Una serie de revelaciones hace sospechar que el verdadero móvil de esa guerra imposible no es geopolítico –control territorial- sino económico. En suma, US$ 900.000 millones potenciales en reservas de hierro, cobre, niobio, cobalto, oro y litio.
Mercado, 16 JUN 2010
Los yacimiento ferríferos representan, según el Pentágono, unos US$ 420.000 millones y podrían convertir el balcanizado país (650.000 km2, grande como Ucrania) en principal productor del mundo. Un elemento todavía más crítico, el cobre, significa yacimientos por US$ 275.000 millones y, también son los mayores del planeta.
Buen conductor y muy versátil, el cobre empero es superado en relevancia estratégica y conductividad por una rareza, el niobio, cuyas reservas orillan US$ 81.500 millones. Este metal tiene aplicaciones en la actividad nuclear y, combinado con titanio, es esencial para fabricar vehículos espaciales.
Un conocido catalizador para industrias químicas y petroleras (también de usos médicos), los yacimientos afganos de cobalto se justiprecian en casi US$ 51.000 millones. Esta cifra dobla la del oro, mayormente localizado en áreas meridionales, controladas por los talibán, que además ocupan zonas donde hay litio y cobre.
Precisamente, el litio y otras substancias raras representas ingresos probables por US$ 7.500 millones. Pero su valor estratégico es de otra naturaleza: el litio es clave para baterías y pilas de celulares, computadoras portátiles, vehículos eléctricos e híbridos y aplicaciones nucleares.
Por supuesto, el general David Petraeus –comandante de los aliados en Afganistán y Pakistán- es activo promotor de las riquezas mineras y ha bautizado al primero de esos países como “Saudiarabia del litio”. Pero Estados Unidos tiene serios competidores, en particular China, Rusia e Irán.
En realidad, la nueva carrera por minerales estratégicos, criticos o raros fue lanzada por la ex Unión Soviética en los años 70, con la invasión de Afganistán. Hace unos cuatro años, equipos de geólogos occidentales y chinos retomaban la cartografía rusa, inclusive imágenes satelitales, y confirmaban datos preliminares sobre reservas y yacimientos. Cabe recordar que, desde fines del siglo XIX hasta 1990, el Asia central musulmana era dominio de Moscú, que disputó con Londres por Afganistán entre 1893 y la II guerra mundial.