Hoy los países subdesarrollados como Colombia no tienen derecho a decidir sobre su economía ni a definir cómo o cuáles van a ser sus medios de producción. Bien lo afirma Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía: “Entre los países con el máximo nivel de desigualdad figuran aquellos que cuentan con más recursos naturales. Evidentemente, en esos países, unos pocos son más hábiles a la hora de buscar rentas que otros (habitualmente son los que tienen poder político) y se aseguran de que la mayor parte de los beneficios de los recursos vayan a parar a sus propios bolsillos” (en http://bit.ly/2w3Txca).
Colombia se ha venido especializando en explotación de recursos naturales y sus exportaciones son cada vez menos diversificadas, centrándose en metales, minerales e hidrocarburos. Uno de los más claros ejemplos es El Cerrejón, considerada como la mayor mina de carbón a cielo abierto del mundo.
El pasado 14 de septiembre se presentó en la Universidad Nacional sede Bogotá el documental “Las huellas del Cerrejón”. En él quedan al descubierto, con testimonios guajiros, las consecuencias de la minería a gran escala.
“Desde su llegada al territorio guajiro, El Cerrejón ha desviado 2 arroyos y ha causado la extinción de 17; demás ha venido contaminando el agua con el polvillo de carbón y material residual. Cada día la empresa utiliza 35 millones de litros de agua para la extracción de carbón” (http://bit.ly/2hdAx4K). Todo mientras niños, jóvenes, adultos y ancianos se mueren de sed. Además, pretende desviar el Arroyo Bruno, principal fuente de agua dulce para la región.
Según el documental, el polvillo que deja el carbón contamina el aire, el suelo y los cultivos y causa enfermedades respiratorias. Es dramática la contaminación auditiva por el uso intensivo de pólvora y el paso del ferrocarril.
Mientras contempla al horizonte el valle del río Ranchería, José Francisco Luna muestra una montaña que hace unos años no existía. Son unos cerros artificiales que destruyeron casi 50 mil hectáreas de valle donde antes había agricultura. Hoy solo se ve un ecosistema degradado, con más de veinte mil campesinos desplazados.
El documental da cuenta de desalojos violentos de poblaciones enteras, apoyados por la seguridad privada y la fuerza pública. La autoridad pisotea los derechos de los guajiros para privilegiar los de una multinacional, desconociendo los arraigos y las tradiciones.
Lorenzo, un hombre de 89 años, fue uno de ellos. Denuncia que la mina lo va a sacar y que no les está reconociendo nada: “Me duele actualmente decir, señor, que no quiero irme, no quiero irme de mi lugar”, afirma. Lorenzo fue desalojado en agosto del 2016 y le tocó ver cómo le tumbaban su casa, su vida, su historia.
Durante los últimos 15 años El Cerrejón ha expropiado y desplazado con ayuda del gobierno y la fuerza pública a las comunidades de Tabaco, Manantial, Oreganal, El Descanso, Sarahita, Espinal, Caracolí, La Horqueta, Roche y Las Casitas. Solo han sido reasentadas cinco, pero sin condiciones económicas, sociales y culturales que les permitan disfrutar de una vida digna.
Los recursos que le entran al Estado por este tipo de explotaciones son ínfimos, pues los mismos gobiernos se encargan de reducirles los impuestos a estas grandes empresas, afirmó el economista Álvaro Pardo en el documental.
El Cerrejón vende cerca de 450 millones de toneladas al año a casi 80 dólares cada una, según datos de febrero de 2017 (http://bit.ly/2wCMQNA), y solo paga por regalías el 10%. No pagó nada por impuesto de renta en 2016, como lo denunciaron varios medios, y al contrario, tenía un saldo a favor de 11 mil millones de pesos y más de 250 beneficios tributarios (http://bit.ly/2fwg0Zg)
A pesar de que en varias consultas populares, la inmensa mayoría de los colombianos ha dicho no a la minería. Aun así, se siguen dando licencias a las grandes multinacionales para acabar con el territorio en una explotación que solo va dejando a su paso el desastre.
Los recursos naturales han sido convertidos en commodities, muy útiles para la especulación. Son activos muy líquidos, generan grandes retornos, sirven de piso para operaciones de futuro en las bolsas de valores y están apalancados por los grandes capitales financieros. En el siglo XXI, a las multinacionales no les sirven las explotaciones de socavón a mediana y a pequeña escala. Necesitan arrasar con todo y sacar los mayores volúmenes posibles para generar la máxima utilidad.
Estos daños y perjuicios son conocidos en economía como externalidades negativas. Pero en Colombia no hay autoridad lo bastante digna que les exija a las multinacionales invertir en la recuperación de las zonas que destruyeron y compensar las afectaciones sociales, culturales y de orden público.
El documental hace un completo recuento de dichas externalidades, un muy buen ejemplo de lo que pasa con la minería a cielo abierto. Invita a conocer más de la realidad nacional y a ser consciente, porque en definitiva los países solo cambian cuando cambian las personas, y estas deciden actuar de manera diferente.
Fuente:https://www.kienyke.com/kien-bloguea/las-huellas-del-cerrejon-un-documental-que-hay-que-ver