Por Helda Martínez, enviada especial IBAGUÉ, Colombia, julio (IPS)
Entre la vulnerabilidad y el coraje oscila estos días la población femenina de los municipios de Cajamarca e Ibagué, en el andino departamento colombiano de Tolima, por la posible explotación de una mina de oro, que alteraría la forma de vida de toda la zona.
Las emociones contrapuestas son en este caso comunes, pese a la diferencia socioeconómica de las mujeres de los dos municipios, distantes entre sí 35 kilómetros y unidos por la carretera Panamericana.
Todo comenzó en 2006, cuando la sudafricana AngloGold Ashanti (AGA) descubrió una veta de oro a apenas cinco kilómetros de Cajamarca, una población de 25.000 habitantes que en más de 90 por ciento viven de la agricultura y la ganadería. La transnacional tenía permiso del Ministerio de Minas para explorar en 15 áreas del municipio y en otras 12 en el resto del departamento.Al comenzar las actividades de exploración en la mina llamada La Colosa, la tranquilidad de la zona se alteró rápidamente y, apagada la euforia inicial por el espejismo de oportunidades derivadas del yacimiento, la población pasó a organizarse para enfrentar una actividad que modificaría su ecosistema y forma de vida, y no para bien.
En Ibagué, la capital del departamento centro-occidental, con más de medio millón de habitantes y nueve universidades, las estudiantes asumieron un papel protagónico en la movilización.
De hecho, cifras del Ministerio de Educación indican que las mujeres superan en dos puntos porcentuales a los varones en las universidades de la capital de Tolima, que vive del comercio y de actividades derivadas de la producción agropecuaria y de su naturaleza.
En Cajamarca, donde no hay centros de educación superior, también hay más mujeres universitarias que varones. De los 463 habitantes que en 2005 realizaban estudios superiores, 58,3 por ciento eran mujeres, según el censo nacional de ese año.Pero en la región la discriminación no sabe de estudios, y a la hora del empleo son las mujeres de Ibagué y sobre todo de Cajamarca las que tienen más dificultades de inserción. También la pobreza las afecta más a ellas, explicó a IPS la estudiante de economía de la Universidad de Tolima, Diana Ávila, que realiza su tesis sobre el problema.
"La ocupación para muchas mujeres son los trabajos domésticos y sin condiciones apropiadas", explicó Ávila. La comunicadora María Alexandra Herrán añadió que la situación socioeconómica también provoca que en Cajamarca "niñas y jóvenes ejerzan la prostitución, incluso impulsadas por miembros de su propia familia".
"Cajamarca es un sitio de paso permanente, de tránsito de camiones, por ejemplo, lo que incide en los índices de prostitución y altos niveles de enfermedades por contagio sexual", explicó a IPS.LA COLOSA,
EL RECHAZO QUE UNE
Con este contexto, el movimiento contra La Colosa se consolidó cuando AGA anunció en diciembre de 2007 que las exploraciones confirmaban que se trataba de uno de los 10 mayores yacimientos de oro del mundo.El activismo anti-minero generó un movimiento social en torno a 28 organizaciones no gubernamentales, casi todas creadas el último año, algunas este mismo mes, y siempre con destacada participación femenina.
"En número estamos equilibrados hombres y mujeres, pero nosotras no paramos", explicó Ávila, activista de la no gubernamental Conciencia Ambiental.Su compañero de economía, Cristian Frasser, dijo a IPS que "es inmenso el trabajo de las mujeres en esta resistencia", tanto universitarias como campesinas.
También calificó como "valerosas las acciones desarrolladas por Carmen Sofía Bonilla", directora de la estatal Corporación Autónoma Regional de Tolima (Cortolima).Bonilla es la heroína de los opositores a La Colosa, porque pese a las presiones se apertrechó en reglamentos y argumentos técnicos para primero reducir el terreno en que AGA podía explorar y después impulsar su paralización.
Otra mujer de Tolima, la legisladora liberal Rossmery Martínez, convocó un debate en la nacional Cámara de Representantes sobre la ilegalidad de la exploración en una reserva forestal y logró sumar a la causa a la izquierdista senadora Gloria Inés Ramírez.Las acciones de Bonilla, el debate legislativo y las posteriores audiencias públicas en Ibagué y Bogotá decidieron al Ministerio del Ambiente a suspender las actividades en La Colosa, en febrero de 2008, mientras se analiza si la mina puede convivir con las normas y limitaciones de uso de la reserva forestal y del enclave de riqueza hídrica donde se ubica.
Desde entonces, las estudiantes universitarias, en especial las de las facultades de ingeniería forestal y economía, aumentaron su participación en el movimiento contra el yacimiento, conscientes de que la paralización es, al menos por ahora, solo temporal.Los activistas se miran en el espejo de Ataco, una población del sur de Tolima, donde la movilización social logro cerrar 27 años atrás otra explotación aurífera, en una acción comandada por las mujeres de la zona.
Entonces, la afectada fue una empresa colombiana.Los opositores a La Colosa también promovieron la incorporación a la lucha de mujeres de espacios y sectores directamente afectados, en especial campesinas, con jornadas conjuntas de reflexión, a una de las cuales asistió IPS."Apoyamos el trabajo de difusión y sensibilización con llamados sobre los impactos que la explotación dejará, como escasez de agua y contaminación masiva, lo que afectará especialmente la salud de niños, ancianos y madres gestantes", explicó Herrán.
"Como mujeres trasmitimos mensajes a otras mujeres", agregó, al explicar que las jornadas se realizan en Ibagué, Cajamarca y municipios de la zona llana del departamento, en donde hay extensos cultivos de arroz, algodón y sorgo.A los talleres se sumó una campaña por Internet, que obtuvo numerosos apoyos. Ávila destacó un mensaje que decía: "Estoy con ustedes porque mi hijo bebe agua y no toma oro".
"Me impactó porque sinteriza claramente lo que pasaría con la explotación", dijo la estudiante.Los mensajes también motivan a las mujeres de Cajamarca.Aura María Díaz, habitante de esa población, reconoció a IPS la falta de oportunidades que tienen la mayoría de mujeres en la región, más allá del trabajo en el campo."He tenido dudas sobre las ventajas de la mina, pero ahora sí empiezo a creer que eso acabaría con la agricultura y la tranquilidad del pueblo porque ya hay ladrones y atracadores, y tenemos miedo de salir de noche", dijo.
El número de prostitutas se elevó considerablemente cuando la trasnacional empezó los trabajos ahora suspendidos, agregó.En la etapa inicial, fueron contratados 400 obreros, por lo que llegaron muchos forasteros y se creó la ilusión de una bonanza que triplicó el costo de los arriendos y el precio de venta de casas y fincas.
También se produjo la contratación de algunas mujeres. "No fueron muchas, porque el trabajo minero es para obreros rasos y hay pocas labores para mujeres, aparte de la cocina", anotó Ávila."Los taladros son gigantescos y hay que subir por una montaña con pendientes de hasta 45 grados. Podría haber mujeres en rangos ejecutivos, pero no lo sabemos con precisión", agregó Frasser.
También trascendió que las condiciones laborales para las mujeres "no fueron las mejores, aunque no es posible conocer cifras precisas porque AGA esconde información", dijo a IPS Evelio Campos, natural de Cajamarca y coordinador de Ecotierra.
"Estamos recopilando información y sabemos que a varias les dieron la oportunidad de estar en la mina, incluso como supervisoras de las perforaciones, pero las despidieron cuando algunas quedaron embarazadas", agregó.
"La historia minera confirma que en los lugares donde se desarrolla la minería se acrecientan la prostitución, la drogadicción y el alcoholismo", puntualizó Frasser.Olivia Gil, habitante de Cajamarca y frontal opositora a la mina, está convencida de que eso pasaría allí si se abre La Colosa.
"Siempre escuché que allá donde se hace minería quedan en la ruina después de la intervención, aunque al principio haya abundancia", dijo a IPS."Ahora no vivimos en la abundancia, pero tenemos como vivir tranquilas, que es lo que quiero para mis nietas", anotó.
Ella no pierde la esperanza de que el día en que sus nietas, hoy niñas, sean grandes, tengan mayores opciones que las actuales en Cajamarca."Quiero algo distinto a las poco creíbles fantasías de algunos estos días y que la diversión no sea sólo bailar y beber, para después embarazarse.
No deseo eso para mis nietas", agregó.Por eso, su hija vive en Ibagué, donde hay mayores posibilidades para las mujeres, "con todo lo que hace falta para que el futuro de mis nietas sea mejor que el de su madre y el mío", concluyó.