accidente minero colombia
Colombia

Minería lleva otra tristeza a Caldas: 17 mineros desaparecidos en socavones inundados por el Cauca

accidente minero colombia“Leo, Leo. Hay una señora allá en la carretera que pregunta que si su hijo, Luis Arley Trejos, está ahí”, gritó desesperada una mujer cuarentona, acercándose a la orilla de La Mina de Leo. Ubicado 15 metros arriba del Río Cauca, Leo le respondió: tiene que darme el nombre, porque acá a todos los conocemos por los apodos.

Esta escena se vivió al mediodía de este miércoles en la vereda El Playón, de Riosucio, donde decenas de personas se apostaron a orillas de la carretera que conduce del Túnel de Irra (Risaralda), al Restaurante La Estación Típica (La Merced), esperando noticias de sus seres queridos, por lo menos 17, desaparecidos en un accidente en dos minas de oro del sector: La de Leo, a 15 metros de profundidad, y La de Mauricio, a 17.

Tristeza

En la mañana del miércoles el rumor se regó por toda la zona y pronto el lugar se llenó de curiosos. Querían saber por la suerte de Tano, Chan, Botas, Víctor el Blanco, la Abuela, El Negro, Santiago, Marcelo y su hermano, José, entre otros.

Al parecer, un corte eléctrico hizo que las motobombas dejaran de funcionar, los socavones se inundaran y las personas, quizá, se ahogaran. Hasta al cierre de esta edición no habían encontrado a ninguno de los mineros.

Historias

Camilo Andrés Jiménez, de 16 años, estaba tirado sobre un pastal cercano al sitio de la tragedia. Con sus dos manos se agarraba la cabeza, acompañado de una joven que aún portaba el uniforme del colegio.

“Mi papá, Jhon Freddy Jiménez, de 36 años, está ahí. Hace cuatro años trabajaba en la mina para darnos todo lo que necesitábamos. Nos dijeron que la Chec quitó la energía sin avisar, se frenaron las motobombas y la mina se llenó de agua”, relató en voz baja y con una profunda tristeza en su rostro.

El joven acompañó a su papá en una moto desde Irra, donde vive, hasta el lugar de trabajo. “Papá arregló una linterna, se despidió y se metió a la mina”. El miércoles, habitantes de la zona afirmaron que Jhon Freddy es un héroe, pues habría alcanzado a salir del socavón, pero le pudo más la amistad por uno de sus compañeros, por lo que se devolvió a tratar de ayudarle, pero nunca salió.

En otro punto de El Playón, la otra hija de Jhon Freddy, más tranquila, expresó que a su papá le decían Maravillo o El Negro. “Esta mañana (miércoles) le pedí $2 mil y la bendición. Recochamos un rato porque me dijo que mejor me los regalaba, pues yo era muy mala paga. Hasta la perrita, Lupe, se despidió de él”.

Yeison Gutiérrez, de 34 años, dio fe de la labor de Jhon Freddy. “Ese man es un héroe al devolverse por ayudar a alguien. Lastimosamente no pude hacer lo mismo. Estoy vivo porque mi Dios es muy grande”.

Yeison se salvó porque minutos antes de la tragedia lo cambiaron de frente de trabajo. “Estaba muy adentro, pero me mandaron para más afuera. Es un milagro. Solo pensaba en mi hijo a medida de que el río se metía a la mina. La gente gritaba, pedía auxilio, pero no hubo forma de ayudar. En la de Leo había como 24 personas y quedaron como cinco atrapadas, entre ellas mi amigo Tano. En la otra, creo que son 10. Ahí estaba mi parcero del alma. José”.

Este minero consideró que, pese a lo que ocurrió, se puede seguir trabajando en minas, desde que no ocurran descuidos como el de la energía. “Es que la mina es bien, con servicios de salud, seguridad. El ciento por ciento de la gente de esta zona depende directa e indirectamente de la minería para ganarse su sustento. Es que no hay más alternativas. Por eso este dolor de hoy es un dolor común”, explicó.

Por partida triple

Mientras los organismos de socorro adelantaban sus labores drenando el agua de la mina para encontrar a los desaparecidos, el fuerte bochorno de esa hora, 2:00 de la tarde, llevó a las autoridades a convocar a los familiares de los mineros a una casa contigua, para tratar de elaborar un censo y darles ayuda psicosocial.

Entre esas personas estaba don Fidel Hernández que, tranquilo, cargaba en hombros los dos pequeños bolsos de sus hijos José Rubiel, de 24 años, y Jhon Alejandro, de 18. El señor deambulaba solo sin saber qué hacer. Aseguró que sus dos hijos, más su sobrino Libardo de Jesús Hernández, de 35, trabajaban en esas minas.

“A principios de año se vinieron a trabajar. Todos los días viajaban desde la vereda Piedras (Quinchía), que queda a hora y media. Es que les gusta mucho la platica y por eso se dedicaron a esto”, contó, mientras esculcaba entre los bolsos para buscar las cédulas de sus seres queridos y entregárselas a un funcionario del CTI.

Los familiares de los desaparecidos fueron trasladados al patio de una casa ubicada al otro lado de la vía. Allí, desesperada, estaba Rocío Bueno Gañán. “Señor, usted me puede regalar un minuto, es que nadie me lo da”, le dijo a este periodista.

La señora tomó el teléfono y llamó a una prima a San Cayetano (Supía), donde viven, para contarle lo ocurrido y pedirle que buscara por cielo y tierra el número de cédula de Pedro Pablo, su hermano, que sufrió un accidente en la mina. Habló poco, pues no pudo contener las lágrimas cuando le empezó a contar a su prima lo que pasó.

“Es que Pedro respondía por mi hermana y por mí. Se dedicaba a jornalear, pero desde el año pasado se metió a esa mina. Le dijimos que no lo hiciera, que era peligroso, pero insistió en que debía darnos el sustento. Esta mañana (miércoles) me sentí como enferma, tuve un presentimiento y fui a rezar. Luego escuché por las noticias lo ocurrido y me vine para acá”, manifestó la señora.

Después de horas de trabajo llegó la noche. Las familias permanecían sentadas, a orillas de la carretera, a la espera de noticias de sus familiares, pues este miércoles, como todos los días, no tuvieron el privilegio de despedirlos con un abrazo, un beso o una bendición de salida hacia su trabajo.