Economista Patricio Meller dice que la tarea de generar una estrategia de desarrollo a futuro está pendiente y plantea que el foco debería ser la innovación tecnológica. La bonanza sí ha aportado al bienestar de la población.
Termina la Segunda Guerra Mundial y Europa queda devastada. Había que reconstruir. Para ello se implementó una de las más ambiciosas estrategias de inversión conocidas, el denominado Plan Marshall, al que se destinaron unos US$108.300 millones, llevado a dólares de hoy.
La cifra es inmensa, pero Chile, por la bonanza en los precios del cobre recibió como renta extra normal -ingresos adicionales al promedio de años anteriores- 1,5 veces superior a ese monto sólo entre 2004 y 2010, según cifras de la OCDE.
¿Qué ha dejado el superciclo de las materias primas al país? Lo evidente son ingresos fiscales como nunca antes. «Fue un maná que cayó del cielo», dice el economista e investigador de Cieplan Patricio Meller. Pasamos de precios del cobre menores a US$1 la libra hasta más de US$4 la libra en la parte más alta del ciclo.
El economista, quien ha dedicado tiempo a estudiar el impacto que ha tenido el cobre para Chile, comenta que para América Latina la bonanza de los commodities -evita hablar de superciclo- le significó al país resistir la reciente crisis, mientras el mundo desarrollado sufría sus embates.
«La crisis financiera de 2008 a 2011 es de dimensiones similares a la del 29, pero los resultados para América Latina son totalmente diferentes», destaca . Si antes la región sufrió más que el mundo desarrollado, ahora en ningún país sudamericano se vive el desempleo de España o los ajustes de Grecia.
En 2002 la minería representó el 2,7% de los ingresos fiscales de Chile. En 2007 fueron el 32%. Es decir, pasó de US$350 millones a US$14.000 millones.
Para el profesor de la Universidad Católica Gustavo Lagos, en promedio, Chile obtuvo US$8.000 millones anuales como ingreso al fisco sólo por concepto de minería de cobre.
«El superciclo fue para Chile como ganarse la lotería», ejemplifica el académico. Dice que gracias a los ingresos adicionales causados por el boom Chile pudo aumentar su bienestar y disminuir el desempleo.
«Hay que ver lo que hizo Australia»
Si bien hay debate sobre el fin o no de un superciclo de los commodities , la pregunta es si Chile aprovechó esta racha de buenos precios de los metales. ¿Se invirtió, como hicieron Canadá o Australia por ejemplo, para incentivar la innovación en otros sectores industriales?
Para Meller , los recursos naturales han sido una bendición para América Latina que permitió aumentar el bienestar de su población de forma rápida. Crecimiento, eso sí, que «no se volverá a repetir».
«La relevancia que ha adquirido el cobre en estos últimos 20 años no es repetible. Desde 1990 hasta ahora hemos más que triplicado la producción de cobre en el país», recuerda.
La producción pasó de 1,5 millones de toneladas métricas a 5,4 millones de toneladas métricas. Subió 3,5 veces, al igual que su precio.
¿Qué se puede producir, además de cobre, para mantener el ritmo de crecimiento en el bienestar? «Hay que aprovechar esta ventana de oportunidad que nos ha abierto el cobre para discutir una estrategia de desarrollo a futuro», sentencia Meller.
Agrega que «para ser un país moderno hay que generar innovación tecnológica (…) La estrategia que ha seguido ahora el gobierno, la Corfo, no ha dado resultado».
Comenta que la política estatal de no «escoger sectores ganadores», señalando que hay 160.000 emprendedores, no será efectiva al momento de querer mantener el crecimiento económico en momentos de bajo precio del cobre.
» Es importante que existan emprendedores, pero no pasarse la película de que esos 160.000 emprendedores están generando un ritmo de crecimiento económico y bienestar para la sociedad chilena comparable con lo que ha hecho el cobre», sostiene.
Opina que Chile debe focalizarse en actividades generadoras de innovación tecnológica. Por eso valora programas como el de proveedores para la minería de clase mundial, en donde mineras y pymes crean lazos para crecer en conjunto.
«Hay que ver lo que hizo Australia. Empresas líder de un sector acoplan a sus proveedores para que crezcan junto con ellos (…) eso puede pasar en la industria forestal, frutícola o salmonera, pero también puede pasar en el retail . Es replicable para todos los otros sectores», dice.
Esta preocupación para el futuro es aún más relevante si el precio del metal rojo cae. Para el investigador del programa económico de Libertad y Desarrollo (LyD), Francisco Klapp, el país «está rico, pero no lo es».
«Nos hemos ido mal acostumbrando a vivir -y gastar o querer gastar- como si esta riqueza hubiese llegado para quedarse, cosa que parece muy difícil», opina.
Ejemplifica diciendo que hace sólo seis años el gasto público alcanzaba el 17,2% del PIB. Tres años después ya se encumbraba por sobre el 23%.
Lagos comenta que «es casi seguro que el superciclo no durará por siempre, y es muy probable que veamos su fin antes del 2020».
Añade que «pensar que esto durará por siempre es ser demasiado optimista. Una de las consecuencias del superciclo es que los chilenos creen que somos ricos. Creen que hay plata para tirar para arriba, y eso no es verdad (…) las reservas que hay, lo ahorrado en los fondos, no alcanzarán por siempre. Eso da para dos o tres años, no más que eso».
¿Qué pasará con los precios?
En las últimas semanas el mercado del cobre ha vivido volatilidad y el fantasma de una fuerte caída en el precio se instaló.
Si pasa, sus consecuencias no serían pocas. El gerente de Estudios de la Sociedad Nacional de Minería (Sonami), Alvaro Merino, calcula que por cada centavo de dólar promedio anual que cae el precio del cobre -y permaneciendo constantes las demás variables- Chile, por concepto de exportaciones, deja de percibir US$120 millones, y el fisco alrededor de US$58 millones.
«La incertidumbre está muy extendida en los mercados mundiales, debido, por un lado, a la compleja situación que vive la economía europea -que continúa en recesión- y, por otro, a la real solidez del crecimiento de Estados Unidos, como también a la desaceleración de China, que el año pasado marco un crecimiento de 7,8%, en tanto que en las últimas tres décadas creció a tasas promedio anual de 10%. Todo lo anterior produce mucha volatilidad en los precios de los activos y, en particular, en el valor de las materias primas», sostiene Merino.
Agrega que «se debe tener presente que los precios los fija el mercado de acuerdo a la oferta y demanda y, en el caso particular del cobre, se prevé para los años 2013 y 2014 un aumento de producción a nivel mundial, ya que entrarán en operación nuevos proyectos e incrementarán su oferta operaciones que actualmente están en actividad, en tanto que la demanda no tendrá el mismo ritmo de crecimiento».
El director ejecutivo de Cesco, Juan Carlos Guajardo, opina que «experimentaremos algunos años con superávit, por lo que los precios no estarán tan altos como en los mejores años del ciclo actual y tal vez existan períodos puntuales de vulnerabilidad dependiendo de las condiciones financieras». En todo caso, sostiene que «si la demanda impulsada por China y otros países emergentes mantiene un ritmo de crecimiento adecuado, no debieran producirse, en promedio, precios significativamente bajos hasta el fin de la década».
El economista Claudio Agostini dice que «lo importante es el precio de largo plazo más que las fluctuaciones de corto plazo. Por supuesto que una caída importante y permanente en el precio del cobre tiene efectos y requeriría hacer ajustes en el presupuesto fiscal, pero no tenemos una bola de cristal para predecir el precio futuro del cobre. En cambio, usar la mejor información disponible cada año para presupuestar basado en tendencias de largo plazo me parece que es una estrategia correcta».
El futuro de los proyectos mineros
Otra preocupación es en cuánto este nuevo escenario afectará a la inversión minera en el país. «Desde la perspectiva productiva, los proyectos en carpeta ya se han estado evaluando a precios por debajo de US$3; por lo tanto, no debiera cambiar el panorama actual, en que son principalmente los altos costos los que están dificultando la materialización de proyectos», dice José Tomás Morel, gerente de Estudios del Consejo Minero.
«Todo proyecto de inversión ante el aumento en el costo de inversión o incremento en el costo operacional, sin duda, se verá afectado en sus flujos futuros y en sus retornos. Eso es algo que ocurre en cualquier sector productivo. Ahora, dependiendo del monto del incremento de costos, puede ocurrir que proyectos que eran rentables dejan de serlo y, por ello, se postergan o definitivamente no se hacen», complementa.