger el medio ambiente es recrear el mundo de combustibles fósiles con electricidad y cambiar el Jaguar de seis cilindros por el Tesla a batería.

Pocos son conscientes de este hecho ya que conducen su vehículo eléctrico, usan electricidad de energía eólica o solar, o tienen una instalación de almacenamiento de iones de litio en el sótano, lo que los hace sentir como pioneros en sustentabilidad. Muchos no se dan cuenta de lo extremadamente contaminante que es realmente la producción de materias primas a partir de las cuales se fabrican las tecnologías climáticas. ¿Quién sabía, por ejemplo, que se emiten 77 toneladas de dióxido de carbono durante la fabricación de una tonelada de neodimio, un metal de tierras raras que se utiliza en turbinas eólicas? En comparación: incluso la producción de una tonelada de acero solo emite alrededor de 1,9 toneladas de CO2.

Casi 50 años después de que la científica estadounidense Donella Meadows y sus compañeros de campaña advirtieran sobre «los límites del crecimiento» en su informe al Club de Roma, la sobreexplotación de la naturaleza está adquiriendo una nueva dimensión sorprendente. La demanda masiva de materiales ha sido continuamente la factor subestimado en todas las tecnologías que están destinadas a ayudar a hacer el mundo más sostenible. Las turbinas eólicas, los sistemas fotovoltaicos, los coches eléctricos, las baterías de iones de litio, las líneas eléctricas de alto voltaje y las pilas de combustible tienen una cosa en común: cantidades inconcebibles de los materiales se consumen en su producción.

En un parque solar de 1.000 por 1.000 metros, hay 11 toneladas de plata. Un solo Tesla Model S contiene tanto litio como alrededor de 10.000 teléfonos móviles. Un automóvil eléctrico requiere seis veces más materias primas críticas que un motor de combustión, principalmente cobre, grafito, cobalto y níquel para el sistema de baterías. Una turbina eólica terrestre contiene alrededor de nueve veces más de estas sustancias que una central eléctrica de gas de capacidad comparable.

Son las propiedades específicas que contienen las que hacen que estos metales sean tan deseables. El cobalto y el níquel aumentan la densidad de energía en una batería. El neodimio amplifica las fuerzas magnéticas en los aerogeneradores. El platino acelera los procesos en las pilas de combustible y el iridio hace lo mismo con los electrolizadores. La conductividad del cobre lo hace relevante en todas las instalaciones eléctricas. Alrededor de 150 millones de toneladas de cobre están instaladas en líneas eléctricas de todo el mundo. Y la humanidad está solo al comienzo de su transición energética.

Según los cálculos de la Agencia Internacional de Energía (AIE), la demanda mundial de materias primas críticas se cuadriplicará para 2040; en el caso del litio, se espera que la demanda sea 42 veces mayor. Según el director de la IEA, Fatih Birol, estos materiales se están convirtiendo en «componentes esenciales de un futuro sistema de energía global limpia».

A lo largo de su carrera profesional, Birol, que tiene un doctorado en economía energética, nunca ha tenido que lidiar con estos materiales hasta hace poco. Su área de enfoque siempre había sido el petróleo y el gas, primero como analista de la OPEP y luego, en la AIE, fundada en París en 1974 por los países consumidores en respuesta a la primera crisis del precio del petróleo. La crisis demostró dolorosamente a los gobiernos cuán dependientes se habían vuelto del goteo de unos pocos estados productores.

Casi medio siglo después, Birol ahora está observando cómo las naciones industrializadas están cayendo en una nueva dependencia, no del petróleo, sino de los metales. Y podría resultar aún más grave.

Muchos de estos productos básicos fundamentales provienen de un pequeño grupo de países. Indonesia y Filipinas controlan alrededor del 45 por ciento del suministro mundial de níquel. China suministra el 60 por ciento de los metales de tierras raras. El Congo es responsable de aproximadamente dos tercios de la producción de cobalto. Sudáfrica domina alrededor del 70 por ciento del mercado del platino.

La concentración geográfica es incluso más pronunciada que en el negocio del petróleo. La OPEP cubre solo el 35 por ciento del suministro mundial. En la minería, por otro lado, solo 10 países producen alrededor del 70 por ciento de las materias primas en valor.

La buena noticia es que, desde un punto de vista geológico, no hay escasez de metales. Incluso las tierras raras no son ni raras ni tierras. Tampoco son de ninguna manera exclusivos de China.

Por otro lado, la minería se está volviendo cada vez más cara y la calidad del mineral y el contenido de materia prima están disminuyendo. A medida que la escasez de oferta satisface la creciente demanda, los precios se disparan. En 12 meses, los metales importantes se han vuelto enormemente más caros: el precio del níquel ha aumentado en un 26 por ciento, el cobre en un 43 por ciento y el aluminio en un 56 por ciento. El precio del carbonato de litio se ha triplicado aproximadamente en un año a más de 20.000 dólares por tonelada. Al mismo tiempo, las existencias de metal en los almacenes de todo el mundo están cayendo en picado.

Es obvio que algo está desequilibrado. El director del IAE, Birol, está familiarizado con la situación del negocio del petróleo y los mercados de metales también podrían caer en una situación similar. Birol habla de la inminente discrepancia entre ambición y oferta: entre la aspiración de proteger el clima y la dificultad de obtener suficiente cobre, níquel y litio asequibles.

Dado que el agotamiento de los recursos se concentra en unos pocos países, particularmente aquellos que son políticamente inestables, su suministro se está convirtiendo en un problema de seguridad global. «Esto podría provocar interrupciones», advierte Birol.

Y surge la pregunta: ¿Cuán limpias son realmente las tecnologías verdes?

Minería: suelos ricos, gente pobre

Fotografía: Hartmut Schwarzbach / argus
Hamdallaye era una aldea en el noroeste de Guinea en África occidental, un asentamiento de chozas de barro con techo de paja y árboles frutales a la sombra. El sociólogo Mamadou Malick Bah, de 25 años, solía vivir en el pueblo. Pero Bah tuvo que irse el año pasado. El pueblo y sus 700 habitantes se interpusieron en el camino de la extracción de bauxita.

El mineral rojizo que se esconde debajo de la tierra se considera oro de Guinea, ya que es la materia prima del aluminio, un importante metal ligero en las turbinas eólicas y las líneas eléctricas. Los habitantes de Hamdallaye fueron reasentados en una nueva aldea ubicada a cinco kilómetros de la antigua. En las fotos, la nueva comunidad, construida sobre un montón de escombros, se asemeja a un paisaje desértico.

«Es como estar en Marte», dice Bah. Allí no puede crecer mucho. De hecho, el suelo es tan pobre que CBG, la empresa minera guineana en parte estatal, ahora tiene que apoyar a los pequeños agricultores, que antes se ganaban la vida sus propias parcelas. Cada agricultor recibe el equivalente a 94 euros al mes. «Cada vez más jóvenes abandonan el pueblo», dice Bah, y de todos modos a los lugareños no se les dio trabajo en CBG.

Las empresas comenzaron a explotar la región de Boké hace más de 50 años, y hoy las excavadoras funcionan casi sin parar. Guinea, uno de los países más pobres del mundo, tiene los depósitos de bauxita más grandes de la Tierra. Se han adjudicado concesiones mineras en gran parte del territorio del país, y también participan empresas chinas.

Las consecuencias medioambientales han sido devastadoras. Bah dice que ha provocado la destrucción de la diversidad natural y las fuentes de agua potable. La vibración de las máquinas provocó el colapso de su choza en el antiguo pueblo hace cuatro años. Pero todavía no ha recibido ninguna compensación.

Un aspecto controvertido del proyecto minero es el hecho de que el gobierno alemán está involucrado. En 2016, Berlín otorgó garantías de préstamos por valor de 246 millones de euros para la expansión de la mina, a pesar de las críticas de la Agencia Alemana de Medio Ambiente. En un informe, el Ministerio de Economía alemán elogió que la globalización en Guinea se pueda gestionar de forma equitativa. En lugar de centrarse en las expropiaciones de los agricultores de África occidental, el informe señaló que la inversión ayudó a garantizar puestos de trabajo en Alemania.

El informe señaló que la expansión de la mina permitiría a la empresa Aluminium Oxid Stade (AOS) con sede en Alemania asegurar su producción durante más de 10 años. AOS es el último procesador de bauxita alemán que queda y un importante proveedor de productos para la industria automotriz. Un vehículo Audi E-Tron incluye 804 kilogramos de aluminio.

La controvertida extracción de bauxita en África occidental es solo un ejemplo de la desconexión entre los productos populares y respetuosos con el medio ambiente «Made in Germany» y el origen de sus ingredientes. De hecho, es la paradoja de la abundancia lo que afecta a países como Guinea. Tienen enormes recursos minerales y, sin embargo, no logran alcanzar una prosperidad generalizada.

Pero esto no es necesariamente un hecho. Noruega también ha sido bendecida con recursos, pero también se las arregla para hacer un buen uso de esa ventaja: el país es políticamente confiable, sus instituciones son fuertes y tiene una baja tasa de criminalidad. La buena gobernanza es la clave para garantizar que países como Guinea también puedan beneficiarse del auge mundial de las materias primas.

Los depósitos más importantes se encuentran en las tres «A»: África, Australia y los Andes, todos los cuales están sufriendo extremadamente por el cambio climático. En todos estos lugares, el agua es extremadamente escasa y se necesitan enormes cantidades de energía para procesar el mineral.

La trituración y trituración de rocas representa hasta el 3 por ciento de la demanda mundial de electricidad. Eso es más que la cantidad total consumida por Alemania.

La industria minera incluso se describe a sí misma como un negocio «sucio, polvoriento y peligroso». Ninguna otra industria es tan destructiva para el medio ambiente. Las operaciones a menudo dejan tras de sí un paisaje lunar, además de cuencas llenas de lodos contaminados, los llamados relaves , en el que se recolectan los residuos del procesamiento. Alrededor de 32,000 de estos lagos tóxicos se encuentran en todo el mundo. En enero de 2019, una presa ubicada cerca de una mina de mineral de hierro en Brasil estalló y creó un deslizamiento de lodo que se vertió en el valle y mató a más de 270 personas.

En el pasado, ignorar el medio ambiente era algo que las empresas mineras podían permitirse hacer. Pero hoy enfrentan resistencia. El pasado fin de semana, una protesta de indígenas mayas en Guatemala contra una empresa minera suiza que extrae níquel en el noreste llevó al país a declarar el estado de emergencia. Muchos clientes de las empresas mineras, especialmente los inversores, ya no están dando un pase fácil a la mala conducta, al menos no dentro de las empresas más grandes. Evitan industrias que se consideran ambientalmente dudosas, incluso si son financieramente prometedoras.

Esto también está obligando a las empresas mineras a actuar. «Cumplimos con todos los requisitos para ser interesantes para los inversores», ha dicho Iván Arriagada, director general del gigante del cobre chileno Antofagasta, cortejando a los inversores. Arriagada, de 58 años, es un ejecutivo moderno con una maestría de la London School of Economics, y no uno de los magnates de la minería de la vieja escuela que nunca se presentaría sin corbata. Arriagada busca posicionar a Antofagasta como un pionero en la protección ambiental, al menos en la medida de lo posible en la industria.

Dice que cerca de la mitad del agua que usa la empresa en minas como Los Pelambres ahora proviene del mar en lugar de la montaña; y para 2025, se espera que esa cifra aumente al 90 por ciento. «Usamos cada gota de agua siete u ocho veces antes de que se evapore», dice Arriagada. También dice que la electricidad necesaria se generará en su totalidad a partir de fuentes renovables el próximo año.

Alrededor de una docena de empresas están involucradas en el negocio global de productos básicos. La suiza Glencore domina el mercado del cobalto, la estadounidense Albermarle es la número uno en litio, la brasileña Vale es el líder mundial en níquel y la chilena Codelco y la británica Antofagasta son líderes en cobre. Todas estas empresas sienten una presión cada vez mayor para proteger el medio ambiente. «Realmente tenemos que cambiar nuestra forma de pensar», confesó el director ejecutivo de Rio Tinto, Jakob Stausholm, en una reciente conferencia de inversores en Londres. La empresa anglo-australiana se ha fijado el objetivo de reducir a la mitad sus emisiones de CO2 para 2030. Al mismo tiempo, las condiciones bajo las cuales la industria minera puede extraer recursos minerales cada vez más difíciles.

“Nuestro horizonte de planificación abarca décadas”.
Director General de Antofagasta Arriagada
En los últimos 15 años, el contenido de mineral de cobre en las minas de Chile ha caído casi un tercio al 0,7 por ciento. Hace tres generaciones, esa cifra era del 2 al 3 por ciento. Hoy en día, la industria tiene que excavar mucho más para extraer las mismas cantidades de metales preciosos que en el pasado, y en consecuencia consume más electricidad y combustible.

Los yacimientos más fáciles de extraer ya han sido explotados y no se han explotado nuevos yacimientos importantes en Chile en años. Solo el 2 por ciento de todas las exploraciones dan como resultado la construcción de una mina. «Se necesita suerte, mucha perseverancia y persistencia», dice Arrigiada, director general de Antofagasta. Y en promedio, se necesitan 16 años desde el descubrimiento de un lugar adecuado antes de que comiencen las operaciones mineras. «Nuestro horizonte de planificación abarca décadas», dice.

De hecho, es difícil aumentar la oferta actual de metales. Según las previsiones de la IEA, los volúmenes de las minas activas y planificadas no serán suficientes para satisfacer la demanda. Por ejemplo, las operaciones mineras actuales cubrirán solo la mitad de la demanda futura de litio y cobalto. «Los planes de suministro e inversión para muchos minerales críticos están muy por debajo de lo que se necesita para respaldar el despliegue rápido de paneles solares, turbinas eólicas y vehículos eléctricos», advierte el jefe de la IEA, Birol.

Arriagada dice que su empresa anticipó el repunte de la demanda en sus pronósticos, pero dice que el impulso los sorprendió. La principal razón de esto es la creciente demanda de tecnologías ecológicas. Él dice que la electromovilidad es actualmente responsable del 1 o 2 por ciento de la demanda de cobre. Para 2030, se espera que esa proporción aumente a más del 10 por ciento.

«La pandemia ha creado una conciencia de que debemos actuar de manera colectiva y rápida para abordar los riesgos sistémicos como el cambio climático», dice Arriagada. Su empresa se está beneficiando de ese desarrollo.

Coches eléctricos: tesoros en el chasis

Foto: Dylan Stewart / Imagen de Sport / ddp
Dependiendo del tipo de batería, un automóvil eléctrico requiere entre 150 y 250 kilogramos de materias primas especiales. La mayor parte está compuesta por grafito, níquel y cobre, y el resto está compuesto por manganeso, litio y cobalto. Los fabricantes de automóviles ahora están impulsando la expansión de sus flotas electrónicas, y ha estallado la competencia entre ellos para asegurar el suministro de materias primas.

Esta primavera, el director ejecutivo de BMW, Oliver Zipse, hizo un audaz compromiso con sus clientes y accionistas. Proclamó que BMW fabricaría el automóvil «más ecológico» del mundo. No solo el aire de las ciudades debería limpiarse, sino también todos los eslabones de la cadena de valor. Para Zipse, esto también significa que las materias primas no pueden provenir de minas donde trabajan los niños, o las aguas están contaminadas con contaminantes Con el cobalto, uno de los ingredientes más importantes de las baterías eléctricas modernas, eso sucede a menudo.

Las palabras de Zipse pueden tener una pizca de relaciones públicas ambientales baratas, pero es probable que esté siendo genuino. Después de todo, simplemente está siguiendo la lógica económica. Los coches eléctricos tienen que ver con superar a los motores de combustión interna en sostenibilidad. De lo contrario, el argumento de ventas más importante fracasa.

Incluso si la producción de las materias primas para un coche eléctrico y su batería consume cantidades extremas de recursos, sigue siendo mucho más ventajoso para el medio ambiente que conducir un vehículo convencional. En cuanto a su huella de carbono, el coche eléctrico tiene una clara ventaja.

Según la AIE, un vehículo de combustión interna emite 40 toneladas de gases de efecto invernadero durante un ciclo de vida de 200.000 kilómetros, más del doble que un coche eléctrico, a pesar de la producción intensiva de CO2 de la batería.

La debilidad del e-car es que requiere muchas más materias primas minerales que los vehículos de combustión interna, incluidos bastantes materiales críticos que a menudo se extraen en condiciones dudosas. La batería del SUV eléctrico iX presentado recientemente por BMW contiene alrededor de 6 kilogramos de cobalto, 10 kilogramos de litio y 60 kilos de cobre. Todas estas son materias primas que rara vez o casi nunca se encuentran en un motor de gas o diesel.

«No podemos limitarnos a operar de manera sostenible en nuestras propias fábricas».
Patrick Hudde, director de sostenibilidad de BMW
Aproximadamente la mitad del crecimiento de la demanda que desencadenarán las tecnologías verdes en las próximas dos décadas está relacionado únicamente con el previsible auge de los coches eléctricos y el almacenamiento de energía. BMW pronostica que, para 2030, el 50 por ciento de los automóviles que vende serán vehículos puramente eléctricos, frente a una participación de solo el 3 por ciento en la actualidad.

La empresa se encuentra en un dilema. Los trabajadores mineros en el Congo no deberían tener que pagar la factura de la gente adinerada en Munich para tener aire limpio. «No podemos limitarnos a operar de manera sostenible en nuestras propias fábricas», dice Patrick Hudde, jefe de sostenibilidad de la cadena de suministro y gestión de materias primas de BMW, lo que ha llevado al fabricante de automóviles a dar un paso inusual.

La compañía dice que ya no quiere depender de intermediarios y sus promesas de que sus materias primas provienen de fuentes limpias. BMW ahora está comprando litio y cobalto directamente de los operadores de minas, no en el Congo, donde la mayor parte de la extracción se realiza a mano, sino de compañías mineras en Marruecos, Australia y Argentina, que BMW afirma haber examinado cuidadosamente.

Hudde dice que el proceso de selección fue riguroso y que más de 100 proveedores no recibieron contratos «porque no estábamos convencidos de que cumplieran con los estándares ambientales y sociales».

Pero BMW alcanza sus límites rápidamente cuando se trata de su capacidad para realizar controles. La empresa planifica visitas periódicas y, en ocasiones, sin previo aviso de auditores capacitados. Los empleados de los proveedores también pueden presentar quejas directamente a BMW. «Si nos damos cuenta de las infracciones, nos aseguramos de inmediato de que las quejas se resuelvan en el lugar», dice. En última instancia, sin embargo, son solo controles al azar. BMW confía en sus socios para cumplir con los estándares sociales y ambientales acordados contractualmente. En caso de una infracción, el fabricante de automóviles no puede darse el lujo de eliminar a un proveedor.Sería casi imposible reemplazar rápidamente a uno de los principales proveedores de cobalto.

Ante tal situación, una empresa podría intentar reducir su uso de materias primas por medios tecnológicos. La primera generación del automóvil de hidrógeno Mirai de Toyota todavía requería 40 gramos de platino por vehículo. En los nuevos modelos, la cantidad requerida se ha reducido en un tercio; y para 2040, Toyota quiere reducirlo a 5 gramos. Pero incluso hazañas de ingeniería como esa, en el mejor de los casos, solo alivian la dependencia de la industria de las materias primas. No se puede eliminar.

China: más poderosa que la OPEP

Foto: Cristobal Olivares / Bloomberg / Getty Images
Esa realidad tiene un impacto directo en las relaciones entre las economías occidentales y China. Con una participación de alrededor del 50 por ciento de la demanda mundial de materias primas, China ahora ocupa una posición de supremacía que estaba reservada para los Estados Unidos a mediados del siglo XX, dice Peter Buchholz, director de la Agencia Alemana de Recursos Minerales ( DERA). «Eso no va a cambiar pronto», dice.

China es el mayor proveedor de numerosos metales. Al mismo tiempo, Beijing ha construido una red de países socios y los ha hecho dependientes. Bombea capital a países como Chile, Bolivia y Congo, comprando derechos mineros y acceso a recursos escasos.

El dominio de China en el procesamiento es aún más pronunciado. El país es el principal productor de 23 de los 26 productos refinados, y su proporción de tierras raras es de alrededor del 90 por ciento. Beijing tiene como objetivo cubrir todas las etapas de la cadena de valor, desde el mineral hasta las baterías de los coches eléctricos. China controla alrededor del 75 por ciento de toda la capacidad de producción de baterías de iones de litio en todo el mundo.

Estados Unidos y Europa han observado con preocupación cómo crece el poder de mercado del gigante de las materias primas. Thierry Breton, el comisionado de mercado interior de la Unión Europea, advierte sobre la «dependencia total de China», especialmente para el suministro de tierras raras. Hace diez años, China demostró la influencia que tiene cuando recortó repentinamente las exportaciones de tierras raras, lo que provocó que los precios se dispararan y sumir al mundo en una crisis de suministro. Brindó la oportunidad a Alemania de formular un primer borrador de su estrategia de materias primas.

China está utilizando sus inversiones en África y América del Sur específicamente para un juego de poder geopolítico. Se asegura la influencia con confianza en sí mismo, otorga préstamos por valor de miles de millones y, por lo tanto, crea vínculos de dependencia con un número cada vez mayor de países. Según el economista Thomas Straubhaar, radicado en Hamburgo, nada sobre los movimientos que está tomando Pekín es por casualidad. El país sigue una «estrategia sobria de poder», dice. El acceso a las materias primas se ha convertido en un instrumento de política exterior.

La posición única de China no se debe al hecho de que los suelos del Lejano Oriente son más ricos en minerales: hay suficientes depósitos de materias primas en todo el mundo. En términos de geología, Alemania incluso podría cubrir algunos de sus requisitos de metales.

Regiones como las montañas de Harz y Erzgebirge ya tienen tradiciones mineras centenarias. Pero las empresas, en cambio, han optado por comprar metal en el extranjero, al precio de la dependencia. En última instancia, es más barato obtener suministros del extranjero. Lo principal es que no tienen que ensuciarse las manos.

En otros lugares, los países importadores han tratado de contrarrestar la superioridad de China reactivando los depósitos en desuso. En California, los inversores reiniciaron la antigua mina Mountain Pass en 2018 para extraer metales de tierras raras. Y en Suecia, la empresa minera de mineral de hierro LKAB planea extraer materiales raros de los desechos generados por sus actividades de exploración. Otras empresas están explorando las últimas fronteras del planeta: los tesoros que yacen dormidos en las profundidades del mar, miles de millones de toneladas de minerales metalíferos.

Empresas como Deep Green y UK Seabed Resources están explorando formas de explotar comercialmente los fondos marinos. También ha habido avances en las tecnologías de transporte. Las cosechadoras que pesan hasta 250 toneladas deben transportar las materias primas hacia arriba utilizando una manguera blindada. Deben ser altamente confiables y capaces de soportar una presión de agua extrema. Sería demasiado problema tener que seguir llevándolos a la superficie para repararlos.

Los analistas de BCC Research esperan una nueva avalancha de productos básicos, provocada por la minería en aguas profundas, con un volumen de mercado de hasta $ 15 mil millones para fines de la década. Al mismo tiempo, los ambientalistas advierten de la destrucción de ecosistemas que apenas han sido explorados si el fondo marino es arado por kilómetro cuadrado.

No se puede confiar en las profundidades marinas como una fuente de materias primas rápida, competitiva y, lo que es más importante, respetuosa con el medio ambiente. La recuperación de metales de los desechos es más prometedora.

Reciclaje: trituración de nuevos recursos

Foto: Victor Ruiz Caballero / REUTERS
La isla de Peute en el puerto de Hamburgo alberga la mayor fábrica de cobre de Europa, operada por Aurubis. La planta produce cobre para tuberías, chapas y alambres desde 1907, más de un millón de toneladas de productos de cobre cada año. Además del mineral entregado desde Chile, Perú o Brasil, la fábrica depende en gran medida de materiales reciclados.

Se pueden encontrar montañas de este producto en la instalación, montones de granulado de cobre rojizo brillante de diferentes consistencias, algunas gruesas, otras finas, todo producido a partir de alambre desechado. Junto a los montículos hay barriles llenos de restos destrozados de computadoras o teléfonos móviles. Christian Plitzko, un metalúrgico de Aurubis, agarra un puñado. «Aquí es donde están los tesoros que nos interesan», dice.

«Si los productores etiquetaran sus placas de circuito, más tarde, en el proceso de reciclaje, podríamos eliminar específicamente ciertos metales antes de que se fundan».
El metalúrgico de Aurubis Christian Plitzko
Plitzko, que ha estado con Aurubis durante 24 años, mira el brillante material verde y plateado en su mano enguantada. «Esto solía ser una placa de circuito en una computadora», dice. Cada kilogramo de material de placa de circuito contiene 250 gramos de cobre puro.

Es técnicamente factible extraer otros metales de esos desechos, pero el esfuerzo sigue siendo demasiado grande. Si fuera posible eliminar específicamente, por ejemplo, partes hechas de neodimio de una placa de circuito con la ayuda de un código de barras y un láser, entonces valdría la pena, dice Plitzko. «Si los productores etiquetaran sus placas de circuitos, más tarde, en el proceso de reciclaje, podríamos eliminar específicamente ciertos metales antes de que se fundan».

La demanda de cobre ha aumentado notablemente y los hornos de fundición de Aurubis están funcionando a plena capacidad, y la producción en la fábrica continúa las 24 horas, los siete días de la semana. La empresa se beneficia del hecho de que el cobre es un elemento importante en todas las tecnologías verdes y que el reciclaje es un método relativamente limpio para compensar la escasez de materia prima. Recuperar el metal que está integrado en una placa de circuito requiere solo una veintena de la energía requerida para extraer el metal a través de la minería.

El proceso permite a la industria cubrir al menos parte de su demanda de materias primas utilizando métodos que no aumentan su dependencia de los países de origen. Más que nunca, el reciclaje se ha convertido en un elemento clave del suministro de productos básicos. Pero hay mucho potencial que aún no se está aprovechando. Se producen cada vez más desechos electrónicos, en forma de teléfonos móviles, televisores y refrigeradores desechados. Pero en lugar de terminar en las estaciones de reciclaje, muchas materias primas valiosas llegan a los vertederos o incineradores de desechos. En Alemania, solo se recolecta alrededor del 44 por ciento de la chatarra electrónica, mientras que la tasa mundial es inferior a una quinta parte.

La industria de la energía eólica tiene un papel especialmente importante que desempeñar. Muchas turbinas de los primeros días de la industria están ahora listas para ser reemplazadas. La mayoría de los materiales utilizados en las torres y las carcasas de las turbinas se pueden reutilizar, pero no es tan fácil con las palas del rotor, ya que con frecuencia se fabrican con fibra de carbono o fibra de vidrio epoxi. Muchos terminan en el incinerador.

Los productores de autos eléctricos están ansiosos por evitar que se repita ese error. Están trabajando en conceptos que facilitarán el reciclaje de los valiosos materiales que se utilizan actualmente para fabricar nuevos vehículos. La mitad del aluminio que utiliza BMW en sus motores y carrocerías, por ejemplo, se recicla, pero la proporción es significativamente menor para materiales como níquel, cobalto y litio que se utilizan para producir baterías.

Después de todo, la era de los vehículos eléctricos apenas ha comenzado y todavía no hay una gran cantidad de baterías usadas disponibles. Eso, sin embargo, cambiará tan pronto como los coches eléctricos representen la mitad o más de todo el tráfico de vehículos en los próximos años. Para entonces, BMW planea haber introducido una estrategia de reciclaje que conduzca a una dependencia cada vez menor de las materias primas primarias.

 

Foto: Christian Charisius / Picture Alliance / dpa
El pionero de los automóviles eléctricos Tesla incluso espera que algún día pueda cubrir casi todas sus necesidades de materias primas con baterías viejas. Jeffrey Brian (JB) Straubel, quien ha sido el cerebro técnico de la compañía durante años, junto con Elon Musk, incluso fundó su propia empresa de reciclaje con ese propósito. Él cree que habrá un «cambio radical» para reducir los precios de las baterías cuando una gran cantidad de baterías pueda reciclarse entre un 95 y un 98 por ciento.

Él cree que sería un gran avance ecológico y financiero para los fabricantes de automóviles. Actualmente, las baterías representan aproximadamente un tercio del precio de compra de un vehículo electrónico, principalmente como resultado de los costosos materiales involucrados en su fabricación.

Una instalación piloto de Volkswagen ya ha comenzado a operar en Salzgitter, justo al lado del sitio donde una fábrica comenzará a operar en 2024, produciendo 500,000 baterías para autos eléctricos cada año. Las baterías desechadas se desmontan en un almacén de metal corrugado y se trituran antes de filtrar las sustancias valiosas del interior.

A largo plazo, la empresa espera reciclar el 97 por ciento de todas las materias primas utilizadas. Actualmente, VW alcanza una cuota de alrededor del 50 por ciento, un número que se espera que pronto suba al 72 por ciento con la ayuda de la nueva instalación de reciclaje. VW no considera que las baterías viejas sean «residuos peligrosos», sino «una valiosa fuente de materias primas».

Aún así, el reciclaje por sí solo no será suficiente para cubrir los vastos requisitos de materia prima en las industrias ecológicas. Las tasas del 45 al 50 por ciento para el cobre sugieren que todavía hay cierto potencial de reciclaje y que mejorará el equilibrio ecológico de los sistemas de baterías, las turbinas eólicas y los parques solares. Sin embargo, este cálculo no cuadra, dice el experto de Aurubis Plitzko. El cobre reciclado hoy se produjo y utilizó en promedio hace 35 años, cuando se produjo una cantidad significativamente menor. Como tal, la tasa es más cercana al 80 por ciento, dice Plitzko.

«Como sociedad, no podremos cubrir toda nuestra demanda de cobre con reciclaje», dice. «También necesitaremos cobre primario si queremos cubrir la demanda actual y futura».

 

Foto: Paul Langrock
Eso significa que incluso los esfuerzos de reciclaje más ambiciosos no serán suficientes para poner fin a la explotación despiadada de nuestro medio ambiente. La naturaleza seguirá agotada, en parte porque la humanidad espera vivir, trabajar y viajar de una manera más respetuosa con el medio ambiente en el futuro. Mientras sigamos manteniendo nuestros niveles actuales de prosperidad, inevitablemente continuaremos consumiendo más recursos, lo que en última instancia es perjudicial para la biosfera. Si continuamos usando más de lo que produce la naturaleza, superaremos los límites de nuestro planeta. Es como una cuenta bancaria, dice el experto en sostenibilidad Wackernagel: puede sobregirar su saldo por un tiempo, pero no para siempre.

¿Significa eso que renunciar al consumo es la única solución para reducir nuestro hambre de materias primas, como algunos han propuesto? Wackernagel hace una mueca. «Eso me suena a demasiado sufrimiento y sacrificio individual», dice. Una buena vida, continúa, también es posible dentro de los límites ecológicos que existen. No se necesita un vehículo eléctrico de dos toneladas para transportar a una persona. que pesa 75 kilogramos. Una bicicleta eléctrica puede hacer el trabajo igual de bien, dice.

Además, cree Wackernagel, un factor diferente será decisivo en lo que respecta a la sostenibilidad futura de nuestra sociedad: el número de personas. Cuando nació en 1962, había alrededor de 3.100 millones de personas en el planeta. Hoy, hay 7.8 mil millones. Si la tasa de reproducción global no cambia significativamente, habrá cerca de 10 mil millones para fines de siglo. Wackernagel cree que la población mundial debe comenzar a disminuir nuevamente. Después de todo, menos personas requieren menos recursos. «A largo plazo», dice, «ese es el factor más importante».
https://www.spiegel.de/international/world/mining-the-planet-to-death-the-dirty-truth-about-clean-technologies-a-696d7adf-35db-4844-80be-dbd1ab698fa3

Internacional

Voces críticas cuestionan los beneficios climáticos de la minería submarina

Por Ian Urbina y Marta Montojo* 26/10/2021
Mike Smith -Nautilus/E&T

El interés internacional por la explotación minera de los fondos marinos se ha avivado gracias a la combinación de nuevos avances en robótica, cartografía informática y perforación submarina, junto con precios históricamente altos pero fluctuantes de las materias primas. Empresas mineras de todo el mundo están buscando nuevas fuentes de metales y minerales tras haber agotado gran parte de las reservas de fácil acceso del mundo. Más de una docena de países, como Rusia, Reino Unido, India y China, tienen contratos de exploración de 15 años. Sin embargo, cada vez más biólogos marinos, defensores de los océanos, reguladores gubernamentales y empresas sensibilizadas están dando la voz de alarma sobre una serie de problemas medioambientales, de seguridad ali-mentaria, financieros y de biodiversidad asociados a la extracción submarina.

Pocos han oído hablar del pequeño país de Nauru. Aún menos piensan en lo que ocurre en el fondo de los océanos. Pero esto pronto podría cambiar. Se estima que el fondo marino contiene metales por valor de billones de dólares y esta nación insular del Pacífico está decidida a adelantarse a la competencia mundial en sondear esas profundidades.

El objetivo son rocas del tamaño de una papa que los científicos llaman nódulos polimetálicos. Estos preciados cúmulos, que se encuentran en el fondo del océano, pueden tardar más de tres millones de años en formarse. Su alto valor se debe a que son ricos en manganeso, cobre, níquel y cobalto; materiales que se señalan como esenciales para electrificar el transporte y descarbonizar la economía en medio de la revolución tecnológica verde que ha surgido para hacer frente a la crisis climática.

Aspirar estos preciados trozos requiere una extracción industrial mediante enormes excavadoras. Estas máquinas, que suelen pesar 30 veces más que las excavadoras estándar, se elevan con grúas por encima de los costados de los barcos y luego se sumergen kilómetros bajo el agua, donde recorren el fondo marino, succionando las rocas, triturándolas y enviando un lodo de nódulos triturados y sedimentos del lecho marino, desde 4.000 a 6.000 metros de profundidad, a través de una serie de tuberías hasta el barco que está encima. Tras separar los minerales, las aguas procesadas, los sedimentos y los «finos» mineros (pequeñas partículas del mineral de los nódulos triturados) se conducen por la borda a profundidades aún desconocidas.

Pero cada vez más biólogos marinos, defensores de los océanos, reguladores gubernamentales y empresas sensibilizadas están dando la voz de alarma sobre una serie de problemas medioambientales, de seguridad alimentaria, financieros y de biodiversidad asociados a la extracción submarina.

Les preocupa que los barcos que realizan esta extracción vuelvan a arrojar al mar las enormes cantidades de residuos tóxicos y sedimentos producidos al triturar y bombear las rocas a la superficie, lo que afectaría a peces más grandes de la cadena alimentaria, como los atunes, y contaminaría la cadena mundial de suministro de productos del mar.

También sostienen que la extracción puede ser contraproducente en relación con el cambio climático, ya que puede rebajar la capacidad de captura de carbono del fondo marino. Los críticos temen que, al remover el fondo oceánico, las empresas mineras liberen carbono en el medio ambiente, socavando algunos de los beneficios que se pretenden obtener con el cambio a coches eléctricos, aerogeneradores y baterías de larga duración.
Nódulos polimetálicos.

Foto: National Oceanic and Atmospheric Administration

Douglas McCauley, director del Instituto Oceánico Benioff de la Universidad de California en Santa Bárbara, advierte del peligro de intentar contrarrestar la crisis climática con soluciones que se basen en el «paradigma de simplemente arrancar una nueva parte del planeta». Si el objetivo es frenar el cambio climático, arguye, no tiene mucho sentido destruir los ecosistemas de aguas profundas y la biodiversidad marina, que actualmente capturan y almacenan más carbono que todos los bosques del mundo.

Si la alta mar representa la última frontera de la Tierra, el fondo marino fuera de las aguas nacionales es una frontera aún más allá, un reino sujeto a un régimen único en el derecho internacional que considera que la zona de los fondos de los océanos y sus recursos deben ser gestionados por una organización, llamada Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (ISA, por sus siglas en inglés), en nombre de toda la humanidad.

“Pero quién se beneficia y cómo de esta nueva fiebre por la minería de los fondos marinos sigue sin estar claro”, señala Kristina Gjerde, asesora de políticas de alta mar del Programa Marino Mundial de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). «Y tampoco está claro qué constituye un beneficio para la humanidad, ya que el fondo marino está lleno de una biodiversidad incalculable, gran parte de ella de vital importancia para la supervivencia de nuestro planeta».

Aun así, Nauru espera seguir adelante con la explotación de los fondos marinos. Situada en Micronesia, al noreste de Australia, la pequeña isla es uno de los países más pequeños del planeta, con una superficie de 20 kilómetros cuadrados y una población de unos 12.000 habitantes. Al avanzar más rápido que su competencia, este país en desarrollo y escaso de dinero espera obtener una ventaja temprana en un mercado potencialmente multimillonario, aunque es probable que Nauru sólo reciba una pequeña fracción de los beneficios financieros de la minería submarina de la empresa canadiense que patrocina.

En junio, Nauru dio el primer paso para poner en marcha la industria. Anunció ante ISA sus planes de presentar en 2023 una solicitud de extracción comercial en nombre de su entidad patrocinada NORI. Dicha solicitud se juzgará en función de las normas de explotación minera de los fondos marinos que existan en ese momento, sean definitivas o no.
Zona de interés minero en que se encuentra la isla de Nauru.

Más de una docena de países, como Rusia, Reino Unido, India y China, tienen contratos de exploración de 15 años. El gobierno de la India ha reservado recientemente 544 millones de dólares para impulsar las inversiones del sector privado y la investigación tecnológica en esta industria. Pero Nauru está tomando la delantera en parte porque los dirigentes del país creen que pueden beneficiarse de ser los primeros.

El interés internacional por la explotación minera de los fondos marinos se ha avivado gracias a la combinación de nuevos avances en robótica, cartografía informática y perforación submarina, junto con precios históricamente altos pero fluctuantes de las materias primas. Se dice que las empresas mineras de todo el mundo están buscando nuevas fuentes tras haber agotado gran parte de las reservas de fácil acceso del mundo. Los metales que buscan se utilizan en imanes, baterías y componentes electrónicos para teléfonos inteligentes, aerogeneradores, pilas de combustible, coches híbridos, convertidores catalíticos y otros aparatos de alta tecnología. Estos metales se encuentran habitualmente en tierra firme, pero algunos temen que no sean suficientes.
Mapa interactivo señala los lugares del mundo donde se están llevando a cabo sondajes de exploración minera submarina.


“Con la disminución de los recursos en tierra, con el crecimiento exponencial de la demanda y la escasez en circulación (reciclaje), es necesario encontrar fuentes alternativas de metales críticos necesarios para permitir la transición energética hacia economías de carbono cero”, defiende Bramley Murton, investigador marino del Centro Nacional de Oceanografía del Reino Unido. En conjunto, se estima que los nódulos del fondo oceánico contienen seis veces más cobalto, tres veces más níquel y cuatro veces más itrio que en tierra firme.

Empresas mineras como The Metals Company —una compañía canadiense antes conocida como DeepGreen— hacen hincapié en el impacto destructivo para el medio ambiente de la minería terrestre y afirman que labrar el fondo marino es una opción mucho mejor. “El único camino hacia los metales sostenibles es acumular suficientes reservas de metal para pasar de los metales extraídos a los reciclados», señaló Dan Porras, jefe de comunicación y marca de la empresa, a Bloomberg News. “Nuestro objetivo declarado es inyectar suficientes existencias de metal primario en el sistema para permitir este cambio y salir de la extracción primaria lo antes posible”.

Las mineras se centran especialmente en una parcela específica del mar que se extiende desde Hawai hasta México y que colinda con la zona económica exclusiva de Nauru. Se calcula que el fondo oceánico bajo esa zona, conocida como Zona Clarion-Clipperton, contiene metales valorados entre 8 y 16 billones de dólares.

Nauru se ha asociado con NORI, que es propiedad de The Metals Company, para explorar esta zona. «Estamos orgullosos de que las naciones del Pacífico hayan sido líderes en la industria de los minerales de aguas profundas», declaró un escrito del representante de Nauru enviado a ISA.

Los científicos han medido de forma conservadora el impacto de las licencias de explotación minera de 20 años. Cada una de estas licencias permitirá la extracción directa de unos 8.000 kilómetros cuadrados del fondo del mar y afectará «fácilmente» a otros 8.000-24.000 kilómetros cuadrados de la vida del lecho marino circundante por las plumas de sedimento generadas por la explotación del suelo. Investigadores de la Universidad de Hawaii en Manos y otras instituciones estiman que las «especies obligadas a los nódulos» —los animales que viven en los nódulos o, como los pulpos de aguas profundas, que los necesitan para sobrevivir— tardarán millones de años en recuperarse e incluso los animales que viven en el sedimento circundante pueden tardar entre cientos y miles de años en recuperarse del impacto de la minería.

Algunos stakeholders también se muestran escépticos. En marzo, decenas de empresas -entre ellas BMW, Volvo Group, Samsung y Google- se comprometieron a no abastecerse de minerales de los fondos marinos. En su último informe mundial, la Agencia Internacional de la Energía, organismo mundial que asesora a los países en materia de política energética, concluyó que las máquinas de extracción de los fondos marinos «a menudo causan perturbaciones en el lecho marino, lo que podría alterar los hábitats de las profundidades y liberar contaminantes… remover los sedimentos finos, también podría afectar a los ecosistemas, que tardan mucho tiempo en recuperarse”.

En junio, el Parlamento Europeo pidió una moratoria sobre la minería submarina y solicitó al poder ejecutivo de la Unión Europea que dejara de financiar la tecnología para impulsar esta actividad.

Años atrás, en 2019, el Comité de Auditoría Medioambiental de la Cámara de los Comunes del Reino Unido concluyó que la minería de aguas profundas tendría “impactos catastróficos en el fondo marino”, que el hecho de que la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos se beneficie de los ingresos procedentes de la concesión de licencias mineras supone “un claro conflicto de intereses” y que “el caso de la minería de aguas profundas aún no se ha demostrado”.

Algo que preocupa a los críticos de la minería del fondo marino es que las gigantescas máquinas de succión, trituración y recolección de la industria levanten enormes y asfixiantes nubes de sedimentos —tanto a lo largo del lecho marino como en lo alto de la columna de agua— que bloqueen la luz, desplacen el oxígeno, produzcan cantidades nocivas de contaminación acústica y dispersen toxinas que dañen la biodiversidad, afectando en última instancia a toda la cadena trófica. Esta contaminación, argumentan, podría suponer una amenaza para la seguridad alimentaria de los países en desarrollo y costeros, cuyas poblaciones de peces y otras especies del fondo del mar quedarían diezmadas.

“Necesitamos mucho más tiempo para que se lleven a cabo investigaciones, no por parte de las empresas mineras, sino por parte de especialistas en fondos marinos que sean independientes”, asevera Kelvin Passfield, director de la Sociedad Te Ipukarea en las Islas Cook. Como Te Ipukarea, organizaciones sin ánimo de lucro de Fiyi, Vanuatu y otros lugares de las islas del Pacífico temen el impacto que estas plumas tendrán sobre los pescadores locales y sobre su seguridad alimentaria.

Otros críticos consideran que la explotación minera submarina es una especie de esquema ponzi destinado a atraer capital de riesgo a pesar de que sigue sin estar claro que dicha inversión genere dinero a largo plazo. En una carta enviada el 1 de julio a la Comisión del Mercado de Valores de Estados Unidos, varios grupos de vigilancia ambiental y financiera pidieron una investigación federal sobre The Metals Company (entonces todavía se llamaba DeepGreen). Alegaban que la empresa había exagerado en los documentos federales la rentabilidad potencial y no había revelado las quiebras anteriores ni los costes probables para los inversores de los riesgos medioambientales potencialmente catastróficos de la explotación de los fondos marinos.

Matthew Gianni, cofundador de la Coalición para la Conservación de las Profundidades Marinas, mantiene que las empresas mineras del fondo oceánico están intentando vender una falsa decisión entre tener que extraer cobalto y níquel en tierra o en las profundidades marinas, mientras que afirman que se necesitan cientos de millones de toneladas de estos metales para construir baterías para vehículos eléctricos y otras tecnologías de almacenamiento de energía renovable. “No necesitamos construir baterías ni con níquel ni con cobalto. Tesla y BYD, el segundo mayor fabricante de vehículos eléctricos del mundo, están fabricando coches con baterías de fosfato de hierro y litio, con poco o ningún níquel o cobalto, que se están vendiendo inesperadamente bien«, explica. Un mejor diseño de los productos, el reciclaje y la reutilización de los metales que ya están en circulación, la minería urbana y otras iniciativas de la economía circular —aduce— pueden reducir enormemente la necesidad de nuevas fuentes de metales.

Las profundidades marinas, que en su día se consideraban relativamente inertes, son ahora concebidas por la mayoría de los científicos como un entorno rico en especies y poblado por criaturas que prosperan en condiciones que parecen imposibles de alcanzar. Sin embargo, gran parte de la biodiversidad del fondo oceánico es especialmente vulnerable a los cambios, pues su hábitat, muy alejado de la superficie, rara vez se ve perturbado.
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Los océanos ya se enfrentan a una lista abrumadora de amenazas, que van desde la sobrepesca, las pruebas de sonar, los vertidos de petróleo y la contaminación por plásticos hasta el aumento del nivel del mar y de la temperatura, la acidificación, el agotamiento del oxígeno, las floraciones de algas y las redes fantasma. A esto hay que añadir las tensiones adicionales a las que se enfrenta la biodiversidad del fondo marino: los cables de Internet, la pesca de arrastre de fondo, la búsqueda de tesoros, las perforaciones de petróleo y gas, el blanqueamiento de los corales o el hundimiento de las plataformas de perforación retiradas, entre otras. En 2019, la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES) publicó su informe de Evaluación Global, en el que se estimaba que un millón de especies están en peligro de extinción, y muchas de ellas desaparecerán en las próximas décadas a menos que revirtamos los factores que impulsan la pérdida de biodiversidad.

Uno de los mayores retos para avivar la preocupación por este tipo de minería es que los fondos de los océanos estén tan alejados —geográfica, emocional e intelectualmente— del público que se beneficia de ellos. La mayor parte de los fondos marinos del mundo, un lugar mítico y misterioso, ni siquiera está cartografiada. Mucho menos se conoce o se gobierna con solidez. En las profundidades de la línea de flotación siempre está oscuro, y muchos de sus habitantes suponen un desafío para su clasificación en la taxonomía tradicional de animales, plantas y minerales.

Ninguna solución a un problema tan complejo como la crisis climática se producirá sin que se tomen decisiones difíciles y se asuman costes elevados, sobre todo cuando el público mundial intente desprenderse de los combustibles fósiles. Lo difícil, sin embargo, es averiguar cómo dar un paso adelante sin retroceder tres.
* Ian Urbina y Marta Montojo trabajan en The Outlaw Ocean Project, una organización periodística sin ánimo de lucro con sede en Washington DC que se centra en los asuntos medioambientales y de derechos humanos que ocurren en el mar a nivel global.
https://www.eldesconcierto.cl/medio-ambiente-y-naturaleza/2021/10/26/voces-criticas-cuestionan-los-beneficios-climaticos-de-la-mineria-submarina.html

Argentina, Internacional, Litio

La china Zijin comprará minera canadiense centrada en el litio en Argentina

11/10/2021
Shanghái (China), 11 oct (EFE).- Zijin Mining, uno de los mayores productores de oro y cobre de China, anunció un acuerdo para adquirir la totalidad de la canadiense Neo Lithium, centrada en la explotación de su mina de litio de Tres Quebradas, en la provincia noroccidental argentina de Catamarca.

En un comunicado remitido anoche a la Bolsa de Hong Kong, donde cotiza, la compañía indica que comprará todas las acciones de Neo Lithium por unos 960 millones de dólares canadienses (770 millones de dólares, 666 millones de euros).

Zijin pagará 6,5 dólares canadienses (4,81 dólares, 4,16 euros) en efectivo por cada título, lo que supone un aumento del 18 % con respecto al último precio de cierre de Neo Lithium en la Bolsa de Toronto.

La operación todavía está pendiente de la aprobación por parte de los reguladores chinos y canadienses, así como de los accionistas de Neo Lithium, y Zijin advierte de que su consecución todavía «está sujeta a incertidumbres».

De cualquier forma, las acciones de Zijin en Hong Kong se dispararon hoy: pasadas las 14.30 hora local (06.30 GMT) la subida era del 8,4 %.

El principal activo de Neo Lithium es el citado proyecto de Tres Quebradas, que controla a través de su subsidiaria local Liex, cuyos equipos directivos y de trabajo se mantendrán igualmente en sus puestos tras la operación.

El proyecto se basa en la explotación de lagunas de salmuera ricas en litio situadas a unos 30 kilómetros de la frontera con Chile, a unos 4.100 metros sobre el nivel del mar.

«Creemos que ya es momento de que nuestro proyecto pase a la fase de construcción y producción de la mano de Zijin», apuntó recientemente el presidente y consejero delegado de Neo Lithium, Waldo Pérez.

Según los estudios preliminares, se espera que Tres Quebradas produzca unas 20.000 toneladas anuales de carbonato de litio apto para baterías -por ejemplo, de vehículos eléctricos- a lo largo de unos 35 años.

El potencial, apunta el comunicado, es incluso mayor: «A través de la adopción de la tecnología de evaporación, es posible que el lago de salmuera produzca entre 40.000 y 60.000 toneladas de carbonato de litio por año».

El pasado mes de junio, Neo Lithium fue capaz de producir carbonato de litio apto para baterías con una tasa de pureza del 99,891 % en una de las instalaciones piloto que ha construido en el área, que se componen de dos salinas donde se evapora el agua y una planta con una capacidad de producción anual de 40 toneladas.

Zijin espera efectuar una inversión inicial de unos 319 millones de dólares (276 millones de euros), con un período estimado para el retorno -sin contar lo pagado por la adquisición de la empresa ni el tiempo de construcción- de 1,7 años.

«El proyecto tiene un gran volumen de recursos, con el potencial para expandir su capacidad de producción y las condiciones para que se convierta en una base de producción de lago de salmuera (rica en litio) a gran escala y de nivel mundial», apunta la minera china.

Asimismo, según el comunicado, el desarrollo del proyecto de Tres Quebradas «hará contribuciones significativas al desarrollo económico y social de la comunidad y de la provincia de Catamarca».

Según la información que Zijin ofrece en su página web, la minera china tiene ya presencia en Sudamérica a través de las minas de oro de Buriticá (Colombia) y Aurora (Guyana) y de la de cobre de Río Blanco (Perú).
https://www.eldiario.es/economia/china-zijin-compra-minera-canadiense-centrada-litio-argentina_1_8385686.html

Internacional, Litio

Albemarle compra la empresa china de litio Tianyuan por 200 millones de dólares

NS Energy
04/10/2021
Instalación de Albemarle en Amsterdam-Noord.
Litio
Albemarle, a través de su filial Albemarle Lithium UK, ha acordado la adquisición de Guangxi Tianyuan New Energy Materials, con sede en China, para ampliar su capacidad de producción de litio.

Según los términos del acuerdo, la compañía comprará todo el capital pendiente de los accionistas de Tianyuan por unos 200 millones de dólares, sujeto a ciertos ajustes.

Se espera que la transacción se cierre a principios de 2022, sujeta a las condiciones habituales de cierre.

El director general de Albemarle, Kent Masters, dijo: «La adquisición de Tianyuan, que posee y opera una planta de procesamiento de litio recién construida, se alinea con nuestra estrategia de perseguir un crecimiento rentable en línea con la demanda de los clientes».

«Este será un componente clave de nuestra próxima ola de proyectos diseñados para aumentar nuestra capacidad de conversión de una manera eficiente en términos de capital en los próximos años».

«A medida que la transición mundial hacia una energía más limpia se desarrolla rápidamente, esta capacidad de litio añadida nos permitirá ayudar a nuestros clientes a alcanzar sus ambiciones de crecimiento y sostenibilidad.»

Fundada en 2017, Tianyuan es un procesador de litio. Recientemente ha construido una planta de procesamiento de litio estratégicamente ubicada cerca del Puerto de Qinzhou en Guangxi.

La instalación de procesamiento está diseñada con una capacidad de conversión anual de hasta 25.000 toneladas métricas de LCE y es capaz de producir carbonato de litio e hidróxido de litio de grado de batería.

El proyecto está actualmente en fase inicial y se espera que comience la producción comercial en la primera mitad de 2022.

Albemarle es un fabricante de productos químicos con sede en Carolina del Norte, dedicado a operaciones relacionadas con el litio, las especialidades de bromo y los catalizadores.

A principios de este año, la empresa anunció sus planes de duplicar la producción en sus instalaciones de Silver Peak, en Nevada (Estados Unidos), durante los próximos cinco años.

Se espera que invierta entre 30 y 50 millones de dólares de aquí a 2025 para ampliar la capacidad de la planta, donde el litio se extrae de las salmueras de la cuenca de Clayton Valley.

En septiembre del año pasado, Albemarle fue seleccionada por el Departamento de Energía de EE.UU. (DOE) como socio fundamental para dos proyectos de investigación sobre el litio, a través de una convocatoria del Battery Manufacturing Lab.
Noticia tomada de: NS Energy / Traducción libre del inglés por World Energy Trade
https://www.worldenergytrade.com/metales/litio/albemarle-compra-la-empresa-china-de-litio-tianyuan-por-200-millones-de-dolares

Internacional, Litio

Crean la Asociación Internacional del Litio

El litio es fundamental para establecer un cambio energético, expresó el presidente de la nueva asociación internacional. | Foto: Proactivo
01/10/2021
por Carolina Vásquez Araya
Los cinco integrantes fundadores son SQM, Ganfeng Lithium, AMG Brasil, Orocobre y Pilbara Minerals.

Cinco mineras que representan en conjunto más de la mitad de la producción mundial de litio formaron este jueves la Asociación Internacional del Litio (ILiA), con sede en la ciudad de Londres, en Reino Unido.

Dicha agrupación subrayó en un comunicado que “de las muchas aplicaciones de las baterías de litio, los vehículos eléctricos y las soluciones de almacenamiento de energía son, con diferencia, los sectores más importantes y de mayor crecimiento”.

Los objetivos principales de la ILiA, precisaron sus organizadores, son convertirse en una fuente confiable de información sobre el litio, así como abordar de manera efectiva los desafíos claves que enfrenta la industria.

Los cinco integrantes fundadores son SQM, Ganfeng Lithium, AMG Brasil, Orocobre y Pilbara Minerals, los cuales abordarán según informaron los desafíos para la transición energética.

La nueva organización tiene como primer presidente al experto internacional Anand Sheth, quien manifestó que el litio es fundamental para establecer un cambio energético a medida que el mundo avanza hacia el cero neto carbono.

El aumento de las ventas de vehículos eléctricos alimentados por baterías recargables de iones de litio puede ser una alternativa contra la contaminación, siempre y cuando no se encarezca el producto y pueda socializarse incluso a los países en vía de desarrollo.
https://www.telesurtv.net/news/crean-asociacion-internacional-litio–20210930-0034.html

Internacional

LANZAN UN INFORME PARA AVANZAR HACIA UN MUNDO SIN MINERÍA

18/09/2021
¿Es posible imaginar un mundo sin minería? Eso es lo que se propone el informe El fin de la minería, lanzado por Ecologistas en Acción. El documento es un ejercicio de prospectiva y está escrito desde un futuro imaginado en 2050, para contarnos lo que nos deparan las tres próximas décadas.
Fuente: ecologistas en acción
El informe «El fin de la minería» invita a imaginar un mundo sin minería en un momento el que están surgiendo centenares de nuevos proyectos mineros en el Estado español.
La minería es una de las industrias más contaminantes del mundo y una de las principales responsables del cambio climático.
La organización ecologista advierte que las políticas de circularidad continuarán fracasando mientras no se considere seriamente la necesidad de dejar los minerales en el suelo.
En un momento en el que están surgiendo centenas de nuevos proyectos mineros en toda la geografía del Estado, el informe explora las contradicciones del discurso dominante acerca de la imposibilidad de vivir sin más minería.

Ecologistas en Acción considera fundamental invitar a imaginar un mundo sin minería (o al menos con mucha menos, en lugar de ir a más) para que las imágenes positivas del futuro ayuden a la ciudadanía, a los movimientos sociales y a responsables políticos a tomar medidas.

El informe, lejos de la ciencia ficción, presenta una nueva narrativa del futuro construida sobre las evidencias científicas disponibles. Para ello, analiza las alternativas existentes y emergentes como el fin de la obsolescencia programada y el aumento de la reparación, reutilización y refabricación de bienes, el cambio hacia los sistemas de energía distribuida y comunidades energéticas, o los sistemas de movilidad menos dependientes del coche particular. Estas y muchas otras transformaciones serán fundamentales en una transformación hacia sociedades que se alejen del mito del crecimiento y que estén basadas en el bienestar y las necesidades reales.

Entre otros ejemplos, el informe presenta los avances en campos como la fitominería –la extracción de metales en suelos contaminados mediante plantas y hongos hiperacumuladores– o la investigación sobre baterías de proteínas sin metales que haría innecesaria la minería para baterías.

Pero más allá de estas soluciones técnicas, El fin de la minería muestra cómo se está minando en los sitios equivocados. Solo en la UE hay más de 500 millones de teléfonos acaparados en cajones, con un valor de 1.300 millones de euros en oro, plata, platino, paladio y cobre recuperables.

Aunque extraer metales como el cobre o el oro de los residuos electrónicos es hasta 13 veces más barato que extraerlos de las minas convencionales, el informe pone el dedo en la llaga al advertir, como una de las razones del fracaso de las políticas de circularidad, que ninguna ha considerado seriamente la necesidad de dejar los minerales en el suelo y en el fondo marino. Algo que sí se ha entendido en otros ámbitos, como con la necesidad de abandonar combustibles fósiles como el carbón.

Una industria netamente destructiva
A pesar de sus esfuerzos por posicionarse –de la mano de las energías renovables y los vehículos eléctricos– como una industria verde y sostenible, la minería es una de las industrias más contaminantes del mundo y una de las principales responsables del cambio climático.

La producción de siete metales –hierro, aluminio, cobre, zinc, plomo, níquel y manganeso– es responsable del 7 % del total de las emisiones de gases de efecto invernadero y una de las principales causas de violaciones de los derechos humanos, inestabilidad política y desplazamientos forzados en el Sur global.

Pero, como enfatizan en Ecologistas en Acción, «la buena noticia es que se puede dejar atrás la economía lineal, de usar y tirar, centrada en el consumo excesivo y el crecimiento del PIB, para pasar a una economía circular centrada en la suficiencia, el bienestar y la distribución justa y equitativa». El informe El fin de la minería avanza cuáles pueden ser algunos de los caminos en esa dirección que pueden ayudar a nuestras sociedades a un cambio de narrativa en el momento actual de resistencia frente al emergente boom minero.

Metales: los combustibles fósiles del siglo XXI
La transición hacia una sociedad neutra en carbono se está centrando en gran medida en soluciones tecnológicas e innovaciones tales como el cambio a gran escala a las energías renovables, la sustitución por vehículos eléctricos de 1.400 millones de coches de gasolina y diésel y la digitalización de nuestras sociedades y economías. Sin embargo, el modelo económico subyacente permanece prácticamente inamovible: extraer, consumir, desechar. Un modelo que favorece al Norte Global con un consumo incesante y excesivo y que persigue un eterno crecimiento económico a expensas de la naturaleza.

Las llamadas tecnologías e infraestructuras verdes conllevan un aspecto esencial que nos es familiar: todas requieren grandes cantidades de metales y minerales. Esto implica la apertura de más y más minas, exacerbando las consecuencias medioambientales y sociales del extractivismo. Los metales se han convertido así en el combustible fósil del siglo XXI.

Cada año la minería avanza hacia nuevas fronteras e invade más espacios naturales y comunidades de todo el mundo. En tierra firme, la exploración se adentra cada vez más en el subsuelo y devora las pocas zonas vírgenes que aún nos quedan. Como ejemplo, en lugar de servirnos como advertencia, el rápido deshielo del Ártico está alentando la minería polar, haciendo que lugares antes inalcanzables sean ahora considerados económicamente viables.

La bióloga marina Sylvia Earle, reconocida a nivel mundial, ha calificado la minería submarina como «la mayor apropiación de tierra de la historia de la humanidad» y, de hecho, los fondos marinos se han convertido en la última frontera para la minería en la Tierra. Ya se han reservado más de 1,3 millones de kilómetros cuadrados de fondos oceánicos para la exploración minera. A pesar de que los científicos están advirtiendo sobre la pérdida irreversible de biodiversidad a gran escala que esto supondría, algunos países y empresas tienen la intención de comenzar a minar en aguas internacionales a partir de 2023.

Ante este incesante impulso hacia la extracción, se nos plantean algunas preguntas existenciales. ¿Puede la humanidad permitirse la pérdida de grandes extensiones de naturaleza, tanto en tierra firme como en los fondos marinos, para alimentar una economía de «crecimiento verde» que solo beneficiará a unos pocos en el Norte Global? ¿Debemos seguir dando espacio a las economías extractivas en el siglo XXI? ¿Podemos imaginar una sociedad capaz de combatir el cambio climático y el colapso ecosistémico al mismo tiempo que deja atrás la extracción de recursos?

Objetivo de este informe: reconsiderar los metales y la minería
Informes recientes del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) y de la Plataforma Intergubernamental Científico-normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES, también por sus siglas en inglés) han alertado al mundo acerca del devastador impacto de la actividad humana sobre la naturaleza y el clima. La solución es difícil pero clara: un cambio transformador.

Este informe propone algunos itinerarios posibles para llevar a cabo este cambio transformador. Representa una visión científica, basada en evidencias, de un mundo en el que la minería terrestre ha quedado obsoleta y las profundidades marinas están protegidas frente a la invasión minera. Ofrece una alternativa al enfoque continuista aplicado en la mayoría de los escenarios globales planteados acerca de la futura demanda de metales (Banco Mundial2, Panel Internacional de los Recursos3, Agencia Internacional de la Energía4, Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos5), que presuponen un crecimiento continuo del consumo y la producción expresado como Producto Interior Bruto (PIB).

Por lo general, estos escenarios de crecimiento predicen al menos una duplicación o cuadruplicación de la demanda de metales para 2050 o 2060. Romper con esta visión continuista y vislumbrar un futuro diferente es clave para elaborar políticas efectivas que puedan prevenir este esperado despliegue de la minería.

Este informe toma el año 2050 como punto de referencia. Este desplazamiento temporal permitirá al lector-participante adentrarse en la enorme transición hacia una sociedad mucho menos intensiva en recursos, equipada para hacer frente a los impactos del cambio climático, para revertir la pérdida de biodiversidad del siglo anterior y para liberarse de la extracción de recursos.

El informe está estructurado de la siguiente manera:

2050: un mundo post-minería nos traslada a una visión alternativa del futuro;
2020: el momento crítico de la minería explica algunas de las tendencias actuales, ayudando al lector a comprender el cambio que se avecina;
Semillas del cambio destaca los numerosos cambios y las nuevas formas de actuación ya presentes en 2020 y que permitieron que se produjera la transformación;
Una brújula para el futuro profundiza en el cambio de paradigma alejado de la minería de la década de 2020;
El taller «Imaginar un mundo sin minería» presenta un concepto de taller en el que se visualizan diversos itinerarios hacia un futuro sin minería, animando al lector a adoptar sus propias vías de actuación.
Empecemos pues por proyectarnos hacia el año 2050, un mundo en el que la minería se ha convertido en algo del pasado, y veamos cómo hemos llegado hasta aquí visitando las semillas del cambio que ya están brotando en 2020.

Un documento para leer, analizar, debatir y construir alternativas. https://noalamina.org/wp-content/uploads/2021/09/El_fin_de_la_mineria_es.pdf

Lanzan un informe para avanzar hacia un mundo sin minería

Internacional

Un mundo sin minería: un objetivo necesario que debemos atrevernos a imaginar

Silvia Román
18/09/2021
En los últimos años no dejamos de ver noticias relacionadas con la descarbonización de la economía que omiten cualquier cuestionamiento del modelo de crecimiento constante que dirige actualmente el destino de nuestras sociedades. Algunos van aún más lejos y utilizan el dogma de la solución tecnológica como base para hablar de un desacoplamiento de la economía y los recursos naturales, postulando, de forma contraria a cualquier principio natural, que seremos capaces de crecer indefinidamente en el número de bienes y servicios que ofrecemos y consumimos sin que ello repercuta de manera relevante en los ecosistemas que habitamos.

Sin embargo, la realidad no deja de desmentir estas propuestas. No es ninguna novedad que la transición a las energías renovables y la paulatina electrificación de diversos sectores va a venir acompañada de un uso intensivo de materias primas, en concreto de ciertos metales indispensables para las nuevas tecnologías. Tampoco es ninguna novedad que en paralelo a este incremento de la demanda prevista de materias primas se está dando alas a nuevos proyectos mineros, entre ellos algunos que podrían traer consigo gravísimas consecuencias medioambientales, como la minería de los fondos oceánicos, otros que tras el oxímoron de minería sostenible esconden las mismas prácticas de siempre y, por último, algunos con tintes más extravagantes, como la minería de asteroides o la minería lunar.

Estudios recientes[1] muestran que las actividades mineras dirigidas específicamente a la producción de energía renovable exacerbarán las amenazas a la biodiversidad en todo el planeta. Se calcula que una extensión de hasta 50 millones de km2 de la superficie terrestre podría verse afectada por estas actividades extractivas, incluyendo áreas protegidas y algunas de las pocas zonas vírgenes que aún quedan en el globo. Las consecuencias inmediatas ya las conocemos: degradación del suelo debido al drenaje ácido de las minas, deforestación, estrés hídrico y contaminación. Parece así que el proyecto de la transición energética sigue obviando que el paradigma extractivista no es ya una estrategia viable para asegurar el bienestar de nuestras sociedades y la conservación del medioambiente.

Así, mientras las élites globales responsables de las grandes decisiones habitan en esta contradicción por una notable falta de audacia, la población asiste confusa a un goteo constante de catástrofes naturales y acontecimientos biológicos de alcance global que nos sume a todos en un inquietante dilema: ¿somos capaces de imaginar un futuro mejor o vivimos presos de visiones distópicas que atenazan nuestra capacidad para actuar? Pues bien, imaginar un futuro mejor es el ejercicio que nos proponen Joám Evans Pim y Ann Dom (Seas at Risk) en el informe recién publicado Breaking free from mining (disponible en castellano como Un mundo sin minería).

En este concienzudo trabajo, los autores nos hacen soltar amarras desde este presente atenazador hacia un 2050 en el que ya ha tenido lugar un cambio verdaderamente transformador. Nos hacen situarnos en este futuro propicio e investigar cómo hemos llegado hasta él, qué cambios fueron necesarios, qué decisiones clave hubo que tomar y cómo de cerca tuvimos que estar del abismo para retroceder.

Con una acertada combinación de rigor e imaginación, el informe hace un pormenorizado repaso a la bibliografía más reciente y los datos más reveladores publicados por organizaciones como el Banco Mundial, el Panel Internacional de los Recursos, la Agencia Internacional de la Energía o la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos para llegar a la conclusión de que los escenarios propuestos por estas instituciones se aferran a un tecno-optimismo que evita cuestionarse el modelo de crecimiento constante actual y fía nuestra suerte a las cartas de la eficiencia y la innovación.

Sin embargo, nos muestran los autores, la solución tecnológica no será suficiente. Es cortoplacista y superficial, y en muchos casos ha demostrado ser una propuesta que refuerza el paradigma extractivista con el fin de sostener un crecimiento verde que solo beneficia a los países y regiones hiperdesarrolladas. La demanda de sistemas de almacenamiento de energía para el aprovechamiento de las renovables, los vehículos eléctricos, la digitalización, la urbanización y un aumento general en el consumo de recursos entre una población siempre creciente evidencian la insostenibilidad de un sistema aferrado al crecimiento del PIB como parámetro de referencia de lo que es una sociedad próspera. La pregunta clave entonces es la siguiente: ¿somos capaces de imaginarnos un modelo más viable que el del extractivismo?

La respuesta puede estar más cerca de lo que imaginamos. Muchas de las semillas del cambio de las que habla el informe ya están arraigando. Tímidamente, quizás, pero también es cierto que la pandemia de COVID ha tenido un efecto sensibilizador que seguramente promueva cambios antes de lo pensado. Iniciativas en el ámbito de la economía circular, la tecnología, la eficiencia y la innovación son pasos importantes si se dan en la dirección correcta. Pero el verdadero cambio debe ser más profundo. Deberá desafiar las estructuras económicas vigentes y orientarse hacia una economía centrada en la suficiencia antes que en la eficiencia, en la desaceleración controlada, en el bienestar de todos los pueblos y en una distribución justa y equitativa de los recursos.

Desde este futuro posible del 2050, el informe repasa los que fueron cambios fundamentales para llegar allí. Cambios en la producción y el consumo de energía, en los sistemas de movilidad, en la obsolescencia programada y la percibida, la gestión de residuos, las nuevas formas de pensar las ciudades, el mundo rural, las viviendas y, en general, una nueva forma de vivir el espacio y el tiempo más humana, alejada de muchas de las concepciones patológicas del mundo actual.

En el ámbito particular de la minería, el informe incide en la importancia que tendrán en el futuro las materias primas secundarias, esto es, los materiales recuperados de los desechos electrónicos, residuos de la construcción, vertederos urbanos… Es la llamada minería urbana y de residuos, una vía que merece la pena explorar en un momento en que la cantidad de algunos materiales ya extraídos del subsuelo es equivalente o incluso mayor a la que permanece sin extraer (es el caso del cobre, del que un 50% de las reservas globales ya está sobre la superficie terrestre). En nuestros cajones y vertederos residen olvidados materiales que podrían aliviar la necesidad de minar la tierra.


Reciclaje de metal en Eugene, Oregón (EE. UU.). Fuente: Wikimedia Commons.
El informe abunda en referencias imprescindibles que por sí mismas dibujan un escenario de evidencias, propuestas y lecturas de una sociedad actual sin velos, sin cortinas de humo, sin descaradas estrategias de greenwashing. La minería sostenible, la compensación ecológica y otros términos de reciente cuño apenas esconden posturas instaladas en un modelo fracasado que solo ha servido para beneficio de una minoría global. Las actividades extractivas destruyen el entorno en el que trabajan. No hay compensación posible cuando se habla de trabajo infantil, de condiciones laborales mortales, de explotación de personas y violaciones de derechos humanos. Resulta obsceno ver cómo los lobbies y corporaciones de esta industria presionan a los políticos en busca de nuevas zonas de sacrificio con vanas promesas de creación de empleo, progreso y desarrollo que nunca llegan a materializarse.

Como aportación personal a este completo trabajo de Joám Evans Pim y Ann Dom, me gustaría incidir en dos realidades que creo habrá que tener muy en cuenta en los próximos años. La primera se refiere a las políticas de innovación de la Unión Europea y la financiación asociada a las mismas. Desde programas como Horizonte 2020 e instituciones como EIT RawMaterials se han venido financiando proyectos relacionados con las materias primas con escaso o ningún interés en promover soluciones medioambientalmente viables. Más bien parece que se estuvieran buscando nuevas periferias dentro de la Unión Europea de las que extraer la poca riqueza que aún queda. Sus actores, en la mayoría de los casos representantes de la industria minera acompañados de políticos regionales que hacen de embajadores para estas corporaciones, utilizan un desgastado discurso que culpabiliza al ciudadano haciéndole ver que es necesario seguir minando la tierra para satisfacer sus necesidades materiales. ¡Cuántas veces habré asistido al argumento falaz de que la minería en suelo europeo es necesaria porque todos queremos tener un teléfono móvil en nuestros bolsillos!

La segunda reflexión que me gustaría hacer está referida a algunas de las propuestas actuales dirigidas a un futuro con modos de vida más sencillos, con consumos suficientes y no exorbitados como los actuales. Algunas de las más habituales incluyen la reducción de las horas y días de trabajo, el cambio de la propiedad de coches o viviendas al uso compartido, la reducción de los viajes, la reparación antes que la compra de nuevos productos, etc. Me inquieta pensar que estas mismas propuestas que deberían funcionar en un futuro mejor para todos se conviertan en distopías para una parte de la población distorsionadas bajo el paradigma neoliberal. ¿Se convertirán estas ideas en una vida en precario para una parte de la sociedad (sin trabajos estables, sin posibilidad de acceder a vivienda o bienes básicos, sin acceso a actividades de ocio) no como fruto de una elección sino de una desigualdad creciente? ¿Cómo distinguir cuándo estamos defendiendo una idea que nos llevará a un futuro mejor de una que, con el mismo resultado, solo implique precariedad en una sociedad dual de clases medias acomodadas y consumistas por un lado y clases bajas en riesgo constante de pobreza por otro?

Lo que parece claro es que la suciedad debajo de la alfombra no es tecnológica, sino política y social, de convivencia y de valores. No hay solución tecnológica que enderece los resultados de un modelo político y económico regido por los principios del crecimiento constante y la competitividad. ¿Somos entonces capaces de imaginar un futuro mejor para todos? En mi humilde opinión creo que no debemos tener en mente una utopía a la que llegar, sino un mundo por el que trabajar con constancia y convicción. Como advierte el sociólogo Hartmut Rosa en su obra Alienación y aceleración, “la lógica de la competencia y la aceleración no tiene ningún freno o límite interno”. De esta ausencia de frenos o límites internos nos hablaba también Max Weber al afirmar que el capitalismo no llegaría a su final antes de que “la última tonelada de mineral se funda con la última tonelada de carbón”. No podemos sentarnos a esperar que llegue el fin de un orden económico que por sí mismo no será capaz de parar. Por eso es tan importante actuar, empezando por deshacernos mentalmente de distopías paralizantes y atrevernos a imaginar.
Casdeiro, after Tony Hisgett & ELG21
Notas
[1] Sonter, L.J., Dade, M.C., Watson, J.E.M. et al. Renewable energy production will exacerbate mining threats to biodiversity. Nat Commun 11, 4174 (2020). https://doi.org/10.1038/s41467-020-17928-5

Un mundo sin minería: un objetivo necesario que debemos atrevernos a imaginar

Internacional

Pedralba amanece con un ataque vandálico para protestar contra la mina a cielo abierto

16/09/2021
El pasado 6 de septiembre han aparecido varias pintadas vandálicas en contra del proyecto minero Valtreixal en Pedralba de la Pradería. Un proyecto que impondría una posible futura mina de estaño y wolframio en plena reserva de la biosfera con una explotación de 248 hectáreas a cielo abierto y contra la que la Plataforma Calabor «está luchando de manera cívica y pacífica».

Es por ello que desde Plataforma Calabor y Stop Mina Sanabria quieren posicionarse públicamente en contra de estas actuaciones con las que los integrantes de la plataforma «no nos sentimos identificados». Estas pintadas han aparecido en varios puntos en la carretera entre Pedralba y la frontera de Calabor con Portugal, sobre los paramentos protectores de hormigón. En las pintadas se pueden leer avisos como “Stop Mina. T. Alcalde 0”, «Stop Mina, échale huevos” o “T. Alcalde dimisión”. Este tipo de actos son rechazados tanto por la corporación municipal como por los integrantes de la Plataforma Vecinal Calabor, que se dedica a concienciar a la ciudadanía sobre la inconveniencia de crear una mina en un entorno de valores ambientales tan destacables.

El trabajo de información que desarrolla la plataforma está basado en «dar información verídica» sobre la minería a cielo abierto. Para ello, se desarrollan distintas actividades y acciones pacíficas respetando y valorando el fomento de la convivencia. Acciones como la mesa redonda por vía telemática del 31 de noviembre del 2020, la presentación del libro “Ábrete, cielo” y la charla informativa en Calabor del día 19 de diciembre de 2020 o la marcha reivindicativa “Andar contramina” desde Santa Cruz de Abranes a Calabor del pasado 4 de julio.

Los integrantes de Plataforma Calabor proponen otras alternativas para la zona, con modelos de desarrollo basados en los recursos propios de la agricultura y ganadería, el turismo en sus distintas modalidades, tales como el turismo rural, la observación y disfrute del medio ambiente, los espacios naturales, el agua, la apicultura, etc. «Además existen ya proyectos importantes en este sentido en la zona que sufrirían o perderían sus valores básicos como el Balneario de Calabor, que ve peligrar un agua minero-medicinal, los apicultores y labradores de Calabor y alrededores, incluyendo la parte portuguesa que también sufriría con la apertura de la mina, especialmente el parque natural de Montesinho, Bragança y por ende toda la comarca del nordeste portugués», indican en un comunicado.

La Plataforma contra la mina a cielo abierto está abierta para cualquier persona que quiera «apoyar nuestra lucha» por paralizar el proyecto minero Valtreixal y evitar que se degrade un entorno, un aire y unas aguas tan puros y originales, también es bienvenida cualquier persona que quiera participar y prestar su colaboración activa y ha creado puntos de información como el blog Stop Mina Sanabria, donde se aglutina cualquier dato referente a la mina Valtreixal de Calabor. Además continúan abiertas diversas iniciativas de recogida de firmas, tanto en papel como en change.org bajo el paraguas “Paremos la mina”.
https://noticiascyl.elespanol.com/t/3161297/zamora-provincia-zamora-pedralba-amanece-ataque-vandalico-protestar-contra-mina-cielo-abierto

Internacional

Este mineral es extraído por niños en el Congo y se usa para cámaras, entre otros, mientras muchos fabricantes afirman no saber ni de dónde viene

Nela
14/09/2021
¿Sabes lo qué es el coltán? Es posible que no hayas oído hablar del coltán antes, pero es una de las materias primas clave que se encuentran en los productos tecnológicos que utilizas todos los días. Desde teléfonos inteligentes hasta ordenadores portátiles, cámaras y equipos médicos avanzados, una variedad de dispositivos electrónicos tienen al coltán como un componente fundamental. Otro dato alucinante es que este mineral es extraído por niños en el Congo, país donde se encuentra el 80% de las minas de este mineral a nivel mundial.

Sin embargo, a pesar de su utilidad, el mineral negro metálico es a menudo objeto de controversia; debido a su procedencia, una nación africana que estuvo envuelta en una guerra civil y disturbios durante más de una década. Dado que la demanda de coltán y sus subproductos crece anualmente, es importante comprender su valor para la cadena de suministro global y nuestra vida diaria.

Este mineral es extraído por niños en el Congo es uno de los recursos que está jugando un papel importante en la revolución tecnológica. El mineral de coltán en sí es un recipiente para la tecnología de minerales tantalio y niobio. Como señala un informe del Servicio Geológico de EE. UU., los minerales a menudo se encuentran juntos, pero tienen propiedades y aplicaciones muy diferentes; casi el 80% del niobio del mundo se utiliza en aceros de alta resistencia y baja aleación, mientras que el tantalio es clave para la industria electrónica mundial.

Aproximadamente dos tercios del tantalio se utilizan para fabricar condensadores electrónicos, un componente fundamental de los teléfonos inteligentes y otros dispositivos electrónicos en demanda. El tantalio ha contribuido enormemente a la miniaturización de dispositivos electrónicos portátiles, ya que permite almacenar una carga eléctrica en pequeños condensadores. Solo por esta razón, es fácil ver el valor que juega el coltán en la vida moderna. El tantalio también es extremadamente dúctil y se puede estirar en un alambre delgado. Debido a que no causa una respuesta inmune en el cuerpo humano; también se usa para fabricar aparatos quirúrgicos, como reemplazo del hueso, como conector de nervios desgarrados y como agente aglutinante para los músculos.

Lamentablemente, años de violencia y conflicto político en la República Democrática del Congo han hecho de su vasta riqueza mineral un atractivo recaudador de ingresos; y los grupos rebeldes harán lo que sea necesario para controlar el suministro. Como resultado, la industria minera de coltán, y el preciado metal tántalo que se extrae de ella; es un «mineral de conflicto«, estrechamente relacionado con una serie de abusos contra los derechos humanos de una manera similar a la que los llamados diamantes de sangre de África también se venden para financiar conflicto. El conflicto en curso y los problemas en torno a la minería y el abastecimiento de coltán han provocado llamadas al gobierno congoleño; y a los líderes locales para fortalecer la ley de minerales en conflicto.

Es posible que nunca hayas oído hablar de él; pero como hemos dicho, este mineral, conocido como coltán para abreviar, contiene un metal clave que se utiliza en la fabricación de placas de circuitos electrónicos que alimentan teléfonos inteligentes, consolas de juegos y cámaras, entre otros. Tristemente, la historia del coltán es mucho más que ganancias mineras y maravillas tecnológicas. También es una historia de explotación.

Este mineral es extraído por niños en el Congo y se usa para cámaras, entre otros, mientras muchos fabricantes afirman no saber ni de dónde viene