Sábado 13 de junio del 2015
por Carlos Meléndez
Existen personajes que divulgan lecturas ideológicamente sesgadas sobre la minería en el país.
El ‘boom’ de los minerales ha visibilizado a un fanático que aprovecha cualquier tribuna para difundir su credo. Afiebrado por los lingotes de oro de nuestras exportaciones, este personaje divulga –con afán de persuasión– una lectura ideológicamente sesgada sobre la minería en el país. Su posición recalcitrante es, paradójicamente, contraproducente con lo que dice defender: la actividad minera como contribuyente al desarrollo. Es un tipo de radical que desde el propio establishment lo socava. Se trata del “radical prominero”.
Como todo intransigente, el “radical prominero” ha construido su propio decálogo de “verdades incuestionables” –que no aguanta ningún contraste con la realidad–. Su fundamentalismo no tiende puentes, los tumba. Busca imponer una visión simplista de la funcionalidad de la minería para el país. El extremismo en boca de sus rivales ideológicos es una “mentira”; en la suya propia es sensatez. Discrepar con él te convierte automáticamente en un “comunista filocastrista”. Sus adversarios –tan extremistas como él– merecen la etiqueta de “terroristas”. Cualquier divergencia es maldad, es condenar a compatriotas a la calidad de “subhumanos”.