Las autoridades ambientales de Australia rechazaron el miércoles una oferta canadiense para explotar un yacimiento de uranio, por temores de que amenace la biodiversidad, y en particular a la pequeña fauna subterránea. Cameco Corporation, uno de los mayores productores mundiales de uranio cotizados en bolsa, pretendía desarrollar los depósitos de Yeelirrie, en el oeste de Australia, adquiridos hace cuatro años a BHP Billiton.
Pero la Autoridad de Protección Ambiental (EPA) australiana determinó que el proyecto constituía una amenaza para la pequeña fauna de aguas subterráneos, o «stigofauna».
«El habitat de la stigofauna en Yeelirrie es particularmente rico, con 73 especies registradas», indicó el director de la entidad estatal, Tom Hatton.
Hatton admitió que Cameco utiliza «estrategias de gestión bien elaboradas», pero que así y todo la explotación del lugar «representa un gran riesgo de pérdidas de especies».
La «stigofauna» designa generalmente a crustáceos y a grupos de invertebrados sin pigmentación ni ojos, que viven en aguas subterráneas. En Australia, incluyen a dos especies de peces ciegos.
Cameco indicó que respetaba la decisión y que trataría de buscar con el gobierno australiano la mejor forma de proteger a esa fauna para poder explotar la mina, de la que podría extraer 7.500 toneladas anuales de óxido de uranio concentrado y que requeriría la construcción de infraestructuras como carreteras y viviendas.
«Creemos que con futuras operaciones de muestreo e investigación, se podrá proteger adecuadamente a la fauna subterránea» de Yeelirrie, dijo el director de la firma canadiense, Brian Reilly.
Yeelirrie, a 650 kilómetros al noreste de Perth, es uno de los mayores yacimientos de uranio sin explotar de Australia. La firma estima que sus reservas se elevan a 127,3 millones de libras (57,7 millones de kilos) del mineral usado en la industria nuclear.
Australia carece de centrales nucleares, pero es el tercer productor mundial de uranio, detrás de Kazajistán y Canadá. En 2013.2014 exportó 6.701 toneladas de óxido de uranio concentrado, por un valor de 622 millones de dólares australianos (472 millones de dólares estadounidenses).
El precio del uranio se derrumbó después del desastre en la central japonesa de Fukushima en 2011, afectando los proyectos de desarrollo del sector.