No se piensa igual en una choza que en un palacio. Con su reciente discurso en favor de las compañías mineras, Javier Corral denota que no ha estado, nunca, en los innumerables pueblos mineros del estado que dice gobernar; por tanto, no se ha percatado que en varios siglos de explotación, sobre todo en la etapa del “crecimiento hacia afuera”, auspiciado por el porfiriato y sus “científicos”, ha dejado un caudal de agravios, miseria, pueblos fantasma, contaminación y depredación sin fin.
Si hubiera abierto los ojos a las afueras de Chihuahua, se habría dado cuenta que existe Santa Eulalia, Santo Domingo, San Guillermo, los restos de la fundidora que fue de la Asarco, que hablan claro de lo que las grandes empresas mineras buscan en territorio nacional. Más lejos están Santa Bárbara, Cusihuiriachi, Naica y tantos minerales que, una vez explotados sin piedad, sólo han heredado saldos negativos a un desarrollo, ya no digamos sustentable, sino de elemental satisfacción de los derechos de los trabajadores, el combate al alcoholismo, a la silicosis y el respeto al medio ambiente y a la salud de sus pobladores. Y es que no es lo mismo estar sobre el “green”, conocer sus hoyos, departir con los prohombres de la élite económica, acudir a las vendimias de Encinillas, que pararse frente a un socavón minero de un pueblo abandonado y expoliado.
Su reciente defensa de esta minería, pronunciada en el placentero puerto de Acapulco, faltaba más, durante la 33 Convención Internacional de esta rama económica, es una traición a Chihuahua, a la incipiente lucha de Samalayuca, a la que ni siquiera toma en cuenta, y a sus –hoy lo sabemos– falsos compromisos con los opositores al llamado “fracking”, que algo tiene que ver en el tema que me ocupa. Se demuestra que los discursos de Corral siempre son a modo del auditorio que tiene enfrente, desentendiéndose de lo elemental: la memoria y el registro de las palabras que implica la responsabilidad de los gobernantes. En este caso, estuvo en su elemento, porque él siente y piensa como los preconizadores de una minería que está bajo sospecha y cuestionada en todos los continentes del planeta. Por ejemplo, dudo mucho que haya visto lo que pasa en Huizopa, Madera, y si lo vio lo olvida, por así convenir a sus intereses, a sus proyectos, y porque, a resumidas cuentas, es en ese ambiente en el que se siente cómodo. Con el pueblo nunca ha estado.
Veamos algunas de las líneas de su pieza oratoria acapulqueña. Inicia cuestionando supuestos prejuicios, subrayando una historia no referida, porque es imposible que embone con su demagogia. ¿Qué fue de la minería colonial que se llevó el oro y la plata de aquí, que dejó las secuelas de la esclavitud, paradójicamente construyendo la desgracia de España y la acumulación capitalista de los ingleses y los holandeses? ¿Qué fue del viraje que cobró el país a partir de la entrega de los porfiristas a los grandes consorcios mundiales que vinieron a México en pos de los minerales industriales, y que desde luego perseveraron en el oro y la plata? Se trata de prejuicios, pero del mismísimo Corral, que fue a endulzarle los oídos a los dueños de las mineras, olvidándose de la cruel realidad, y también acudió a la búsqueda de mecanismos de presión para recuperar el fondo minero federal sin tener proyecto alguno para utilizarlo en el supuesto de que se diera un viraje en esta materia por parte del gobierno central.
Acusa “ignorancia” en los críticos de la minería, probablemente de la que se hace a cielo abierto, de manera presuntuosa, dando a entender que él sería un experto, de lo cual está muy lejos, como lejos está la titular de Innovación y Desarrollo Económico, Alejandra de la Vega, consorte de un petrolero texano, republicano y trumpiano. Es la peor forma de rebatir cuestionamientos de fondo que están en el debate serio, científico e informado en esta industria extractiva. Acusar a los disidentes de ignorancia al menos supone que se admite algún conocimiento de fondo en el acusador.
Sin embargo, el más preocupante cuestionamiento tiene que ver con los supuestos prejuicios, “fruto de la ideologización”, dice él. Pero jamás asoma qué ha de entenderse por esos categóricos conceptos, aunque seguro estoy que tiene en mente el modelo económico del capitalismo salvaje y de puertas abiertas a las grandes empresas que se han enriquecido exponencialmente a partir de la instalación del modelo de globalidad imperial en esta forma de explotar los recursos naturales. De aquí a su adhesión al “fracking” hay un paso, por más conciencia que él diga tener en contra de los supuestos prejuicios que endilga.
En estos momentos comunidades como Cusihuiriachi, que ya se había convertido en un pueblo en ruinas, producto de una explotación inmisericorde, ahora se ha asentado ahí una compañía que, a decir de los viejos pobladores, lejos de aportar algo positivo sólo se lleva lo poco que le queda y tiene “asquerosamente contaminado” –así lo dicen hasta por las redes sociales– el arroyo con sus desechos, ante la impotencia de los pocos habitantes sin que medie autoridad alguna que establezca correctivos. Esas mismas voces afirman que “Corral es muy incompetente” y que “no soluciona nada”, lo que confirma su ignorancia interesada que prácticamente lo convierte en otro gobernador abogado de las mineras depredadoras.
El otro caso que ha cobrado notoriedad por las protestas de sus habitantes, es el de Samalayuca, sección municipal de Juárez, donde recientemente se han prendido las alarmas por la segura contaminación de los mantos acuíferos si llega a operar la mina proyectada, cuyas resistencias ciudadanas ni siquiera –así lo declaró Corral– estaba enterado.
Otro caso emblemático es el de Basaseachi, área turística en que Corral tiene asentada su casa de invierno pero en donde los pobladores han documentado que la minera Frisco también ha ocasionado afectaciones a los mantos acuíferos. Y así podríamos enumerar muchos otros casos.
Que el modelo extractivista y depredador está en crisis, lo evidenció la tragedia en Coahuila de la mina Pasta de Conchos, propiedad del Grupo México encabezado por Germán Larrea, donde, además, se dio la quiebra de un sindicalismo entreguista que no protege las condiciones de seguridad e higiene de los trabajadores, que desprecia el medio ambiente, denota la impunidad y siembra miseria.
Corral ni siquiera recuerda la tragedia de Río Tinto, en la comunidad de Cieneguita, municipio de Urique, donde se desbordó la presa de jales hace un año, dejando una estela de muertes y contaminación. Esta sí es ignorancia.
Pero hay uno que tiene una historia cercana al corralismo y que lo deja mal parado por contrastar con la desmesura de su obsequioso discurso en Acapulco. Me refiero al crimen del líder barzonista Ismael Solorio Urrutia y su esposa Manuela Solís Contreras el 22 de octubre de 2012, precedido de su lucha por la preservación de la Cuenca del Río Carmen, afectada por las maniobras de otras mineras.
Los aparatos de justicia nunca han tenido la certeza de que la muerte de los Solorio a causa de su lucha contra las mineras en el Ejido Benito Juárez, municipio de Buenaventura, haya sido a manos de matones de las extractoras y sus socias canadienses que ahí operan, pero de lo que no hay duda es de que su férrea defensa por los acuíferos de aquella región los pusieron en la mira de los intereses extranjeros afectados y cuya defensa oficial, en la etapa del hoy prófugo César Duarte, se parece en mucho a la aplicada por Javier Corral en Acapulco.
Una memoria corta produce los dislates como los del Ejecutivo chihuahuense y a la vez rompe compromisos que en la región se trabaron durante su campaña, que al parecer cree simplemente que ya los pagó cuando incorporó a la nómina a los que hace cuatro años estuvieron en duelo y en la calle reclamando justicia, tomando el Palacio de Gobierno en una acción de audacia que hoy no se escenifica para cuestionar la traición corralista en el tema que me ocupa.
Evidentemente que estas apreciaciones se deben entender en la perspectiva de que, en efecto, los recursos naturales que provienen de la minería se deben explotar bajo la premisa de una economía que solvente la justicia social, la defensa del medio ambiente y los intereses nacionales, que no están en presencia en la realidad y que, con posicionamientos como los de Corral, sólo llaman a la enajenación de los bienes del país, deteriorando la ya de por sí carcomida soberanía.