Perú

MINERÍA ARTESANAL Y LA IDEA DE LOS PARQUES INDUSTRIALES MINEROS

PUBLICADO EN EL SUPLEMENTO SEMANA DEL DIARIO EL TIEMPO

http://www.eltiempo.com.pe/semana/08-03-09/semana%2008-03-09.pdf

José De Echave C.

En medio del boom de la expansión de la minería en el Perú en los últimos años, se ha producido al mismo tiempo un crecimiento importante de la pequeña minería, muchas veces artesanal e informal.

Como se sabe, recién a partir de 2002 se introdujo en el país el estrato de la minería artesanal, que como se aprecia en el siguiente cuadro opera en áreas concesionadas de hasta 1,000 hectáreas y con una capacidad productiva de 25 toneladas por día. Entre otros metales, sobre todo la minería artesanal de oro ha adquirido una gran relevancia en varias zonas. Desde la década del 80 no ha dejado de expandirse y pese a ser vista al inicio como una actividad momentánea -mientras se buscaba o intentaba construir otras alternativas económicas-, lo cierto es que la minería aurífera, pequeña y por lo general informal, se ha ido potenciando como fuente de empleo para decenas de miles de hombres y mujeres[1][2].

Se pueden identificar diferentes experiencias de minería artesanal dedicada a la explotación de oro. Desde las que desarrollan una actividad depredadora, que atenta contra el medio ambiente y los recursos de poblaciones locales (norte del país, Madre de Dios, etc.), hasta experiencias más responsables de formalización y desarrollo, como la de la comunidad de Santa Filomena en Ayacucho, en el eje minero artesanal Nazca-Ocoña del sur medio del Perú.

En los últimos años, en un contexto de precios altos, la minería artesanal ha pasado de las cuatro zonas tradicionales de desarrollo de esta actividad (Madre de Dios, Puno, La Libertad y el eje Nazca-Ocoña) a nuevas áreas en Cajamarca, Piura, Amazonas, Ucayali, Lima, Ayacucho, Apurimac, Moquegua y Tacna, extendiéndose prácticamente a todos los departamentos del territorio nacional. La minería artesanal también se ha hecho presente incluso en áreas de influencia de operaciones de la gran minería, incursionando en la extracción de algunos metales de base, como el cobre, zinc y otros.

La indiferencia de las autoridades hacia este fenómeno ha sido manifiesta. Incluso la labor de estimación de la producción anual de oro de la minería artesanal fue abandonada el 2002 por el Ministerio de Energía y Minas, con la única excepción de Madre de Dios y hoy en día no se tiene una idea clara sobre la magnitud alcanzada por la minería artesanal en todo el país.

Sin vigilancia ni apoyo de las instituciones, la informalidad y las malas prácticas ambientales y sociales predominan.

Los propios mineros artesanales suelen ser las víctimas de esta situación. En los últimos años operaciones mineras artesanales han comenzado a aparecer en el informe periódico de conflictos sociales y ambientales de la Defensoría del Pueblo: por ejemplo según el último reporte, la pequeña minería y la minería artesanal da cuenta del 41% de los conflictos que se registran en el sector.

También se han denunciado situaciones de explotación de trabajo infantil en asentamientos mineros acompañados de condiciones de vida y de trabajo deplorables.

Además, en varios casos se sabe que esta actividad ya no sólo surge como iniciativa de sectores pobres, sino que también está alentada por empresas de mediana y pequeña minería industrial que han visto en ella una forma de incrementar sus ganancias y disminuir sus responsabilidades ambientales y laborales.

En estos casos se puede constatar que se establecen condiciones de semiesclavitud de los trabajadores que se dedican a la fase de minado.

También se sabe que en algunas zonas del país, mineros artesanales son utilizados por la minería formal como una suerte de cabecera de playa para un ingreso de la minería en gran escala.

Frente a esta situación se plantea una legítima interrogante ¿qué hacer? En primer lugar no estaría demás que el Estado asuma su responsabilidad frente a una actividad que no deja de crecer de manera caótica en diversas regiones del país y que presenta diversas situaciones y realidades.

La ley 27651, de promoción de la formalización y el desarrollo sostenible de la minería artesanal y pequeña minería del año 2002, sigue siendo un verdadero saludo a la bandera. Además, hay una serie de hipótesis que pueden ser comunes para los diferentes estamentos de la gran, mediana y pequeña minería.

En un país como el Perú se debería reflexionar sobre dónde debería haber actividad minera y dónde no. Y sobre todo qué instrumentos deberían desarrollarse para que la toma de decisiones se respalde en análisis rigurosos y procesos que involucren una verdadera participación ciudadana, que sea oportuna e informada.

La combinación de instrumentos de gestión pública y participación ciudadana parecen ser dos insumos básicos. Por eso, sin análisis riguroso y sin participación ciudadana, la propuesta de buscar constituir parques industriales mineros en una región como Piura, parece tener mucho de improvisación o en su defecto busca legitimar la presencia de una actividad que ha estado a la base de controversia e importantes conflictos y movilizaciones.

No se puede ignorar que poblaciones enteras de la región Piura han manifestado su rechazo rotundo a esta actividad. Pero también queda la impresión que se ha lanzado la propuesta del parques industriales mineros sin conocer realmente su significado y las experiencias que se han dado en otras partes: la conformación de parques industriales es una estrategia de gestión territorial que surgió con fuerza en Europa a mediados de los 60 y que luego se ha venido implementando en otras regiones con resultados diversos.

En temas mineros allí está la experiencia del Parque Minero Industrial de Mochuelo en Colombia, que fue una iniciativa institucional del gobierno colombiano que partió de la elaboración de un Plan de Gestión Ambiental Territorial, que a su vez siguió las orientaciones de un Plan de Ordenamiento Territorial.

También destaca en América del Sur la experiencia de Copiapó en Chile. Como se puede apreciar, la formación de un parque industrial es sobre todo una iniciativa de gestión del territorio y consecuencia de un proceso muy elaborado que, entre otras cosas, puede derivar en la conformación de un parque industrial.

Es decir planificación y ordenamiento previo y después propuestas de parques, allí donde corresponda y no lo contrario. ¿Así lo están pensando los que en Piura sueltan una propuesta de este tipo? Si es así, que presenten los procesos previos de planificación y ordenamiento territorial.

¿Cómo se dieron? ¿Qué instrumentos técnicos se utilizaron y cómo participó la población involucrada? Si no hay nada de eso, estamos frente a una propuesta improvisada que pretende evitar una discusión seria que se viene dando en Piura; la viabilidad de la presencia de la minería metálica en la región: la pequeña, la mediana y la grande.

[1] Parte de la información de este artículo ha sido tomada de César Mosquera: El Desafío de la formalización en la minería artesanal y de pequeña escala: análisis de las experiencias de Bolivia, Ecuador, Colombia y Perú. CooperAccion, Lima, 2007.