El impacto ambiental provocado por la rotura de dos diques de contención de residuos de la industria minera en Minas Gerais, en el sureste de Brasil, puede compararse al causado por el accidente en la planta nuclear de Fukushima, ocurrido en Japón en 2011, dijo el biólogo brasileño André Ruschi.
«Si el desastre hubiera afectado únicamente al río Doce, se habría tratado del mayor impacto ambiental provocado por la industria minera en el mundo», dijo a dpa el ambientalista, quien dirige la Estación de Biología Marina Augusto Rischi, localizada en Santa Cruz, en el estado de Espíritu Santo.
«Al llegar al mar, se convierte en el mayor desastre ambiental del mundo, sólo comparable al accidente en Fukushima, debido a la extensión de la contaminación en el mar», agregó.
La avalancha de más de 62 millones de metros cúbicos de desechos contaminantes, que se precipitaron a través del río Doce desde la ciudad de Mariana hasta el norte del estado de Espírito Santo, vecino de Río de Janeiro, llegó este fin de semana al océano Atlántico.
Las consecuencias de esta situación todavía no pueden cuantificarse con exactitud. La riada comenzó a avanzar el 5 de noviembre, después de que cedieran, por razones que se desconocen, dos diques pertenecientes a Samarco, empresa controlada por las gigantes de minería Vale, de Brasil, y la anglo-australiana BHP Billiton.
A su paso, los residuos tóxicos borraron del mapa al pequeño poblado de Bento Rodrigues, región rural de la ciudad de Mariana, y dejaron al menos 12 personas muertas. Once permanecen desaparecidas.
Tras recorrer más de 800 kilómetros a través del río Doce -la quinta mayor cuenca hidrográfica de Brasil-, el aluvión llegó a las costas de Espíritu Santo, donde según Ruschi se extiende a lo largo de 70 kilómetros por la costa y se adentra unos 30 kilómetros en el mar.
En el lugar se ubica un refugio natural donde van a poner sus huevos diversas especies de tortugas en peligro de extinsión.
Cualquier dirección que tome la mezcla de metales pesados y productos químicos constituirá asimismo un verdadero desastre ambiental.
Si corre hacia el sur del río Doce, afectará el refugio de vida silvestre de Santa Cruz, un lugar de unas 145 000 hectáreas marinas que abriga el mayor criadero marino del océano Atlántico.
Si se dirige al norte, llegará hasta el Archipiélago de Abrolhos, un área de protección ambiental formada por bancos de algas y arrecifes de coral.
Ruschi explicó que en el lugar existen corrientes marinas giratorias que son las que hacen propicio el hábitat para la reproducción de una vasta fauna marina, que incluye ballenas, tiburones y tortugas, entre otras.
La previsión es que el lodo contaminado sea «absorvido» por esas corrientes, acabando con la vida en el lugar. Explicó que el lodo contaminado está compuesto principalmente por siete minerales pesados: arsénico, mercurio, cadmio, hierro, manganeso, níquel y aluminio.
Agrava el problema, añadió, el hecho de que el proceso industrial que se lleva a cabo en las minas utiliza productos químicos cuya composición se desconoce.
«Es una caja negra de veneno», definió Ruschi, hijo de Augusto Ruschi, el científico más reconocido del país y nominado por ley como el «patrono» de la ecología en Brasil.
El biólogo señaló asimismo que a lo largo del río Doce existen varios emprendimientos de extracción mineral que utilizan productos que se mezclaron al aluvión de lodo proveniente de los diques rotos, lo que está produciendo reacciones químicas desconocidas y formando ácidos orgánicos en el bioma -fauna y flora de una determinada región- cuyas consecuencias son un misterio. «Se está formando algo que no se sabe», alertó.
El especialista contó, por ejemplo, que los peces que murieron en el río Doce a raíz de la avalancha perdieron la piel, algo «inusitado». «Es como si se hubieran quemado a raíz de sustancias cáusticas», indicó. Al llegar al mar, esa mezcla se está volviendo «gelatinosa», lo que impide que se diluya en el agua y hace que los daños que provoca a todos los seres vivos afectados sean aún más peligrosos.
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