El médico Juan García Casas y el científico Miguel Álvarez confirman que el tratamiento del oro acarrea riesgos para la salud y la ganadería.
«El riesgo de una central nuclear bien ubicada es mucho menor que el de una balsa de cianuro, tal como se suele usar». Así de contundente se mostró el médico Juan García Casas, que ayer participó en Tapia en unas jornadas sobre minería aurífera organizadas por la plataforma Oro No, que canaliza el movimiento de oposición a la explotación de Salave. La afirmación se sustenta en que, a su entender, los riesgos de una instalación de ese tipo (que la compañía Asturgold estudia construir en la parroquia de Tol para tratar el mineral obtenido en la mina que proyecta llevar a cabo en Salave) son muy elevados.
Según explicó, «el problema deriva de las condiciones orográficas, climáticas y geológicas del terreno», que pueden dar lugar a filtraciones o desbordamientos que tendrían «un efecto devastador en los ecosistemas, que tardarían años en recuperarse»: «En los humanos, los riesgos serían bajos, porque una vez producido el desastre, nadie bebe agua o consume peces afectados y no habría exposición inmediata a los gases porque se tienen que hacer a muchos kilómetros de cualquier zona habitada», añadió García Casas, experto en Medicina Preventiva y Salud Pública.
De lo contrario, «se exigiría que en zonas cercanas de riesgo hubiera equipos específicos sanitarios y de protección civil que supieran asistir situaciones de este tipo, porque los efectos letales del cianuro son inmediatos». Además, la empresa debe garantizar que «el terreno tiene las condiciones adecuadas para impedir filtraciones, que los muros tienen una altura suficiente para evitar desbordamientos y que los materiales empleados en la construcción están a prueba de todo tipo de inclemencias meteorológicas y todo eso eleva muchísimo los costes de explotación».
Sus apreciaciones fueron avaladas por Miguel Álvarez, investigador científico del Instituto de Productos Lácteos de Asturias, que señaló que las operaciones con cianuro deben ser legisladas por la normativa de las industrias químicas y no como actividades auxiliares de la minería, ya que la extracción del oro «no se parece a la del carbón, que sólo tiene un proceso de extracción, sin tratamientos químicos».
Polvo contaminante
A lo largo de su ponencia, Álvarez habló de los importantes riesgos que se derivan de la minería de oro para la industria láctea, ya que «la rasa costera del Occidente es la mejor zona de España para producir leche». Y no sólo por los accidentes que pudieran darse en la balsa, sino porque «el oro suele ir acompañado de otros metales pesados, como arsénico o cadmio, que salen en el polvo que se genera en la extracción y contamina las zonas en las que se encuentra la explotación».
Esos contaminantes, explicó, podrían llegar a acuíferos o vegetales que consumiría el ganado, afectando al sector: «La leche se analiza y se paga en función de la calidad y si se detectan metales pesados, los ganaderos tendrían serios problemas para vender la leche». Por esto, afirmó que «el sector lácteo es incompatible con la minería de oro».