Arriba, entre las anchas polvaredas del desierto y los vientos que deslizan toneladas de partículas en suspensión desde las faenas mineras vecinas, al lado de un Loa triste y reducido a la fealdad de una alcantarilla, aunque cruzado por camionetas F-150 del año, con visores de plasma para el GPS a colores, 4×4 (¿o será ya un 8×8?), automáticos hasta para saber de los malestares profundos, reprimidos e inconscientes, de quienes las manejan, este martes hay junta de la asamblea ciudadana de Calama.
Han decidido convocar a paro general de la ciudad para el 26 de junio próximo. En esta reunión se formaron comisiones para contactar a taxistas, estudiantes, camioneros, contratistas, juntas de vecinos, organizaciones socioambientales, comerciantes y muchos más. Veamos cómo esta asamblea, su convocatoria y su organización, pueden ayudarnos a visualizar un modelo posible de movimiento ciudadano autoconvocado.
1- el movimiento es territorial o local: es una comunidad ligada por algunos vínculos de pertenencia la que actúa como tal comunidad (o sea, conserva rasgos de comunidad real). La experiencia de “vivir como vecinos”, en un barrio reconocible y delimitado, o en una ciudad que uno conoce completa, o donde a cada rato uno va o anda por cualquiera de sus lados.
Una comunidad para una ciudad todavía a “escala humana”. Es decir, un movimiento ciudadano autónomo también contiene una recuperación de los lazos afectivos, “de pertenencia”, entre la gente, y una acción contra la impersonalidad de las metrópolis. Ellos dicen: somos gente con nombres y vivimos en esa casa, en tal calle (el nombre “calameños” recupera y exhibe su sensibilidad como experiencia pública). No somos números de una estadística, en el quintil de una política de Estado; menos todavía somos otro número en un censo (trucho por demás).
2- el movimiento es espontáneo: surge de la ocurrencia, la intuición o el accidente entre unas pocas personas que, de pronto, sin pedirle permiso a nadie constituyen una organización puramente informal, ligada por puras confianzas personales y el sentimiento de una causa potente pero no bien definida.
Estos “pocos” luego la difunden entre otros, y la gente a veces los pesca y a veces no los pesca. Primera prueba de fuego para el movimiento: que tu propia gente te crea.
3- el movimiento es autoconvocado: se constituye fuera de las instituciones legales de participación ciudadana –aquellas que las leyes chilenas señalan-, sin pasar por ningún proceso ni papeleo estatal. Y, aunque se pasa olímpicamente por encima de los formularios y las ventanillas de las oficinas, ello no implica necesariamente que el naciente movimiento, en cada una de sus acciones, rechace por principio los recursos legales. También se usan cuando sirven, y es frecuente encontrarse con una mezcla intrincada de lo autónomo y lo institucional, que en cualquier momento puede cambiar en sus balances internos.
4- el movimiento es autorregulado: se da su propia organización, comités, dirigencia y sus procedimientos para las decisiones. Las decisiones pareciera que siempre contemplan momentos de asambleísmo –o sea, de la horizontalidad de bases y dirigentes-. El carácter asambleístico es uno de los que más desconcierta a las elites políticas, acostumbradas a percibir a las bases ya sea como masas manipulables, clientelistas o estúpidas.
5- el movimiento genera una CAUSA: es decir, no solamente hay que poner atención a las “demandas” sectoriales de los movimientos –en salud, por ejemplo, que se construya un hospital-, sino atender al “efecto de creación de una causa”. El movimiento se va proponiendo, pensando y debatiendo hacia dentro y hacia afuera, un proyecto para la comunidad y su territorio.
6- el movimiento es eficaz: si en Calama llaman este martes a una huelga general para el 26 próximo, se verá en los días y semanas cómo se inicia el desfile de actores institucionales sopesando las capacidades del movimiento. Si se estima que el 26 Calama para –cosa que ya sucedió y ha sucedido en otras localidades y territorios (¿se acuerdan de Pelequén?)-, entonces el movimiento va a triunfar antes del 26.
No hay modo: si la ciudadanía está en la calle y paraliza una ciudad, no hay pacos ni represión que resuelva el asunto.
Por estos meses, la eficacia se multiplica cuando los autoconvocados intervienen la coyuntura electoral, desordenando las campañas de los candidatos y, notablemente, a sus oficinas de marketing político. Los escenarios de incertidumbre se hacen insoportables.
7- el movimiento debe poder pasar desde la movilización a la potencia política. Es decir, en este caso, algo así como, pasar de las calles al Congreso y el Estado.
Se ha dicho que es una debilidad inmanente de los movimientos ciudadanos su raigambre local y su extensión comunitaria. Porque la política requiere movimientos nacionales. Pero estamos ante dos coyunturas que desordenan también esta percepción: primero que lo local ha surgido como una base cultural/social no anticipada de la misma globalización –y cada paso en globalización rebota en la aparición y brotes de localismo-, y, segundo, que estamos ante el escenario de una posible Constituyente o sus similares, y allí las voces organizadas tendrán más que decir que las voces meramente legales.
Calama lejos de casi todo en la pampa. Lejos y de repente tan cerca. Tan cerca que están haciendo lo mismo que hacemos nosotros. Cada lugar y su singularidad, y su universalidad.