“El defensor del pueblo de Colombia viaja como viajan los ciudadanos”, en mula o en lancha si hace falta, declara con orgullo Carlos Negret (Bogotá, 1962). La entidad que encabeza desde 2016 este abogado desempeña un papel clave, entre otras, para la implementación de los acuerdos de paz alcanzados entre las FARC y el Gobierno, pues acompaña a las víctimas y denuncia amenazas de violencia. “Es una maravilla poder recorrerse este país para poder transmitirle al Gobierno Nacional, a la cooperación internacional, las necesidades que tiene la gente. Y las necesidades de Colombia son muy grandes”.
Miembro de una tradicional familia política del Cauca, Negret ha decidido ejercer una Defensoría del Pueblo (Ombudsman) itinerante, alejada de Bogotá y volcada a los territorios. Marzo es un ejemplo ilustrativo. En la primera mitad del mes viajó al Bajo Cauca antioqueño y al sur de Córdoba, un corredor de cultivo y producción de coca, en visitas al terreno que ha convertido en su sello. Recita sin esfuerzo los nombres de los municipios remotos que ha recorrido y las problemáticas con las que se ha encontrado. También estuvo en Ginebra, Suiza, para oficializar su nombramiento como presidente de la Alianza Global de Instituciones Nacionales de Derechos Humanos (Ganhri), que congrega a más de cien países. Y en la capital colombiana atendió, entre otras, reuniones para apoyar los reclamos laborales de las futbolistas y a la comunidad transgénero.
Un miércoles de este mes de marzo, en una de sus inusuales jornadas de corbata en su despacho, atendió esta entrevista. Aunque poblado, su cabello todavía estaba más corto que su barba luego de que el pasado 4 de febrero, Día Mundial del Cáncer, decidió donarlo después de haber batallado contra un linfoma de Hodgkin en el ejercicio de su cargo que ya da por superado.
Lugares como Tumaco y Buenaventura, y departamentos como Cauca y Chocó, son focos de conflicto debido a que “las personas en los sectores rurales en Colombia están sembrando coca porque les toca, no porque quieren”, apunta. “Si el país no mira al sector rural, no va a haber paz, porque los dos negocios que son la coca y la minería ilegal son una maquina de hacer dinero muy grande. La gente no quiere seguir sembrando coca ni estar en la minería ilegal sino que quiere tener una posibilidad de vida. El interés en las zonas rurales no es ser ricos, es tratar de mejorar su vida, poder tener una educación, poder abrir una llave de un grifo y que salga agua. Hay unas inequidades que si no trabajamos como Estado y como sociedad, va a ser muy difícil salir adelante”.
Pregunta. ¿Cuál es el panorama de derechos humanos en Colombia?
Respuesta. El conflicto social en Colombia subsiste, y eso genera mucha violación de derechos humanos. Como consecuencia del conflicto social, en Colombia desde el primero de enero de 2016 hasta febrero hay 462 líderes sociales asesinados. Yo controvertí con el Gobierno anterior y con este en lo que tiene que ver con los líderes sociales, por el número. El problema no es el número, es que en Colombia no se puede asesinar a ningún ciudadano por ser líder social o defensor de derechos humanos. Y no podemos olvidarnos tampoco de casi noventa miembros de las FARC que han sido asesinados en sus regiones. Es muy grave que en un proceso de paz no hayamos podido cubrir la seguridad de noventa ciudadanos. En las zonas donde estaban las FARC es donde han ocurrido la gran mayoría de los asesinatos, pero además por otra razón: es donde están los dos factores de economías ilegales en Colombia: el cultivo de hoja de coca y la minería ilegal.
P. ¿Por qué están asesinando a los líderes sociales?
R. El señor fiscal [Néstor Humberto Martínez] ya dijo en el mes de enero que hay una sistematicidad pasiva. Los líderes asesinados son los que pertenecen a acción comunal, indígenas, campesinos. ¿Dónde los están asesinando? Donde subsisten estas economías ilegales. Los que las manejan son los mandan asesinar a nuestros líderes sociales y nuestros defensores de derechos humanos. El fiscal, en su órbita, tendrá que decirnos quienes son los que están asesinando.
P. Usted es del Cauca, uno de los lugares más críticos
R. El departamento del Cauca tiene el deshonroso primer lugar de líderes asesinados. Le digo porqué. Allí confluyen tres factores. El cultivo de hoja de coca, el cultivo de la marihuana Creepy, que es una nueva variedad que la cultivan las partes altas de los municipios de Toribio, Corinto, Caldonó (…). Segundo, la minería ilegal en la costa del Pacífico, en el sur y en el norte del Cauca. Y un tercero que es el tema de la tierra. Muchos líderes no quieren sembrar coca, no quieren sembrar marihuana. Por eso hay más de cien homicidios de líderes en el Cauca.
P. ¿Qué debe hacer Colombia para detener estas muertes?
R. El Gobierno está respondiendo a las alertas tempranas. ¿Qué debemos hacer? No estigmatizar a los líderes sociales, ni a los defensores de derechos humanos. Si nosotros logramos impregnar en la sociedad que ser líder social y ser defensor de derechos humanos es un orgullo, no es un karma, este país va a poder cambiar. Ser defensor de derechos humanos no debe tener color político. El llamado es a que no estigmaticemos.
P. Usted acaba de asumir como presidente de la Alianza Global de Instituciones Nacionales de Derechos Humanos (Ganhri). En su discurso destacó el tema de la migración, y Colombia afronta la llegada masiva de venezolanos
R. La Defensoría del Pueblo fue a Ginebra en junio del 2017 y le advirtió al Alto Comisionado de las Naciones Unidas que si no había recursos de la Unión Europea y de USAID el problema de los ciudadanos venezolanos era grandísimo. Porque nosotros nos recorremos los 2.200 kilómetros [de línea limítrofe], y entre colombianos y venezolanos no hay frontera porque somos hermanos. Sabíamos lo que estaba pensando mi hermano del lado de allá, escuchamos a los venezolanos. El flujo hoy es casi un millón y medio de venezolanos. Creería que el flujo más grave en el mundo es el de Colombia, pero no el único. Este es un mundo de migrantes, todos venimos de algún lado. Pero repito la palabra anterior: tenemos que trabajar mundialmente para no estigmatizar al migrante. Como lo han dicho los economistas, la llegada de los venezolanos nos va a afectar el PIB, pero en un par de años esa nueva sangre, esa nueva cultura, le va a significar un potencial a Colombia. Hay que trabajar por la dignificación del migrante.
Fuente:https://elpais.com/internacional/2019/03/29/colombia/1553877746_152510.html