Compartimos este material para reorientar el modus operandi de la explotación minera, la cual puede ser metálica como no metálica. Y que su actividad ha sido impuesta como un estilo de vida, justificando la necesidad social de la mayoría, cuya falacia se pinta de responsable, verde y hasta sostenible. Ese escenario, desde el desarrollo de la humanidad ha sido teñido de una economía irracional en donde los pueblos son las víctimas y mayores sostenedores de un sistema económico salvaje y actualmente bajo el concepto neodesarrollista.
Antecedentes
Panamá históricamente es un país de tránsito y servicio, en perspectiva al capital y mercadeo de las grandes industrias del globo, cuya riqueza ha sido sostenida por la economía de libre mercado bajo el ropaje de los paraísos fiscales. Pero su revés, se aparta de la justicia económica y social de la mayoría de la población.
Sin embargo en las últimas décadas, el sector minero, ha sido elogiado por el sector empresarial, cuyos miembros promotores están representados en los gobiernos, y que han categorizado dicha actividad productiva de interés nacional junto a la Zona Libre de Colón yel Canal de Panamá.
Así comprobamos que los últimos datos sobre la economía panameña, la explotación de minas y canteras, ha sido de un 30% del Producto Interno Bruto de 36,252.5 millones de dólares en el 2012. Pero se desconoce los procedimientos de reversión a la economía nacional.
Sobre las consecuencias ambientales del extractivismo minero metálico son evidentes, máxime, cuando su soberanía ecológica es vulnerada por las concesiones solicitadas y adjudicadas para la explotación representando 2. 333. 829 hectáreas del territorio panameño. Es decir, aproximadamente el 44% del territorio nacional está en trámite para otorgar a empresas mineras.
La actividad minera en Panamá, ha generado consecuencias por doquier, con afectaciones a la salud, contaminación de agua, infertilidad de la tierra, pobreza, corrupción y exclusión social.