Paul E. Maquet
26/06/2024
Fuente: Perú21
La madrugada del viernes 28 de junio tuvo lugar un sismo de 7 grados de magnitud, en Caravelí, Arequipa, al sur del Perú. El movimiento telúrico dejó al menos seis personas heridas, entre ellas tres niños, así como derrumbes de viviendas y de carreteras.
Las imágenes de los derrumbes, que han bloqueado las vías de comunicación en varios puntos en la Panamericana y la carretera a Chivay, entre otros, muestran toda la energía que puede liberar este tipo de eventos. Cabe recordar que nuestro país se encuentra en el denominado Cinturón de Fuego del Pacífico, y es frecuente la ocurrencia de sismos. De hecho, el mapa de acoplamiento sísmico muestra la energía que se viene acumulando en distintas zonas de la costa, y en especial frente a la región de Lima, que no es epicentro de un terremoto de gran magnitud desde la década de los 70.
Fuente: Gladys Pereyra
Es imposible ver las imágenes de los derrumbes en Arequipa y no pensar en el enorme riesgo latente en Lima, no solo por la precaria infraestructura urbana y las construcciones deterioradas e informales. Además de ello, la capital del país vive una amenaza permanente, como si tuviera una navaja constantemente tocando su cuello: los relaves y pasivos ambientales acumulados por décadas en la cuenca del río Rímac.
Cuando vemos Tamboraque, que acumula decenas de miles de toneladas de desechos tóxicos en el talud del cerro casi encima del curso del Rímac, o Millotingo, una relavera totalmente expuesta, uno se pregunta qué ocurriría (o qué ocurrirá) si un sismo de gran magnitud ocasiona en esas zonas derrumbes como los de Arequipa. No es una posibilidad lejana que alguna de esas bombas de tiempo colapse, contaminando con metales tóxicos las fuentes de agua de las que dependemos más de 10 millones de personas.
Peor aún, el Gobierno actual y la empresa Southern Peaks insisen en construir un nuevo proyecto minero que depositaría sus relaves en medio del sistema de lagunas de Marcapomacocha, que es el que abastece de agua a nuestra ciudad.
Existen 375 pasivos mineros registrados a lo largo de la cuenca del Rímac, un riesgo que nos puede explotar en la cara en cualquier momento. Es urgente actuar ya para remediar estos pasivos y trasladar y encapsular los relaves que amenazan nuestras fuentes de agua, antes de que sea demasiado tarde. El sismo que viene, no nos avisará cuándo llegará.
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