Bolivia

El agua y los cambios climáticos

El departamento de Oruro tiene recursos naturales en inmensas cantidades, tanto mineralógicos y metálicos como no metálicos; también agropecuarios: camélidos, quinua y ganado vacuno, ubicados particularmente en la Cordillera Oriental. Además existen serias posibilidades de existencia de recursos hidrocarburíferos. Todo eso nos convierte en una región potencialmente rica.

Para la explotación e industrialización de estos recursos naturales mediante diferentes procesos, se necesita un elemento clave que es el agua. Lo tenemos, pero lamentablemente este recurso no está siendo utilizado de manera eficiente ni responsable. Sumado a ello, por los cambios climáticos que se están produciendo, el problema es mayor. A modo de ejemplo, analizaremos los problemas ambientales que se están dando por el inadecuado uso del agua en la actividad minera y los impactos que se han estado generando por los cambios climáticos en el sector de Sora Sora (municipio de Machacamarca).

La comunidad de Sora Sora está dentro de la subcuenca San Juan de Sora Sora, donde desde varias serranías se alimenta el río Huanuni, que además tiene como tributario el río Payrumani. El agua de estos ríos desemboca en el lago Poopó. El caudal de agua es permanente durante todo el año, aunque en época de sequía con menor cantidad de agua y en la época lluviosa con mayor volumen de agua. Sobre estos ríos están asentadas varias operaciones mineras. Entre las más importantes están las minas de Japo, Santa Fé, Morcocala y Huanuni.

Asimismo se puede encontrar en esa región vertientes de agua, que en algunos casos están cerca a los ríos y en otros algo alejados. Estas aguas de las vertientes sirven básicamente para el consumo humano, animal y en algunos casos para el riego de cultivos. De esta manera se ha creado una zona agropecuaria, con pastos forrajeros que sirven de alimento para los vacunos y ovinos y con cultivo de algunas hortalizas e inclusive quinua.

De acuerdo al testimonio de personas del lugar, antes de las actividades mineras en la zona, la región era eminentemente agropecuaria, puesto que el agua de los ríos era abundante y de buena calidad. De la misma manera gracias a las vertientes, en muchos lugares la producción era grande; prácticamente eran semejante a la de los valles altos.

Con el mal manejo de agua que hizo y hace la actividad extractiva, los ríos se han convertido en aguas de pésima calidad. Son abundantes, pero no se las puede consumir, ni siquiera utilizar en el riego de cultivos (a pesar de eso, algunos lo hacen). Lamentablemente este problema se está extendiendo a las vertientes de agua, que son una especie de reservorios. Se advierte claramente en el sector de Kimsa Jalsuri, en el que existen tres ojos de agua. El de mayor caudal se ha contaminado completamente y lo mismo está sucediendo con los otros dos y con otros ojos de agua que existen en esta zona.

Si bien es cierto que la actividad extractiva está contaminando las aguas, además el impacto de los cambios climáticos es intenso, lo que se constata por la intensidad de las sequías, los vientos atormentadores, la reducción del volumen de agua, la presencia de plantas no deseadas, la erosión de suelos, la erosión genética, el incremento de la intensidad solar, etc. La radiación solar se ha incrementado, haciendo que la humedad de los suelos se reduzca por la evaporación, lo que a su vez afecta el crecimiento de las plantas. De esta manera se disminuye la superficie cultivada, reduciendo la alimentación para los ganados. Además las fuertes temporadas de calor hacen que los reservorios de aguas de las vigiñas, pozos y vertientes queden con poca o ninguna cantidad de agua, afectando drásticamente la seguridad alimentaria de las comunidades que viven en la zona.

Evaluando la contaminación del agua y el efecto de los cambios climáticos, los impactos observados son:

Reducción drástica de agua dulce por la actividad minera y el cambio climático. En los ríos de Huanuni y Payrumani no se tiene agua que pueda ser aprovechada. Los pozos de agua, vigiñas y vertientes han comenzado a contaminarse y se pierde el volumen de agua con que se contaba.

La superficie cultivada de pastos forrajeros, cultivos andinos y hortalizas han disminuido, afectando la población ganadera y la población en general.

Si bien es cierto que la actividad extractiva se ha intensificado por la elevación de precios de los minerales, tal como se está realizando esta actividad no es sostenible. Cuando se termine el yacimiento quedan minas abandonadas, fuentes de agua contaminadas, pasivos ambientales esparcidos en la región y recursos naturales contaminados.

Se provoca una migración masiva de los trabajadores. Una vez que ya no cuentan con empleo, tendrán que abandonar la región. De la misma manera la población citadina no tendrá incentivos para permanecer en el lugar.
Lo más grave es que los comunarios que se dedicaban a la actividad agropecuaria, en estos momentos habrán abandonado esta actividad, dedicándose a la minería. Luego seguramente tratarán de retomar su actividad permanente, pero ya no podrán dedicarse a la actividad agropecuaria, puesto que los recursos naturales, como el agua, suelos, vegetación y otros no darán el rendimiento necesario para sostener a su familia, por lo tanto tendrán que migrar hacia otros lugares. Entonces veremos la comunidad desolada, contaminada y despoblada.

Estas situaciones se están advirtiendo permanentemente a las autoridades competentes, gerentes de las operaciones mineras, dirigentes y la población en general. Pero no cambia nada: las aguas de los ríos, los pozos y vertientes siguen contaminándose. ¿Qué pasará cuando aparezcan enfermedades incurables, no tengamos agua y los suelos no servirán para cultivar? ¡Pensemos que los cambios climáticos son una realidad y hagamos estrategias para enfrentar aquello! Consciente de que estamos conviviendo con los cambios climáticos, alguien comentaba al respecto: «Aunque si en este momento pararían todas las fábricas, las minas y la explotación petrolera y no habría automóviles, ni electricidad, ni en un siglo la tierra podría recuperarse».

Norma Mollo Mollo
Coordinadora Programa Cambio Climático
LIDEMA – CEPA