El aumento significativo de los gases de efecto invernadero en la atmósfera y de la temperatura nos trae problemas nuevos, como la pérdida de los glaciales, de los casquetes polares; la acidificación y la subida del nivel del mar, entre otros. Pero también agudiza una situación de deterioro ambiental que se venía produciendo como consecuencia del uso insostenible de los recursos naturales.
Problemas como la desertificación, la disminución de la disponibilidad del agua dulce o la pérdida de biodiversidad, no son nuevos; lo novedoso es las dimensiones que éstos alcanzan o pueden alcanzar, principalmente en países como el Perú, más susceptibles a ser afectados por el cambio climático.
Así pues, la menor de disponibilidad del agua dulce es una preocupación que nos acompaña hace ya mucho tiempo. Tenemos un volumen que es el mismo pero una demanda que se multiplica, a la que se suma, fuentes que se contaminan o pierden o una menor captación o acumulación de agua debido a la interrupción o alteración de los procesos del ciclo hidrológico ocasionados por las actividades humanas.
A esa problemática, debemos sumarle el impacto que sobre ella tiene y tendrá el cambio climático: la desaparición de los glaciales, disminuirá la disponibilidad de agua, principalmente en tiempos de estiaje. De otro lado, si bien habrá precipitaciones más intensan, éstas serán en tiempos más cortos, lo que producirá una mayor erosión de suelos, una mayor evaporación y una menor infiltración y acumulación del agua dulce.
Plantearnos qué hacer frente a ésta situación, entraña viejos y nuevos desafíos. En el caso, de la provisión de agua dulce, supone hacer un uso más responsable de ella, es decir evitar la sobre explotación del recurso y tener una gestión más eficiente. Pero también supone conservar y restaurar los ecosistemas que permiten la captación, la infiltración, y la reserva de agua. Es decir, mantener bosques en pie, conservar bofedales, humedales, reducir significativamente el cambio de usos a los suelos, reforestar, etc.
En otras palabras, intervenciones humanas lo suficientemente cuidadosas que no sobrecarguen o dañen estos ecosistemas, pero que además los ayuden a recuperarse para que puedan seguir cumpliendo el servicio ambiental de provisión de agua dulce.
Desde el Grupo Perú COP 20 se viene planteando algunas metas que habría que tomar en cuenta para contribuir, desde donde estemos, a su implementación.
Entre ellas están:
- Contar con un Inventario Nacional de Recursos Hídricos actualizado.
- Aumentar las estaciones hidrometereológicas operativas a nivel nacional.
- Contar con información hidrológica e hidrogeológica actualizada por cuenca, subcuenca y microcuencas.
- Contar con balances hídricos de las principales cuencas, habiéndose priorizado las más vulnerables.
- Contar con Consejos de Gestión de Recursos Hídricos de Cuenca conformados, para que se planifique y gestione de manera integrada los recursos hídricos, garantizando la amplia participación de los actores involucrados, principalmente, de las comunidades campesinas y nativas.
- Contar con planes de gestión de recursos hídricos de cuenca, para promover la distribución equitativa, el uso eficiente y la protección de los recursos hídricos.
- Contar con una Ley para la conservación y protección de las zonas de recarga hídrica, que contribuya a preservar los procesos de infiltración y almacenamiento del agua.
- Contar con un Ley que regula la vigilancia y el monitoreo ambiental ciudadano y de los pueblos indígenas y que lo articula el Sistema Nacional de Gestión Ambiental, fomentando con ello una gestión participativa del agua y del ambiente.
- Contar un organismo fiscalizador ambiental que tenga recursos humanos y económicos, la independencia necesaria y las atribuciones suficientes para realizar una adecuada función supervisora, fiscalizadora y sancionadora, especialmente en materia de recursos hídricos.
- Contar con planes de recuperación de las cuencas de los ríos Mantaro, Salado, Napo y otras de importancia en el contexto del cambio climático.