Desde hace dos años, organizaciones ambientalistas vienen alertando al país sobre el peligro de contaminación del Río Lempa, por la mina Cerro Blanco ubicada en Jutiapa, Guatemala. Esto está a 16 kilómetros de Metapán, en el norte de Santa Ana.
El Centro de Investigación sobre Inversión y Comercio (CEICOM) y la Mesa Nacional frente a la Minería Metálica han pedido al gobierno salvadoreño protestar ante su par guatemalteco para que suspenda esa mina que aún está en fase de exploración, argumentando que sus desechos alcanzarán finalmente el Río Lempa, principal afluente nacional y abastecedor de agua potable a más del 50% de la población del Área Metropolitana de San Salvador.
Sin embargo, más allá de algunas declaraciones del vicepresidente Salvador Sánchez Cerén, el gobierno salvadoreño no ha actuado consecuente con la gravedad del peligro que representa Cerro Blanco.
En este espacio editorial consideramos que esa indiferencia o negligencia gubernamental debe parar, porque la contaminación de esa mina transfronteriza ya empezó. Así lo advirtió ayer en una entrevista televisiva Andrés McKinley, representante de Catholic Relief Service (CRS), quien –basado en un estudio de la geóloga Dina Larios– afirmó que la contaminación de Cerro Blanco ya es una realidad.
McKinley señaló que, aún sin haber iniciado la extracción de metales, la empresa Entre Mares de Guatemala (subsidiaria de la transnacional canadiense Gold Corp) ya está descargando aguas contaminantes en el Río Ostúa, el cual desemboca en el Lago de Guija. Se trata de aguas termales que contienen cantidades de arsénico que superan 50 veces los niveles aceptados por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Estas aguas, debido a sus altas temperaturas y niveles de contaminación, terminarán con las especies acuáticas y volverán inutilizable el agua, afectando así a las comunidades cercanas al Lago de Guija que viven de la pesca y actividades de riego o usan el agua para consumo. Y este problema se agudizará aún más cuando las aguas de Cerro Blanco lleguen al Río Lempa, pues –como recordó McKinley– el Lago de Guija tiene conexión subterránea con el Lempa.
Por eso urge una respuesta más decidida y firme del gobierno salvadoreño para reclamar a Guatemala, que se ampara en un dudoso concepto de soberanía de cuenta que –en todo caso– no aplica en proyectos de minería transfronteriza. Si nuestras autoridades no actúan ya, el país correrá un peligro mayor.