José Luis Martínez
Habitantes de 11 comunidades rurales desdeñan un potencial de 16 toneladas de oro encontrado en la mina Caballo Blanco, ubicada a sólo 100 kilómetros de Xalapa, Veracruz, pues temen un desastre ecológico en la zona.
Inmunes al rebrote mundial de la fiebre del oro provocado por el aumento constante del precio del metal en los últimos seis años, ven con desconfianza a los extranjeros de botas café y casco naranja, neo gambusinos que en los últimos días aceleran sus trabajos de exploración en la zona.
Gracias a una visita del ex gobernador, Fidel Herrera, hace más de un año, se enteraron de que hay oro en las profundidades del cerro La Paila, que domina el paisaje de estas comunidades que pertenecen a los municipios de Alto Lucero y Actopan. “Nos sacamos la lotería con esta mina”, declaró en aquella ocasión el ex mandatario durante un recorrido que realizó con ejecutivos de Goldgroup Mining Inc.
Fue la única vez, a través de los periódicos locales, que conocieron información oficial. Se enteraron que es una empresa canadiense la que hace los trabajos de exploración, que posee los derechos desde hace 13 años y que generará empleos y “derrama económica”, no sólo en la región, sino en todo el estado.
La bodega contiene diversos materiales.
Pero su desdén por el oro no nace de lo que leyeron en aquella ocasión, sino de las advertencias que en los últimos meses han escuchado por parte de la Asamblea Veracruzana de Iniciativas y Defensa Ambiental (LAVIDA), que augura un desastre ecológico y hasta atómico: esto último debido a la cercanía de la mina a la planta nuclear de Laguna Verde.
Un proyecto a galope
El poblado Arroyo Agrio es el más cercano a la mina. Ahí se encuentra el almacén donde Goldgroup Mining Inc. archiva las muestras extraídas de las profundidades del cerro La Paila. Es un terreno alambrado con techo de láminas de asbesto. Es la única instalación que ha construido la mina en la zona.
Los habitantes de esta comunidad saben que hay trabajos de exploración, pero la mayoría desconoce qué mineral atrajo a los inversionistas canadienses. “Unos dicen que van a extraer arena y grava, otros que azufre, hay quien dice que es cobre por el color de la tierra”, comenta Juan, oriundo de Arroyo Agrio, quien trabaja para la empresa minera como vigilante del almacén.
El agotamiento de las minas de oro en Norteamérica y Sudáfrica ha provocado que las empresas mineras busquen nuevos yacimientos. Goldgroup Mining Inc. tiene tres proyectos en México: San José de García, Zacatecas; El Candelero, Durango, y Caballo Blanco, Veracruz. Sobre este último, la minera informó en mayo pasado que puede empezar a producir en 2012. Esto después de conocer los resultados de los análisis metalúrgicos de las muestras obtenidas en 32 perforaciones y de los estudios ambientales y sociológicos hechos por una consultora externa.
Construyen áreas para almacenar agua.
Sobre los efectos al medio ambiente, la minera asegura que serán mínimos y estarán dentro del marco de las leyes mexicanas. Dispondrá de tecnología de vanguardia donde no usarán cianuro ni arsénico para separar los minerales. Construirán un vivero con la vegetación de la zona para restaurar el suelo una vez que termine la explotación.
Además, prometen traer desarrollo económico, contratar a personas de la comunidad, construir viviendas, centros de capacitación y vialidades.
La advertencia de los “socio-ambientalistas”
Bajo el árbol más frondoso del Ojital, poblado de 250 habitantes ubicado en las faldas del cerro La Paila, se reúnen unos 30 hombres para escuchar a “unos investigadores” que hablarán sobre los riesgos de una mina a cielo abierto.
“Somos un grupo de organizaciones civiles, estudiantes e instituciones académicas, que estamos preocupados por el medio ambiente, no somos ecologistas ni ambientalistas, nos declaramos socio-ambientales”. Así define Emilio Rodríguez a La Asamblea Veracruzana de Iniciativas y Defensa Ambiental (LAVIDA).
Explican que no tienen ningún interés político pese a que la mayoría de sus integrantes forman parte del movimiento lopezobradorista Morena. Para la defensa del medio ambiente en la zona han sido asesorados por el Frente Amplio Opositor a la minera San Xavier, quien logró la suspensión de esa mina a cielo abierto en San Luis Potosí.
Desde finales del año pasado han realizado asambleas callejeras en todas las comunidades cercanas a la mina: Palma Sola, El Viejón, Tinajitas, El Farallón, Palmas de Abajo, La Mancha, Villa Rica, Boca Andrea, Arroyo Agrio, Yerbabuena y La Luz.
En esta campaña advierten sobre la afectación que aseguran traerá la explotación de la mina, como el despojo de tierras, la afectación definitiva del paisaje y del ecosistema, el desmonte de mil hectáreas, la contaminación por residuos tóxico y gases invernadero, el desabasto de agua y el riesgo de un accidente nuclear.
“La cuestión es que Laguna Verde (ubicada a tres kilómetros de la mina) está enfriada por agua de mar, entonces hay un peligro grave si se bombea agua revuelta con desechos de la mina…Podría decir que afectaría los sistemas de enfriamiento y ya vimos en Fukushima cuando se afectan los sistemas de enfriamiento”. Esta es una de las hipótesis de Eker Luege, integrante de LAVIDA. Es un sociólogo que ha investigado en el último año para este movimiento las implicaciones que podría tener la mina en la zona.
El silencio de las autoridades
Hasta el momento, la minera canadiense sólo cuenta con los permisos de exploración. La Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales es la responsable de otorgar el permiso de explotación después de aprobar el estudio de impacto ambiental que realiza la empresa. Hasta recibir y resolver sobre este documento se pronunciaría públicamente.
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Antes de que se ponga el sol en El Ojital, la asamblea concluye. El agente municipal, Rodolfo Montes, está curado de cualquier tipo de fiebre, la del oro o la nuclear. “Hace 20 años nos dijeron que íbamos a salir de jodidos con lo de la planta, que iba a haber trabajo para todos y vea, nadie trabaja allá…Ahora con lo de la mina, ni el gobierno ni la minera nos han dado información. Tampoco ellos han venido a decirnos cómo va estar la cosa, porque las autoridades no están aquí, no viven aquí, los que vivimos somos nosotros y esta zona es ganadera y se vive del ganado y de las tierras y en caso de que se pierda la vegetación qué se va a hacer. Ya ni la chingan”.