20 de abril de 2012
Los enclaves mineros no sólo en México, sino en el subcontinente latinoamericano, presentan características económicas similares; fases boyantes, derivadas de un comercio internacional generador de divisas, que se mantiene mientras los precios internacionales de los metales o minerales se cotizan… a la alza en los mercados, pero si sucede lo contrario, se observa una caída en las actividades comerciales como consecuencia de la baja en los precios.
Aunque el crecimiento económico generalmente no es acompañado de políticas públicas que traten de minimizar las inequidades en el ingreso de la población minera. Es importante decir que la dependencia económica hacia un solo producto (monoexportación) hace a la economía regional muy vulnerable ante los cambios en los procesos productivos, particularmente cuando las innovaciones tecnológicas permiten sustituir insumos naturales por materiales sintéticos con costos de producción inferiores, o se descubren propiedades industriales en otros metales no explotados en el enclave.
Las consecuencias son paulatinas pero demoledoras; la debacle regional se inicia cuando sus costos de explotación superan a sus ingresos por ventas. Al presentarse esta situación, las condiciones socioeconómicas cambian radicalmente, convirtiéndose en un espacio geográfico «fantasma» expulsor de mano de obra joven; si bien es cierto, algunas poblaciones mineras han reemplazado la actividad extractiva, ya en decadencia, por la turística aprovechando la accidentada topografía del lugar que realza, y hace atractiva la belleza del paisaje urbano.
Es conveniente decirlo, dentro de las homogeneidades en las estructuras económicas de los asentamientos humanos mineros se presentan también diferencias internas o matices en los mapas geoeconómicos que se forman. Por ejemplo, en las explotaciones extractivas de metales como el oro, plata, cobre, entre otros, prevalecen redes de atracción centralizadas en nodos (emplazamientos mineros), predomina la configuración oligopólica sobre otro tipo de estructuras; en cambio, en las cuencas carboníferas, por sus características de alta densidad del carbón sobre una extensa superficie aprovechable, logran coexistir, con cierto grado de subordinación, pequeños enclaves y empresas de grupos oligopólicos.
La región minera de Coahuila tiene algunas características diferentes al resto de los enclaves mineros del país; particularmente en su paisaje urbano, rural y crecimiento económico: éste, durante los últimos 70 años ha sido muy plano; un comportamiento casi «sin ciclos», con tasas de crecimiento muy bajas, y altas tasas de concentración o polarización del ingreso; una probable explicación de ello es la estabilidad de precios que han tenido un grupo de minerales, especialmente el carbón; después de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) su comportamiento ha sido muy lineal, por supuesto, en sus cotizaciones diarias en los mercados internacionales, esto es, incrementos o caídas muy suaves en los precios por tonelada. Eso ha contribuido, desde mi punto de vista, a neutralizar las ventajas naturales de la región, al menos nunca ha despertado el interés de incorporar tecnología de vanguardia en la explotación a pequeña y mediana escala de producción.
El otro factor, muy relacionado con el anterior, la calidad industrial del mismo, menos competitivo (costo) frente a los importados de Estados Unidos, África y Australia. Por otro lado, el paisaje geográfico de la zona, semidesértico, plano y con baja densidad poblacional, no le permite competir con otros enclaves mineros de México, aunque en decadencia, como Taxco y Zacatecas…
LA INDUSTRIALIZACIÓN DEL CARBÓN.- El proceso que se inicia desde su extracción de las fuentes subterráneas y a cielo abierto hasta su transformación en energía eléctrica o acero, pasando por las plantas lavadoras, se maneja en la Región Carbonífera «a dos velocidades». Esto es, la primera corresponde a una minería estructurada, y oligopólica, que dispone de la tecnología e infraestructura requerida, para el aprovechamiento íntegro del negro mineral.
El Grupo Acerero del Norte (GAN), productor industrial, líder nacional en su rama; controla el rentable ciclo del carbón, es decir dispone de concesiones mineras; además de varias plantas beneficiadoras, productoras de coque: Minera Carbonífera Río Escondido (MICARE), Minera Monclova (MIMOSA), entre otras; y un par de siderúrgicas (AHMSA).
El GAN supo aprovechar eficientemente las atractivas ventas del gobierno de las empresas públicas, que en el pasado reciente eran consideradas como estratégicas.
Al adquirir una de las compañías acereras del otrora grupo SICARSA, multiplicó sus activos, y formuló un plan integral de producción de acero; y simultáneamente, aprovechó las ventajas comparativas de la zona, y se convirtió en un proveedor relevante de carbón para la Comisión Federal de Electricidad (CFE), especialmente vendiéndole la principal materia prima para dos de sus termoeléctricas localizadas muy cerca de la ciudad fronteriza de Piedras Negras.
Anualmente les suministra siete millones de toneladas de carbón para la generación de electricidad, la cual cubre cerca del 10 por ciento de la demanda nacional. La cuenca de Sabinas es tan pródiga, con una extensión de 16,040 kilómetros cuadrados, que permite otro tipo de explotación del carbón, artesanal y salpicada de toda la magia y encanto de la idiosincrasia mexicana, como la explotación clandestina del recurso, por supuesto con la complicidad de la autoridad correspondientes, la contratación de menores de edad, y el escamoteo de las protecciones sociales mínimas requeridas por el obrero para penetrar a los emplazamientos mineros.
En ese proceso intervienen pequeños y medianos empresarios, así como intermediarios privados y públicos, quienes gestionan ante los mejores postores las ventas del combustible mineral; a primera vista, y para un economista conspicuo, da la impresión que se cumplen los postulados teóricos de libre mercado por el abultado número de participantes y por las diferentes escalas de producción. Sin embargo, ese esquema «competitivo» por el lado de la oferta, se rompe cuando aparece la figura del monopsonio, quien como único comprador de la materia prima fija precios, y provoca tortuosos procesos burocráticos, matizados por prácticas contrarias al libre juego de la oferta y la demanda; así como a la transparencia en las transacciones comerciales.