El oro que no hizo rico a un pueblo 20 de abril del 2009
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Por: Ricardo León Enviado especial
En Huepetuhe, un pueblo de muy difícil acceso en la todavía enmarañada selva de Madre de Dios , se cumple con amarga exactitud lo que dijera Raimondi del Perú: “es un mendigo sentado en un banco de oro”. Tanto lo es que el oro extraído informalmente oscila cada año entre US$ 250 millones y US$300 millones. Pero nada de esta riqueza ha mejorado la vida de sus 10 mil habitantes. Como el mercurio que los envenena, se ha ido a otros bolsillos y solo les ha dejado una tierra de muerte. Hay tres formas de entender lo que pasa en Huepetuhe.1. PUEBLO SIN LEYPrimero, asumiendo este espacio como una unidad social sin leyes de ningún tipo.
En una de sus calles principales, junto a la puerta del burdel La Jaula, un letrero invita a ingresar al local con un eslogan que hasta parece oficial: “Huepetuhe, la capital peruana del oro”. Este pueblo es el arquetipo de la expansión licenciosa de la minería informal.
2. UN NUEVO FEUDOTambién se puede entender a Huepetuhe como un universo feudal. Esta historia comienza en la humilde Quispicanchi, Cusco. Era muy joven Cecilio Baca Fernández en 1947 cuando fue asignado a cumplir el servicio militar en Madre de Dios.
Ya adulto, llegó a Huepetuhe y encontró que había cantidades sorprendentes de oro en los ríos cercanos. Con técnicas muy rudimentarias, comenzó a extraer tan codiciado mineral. El bosque, en tanto, iba cediendo terreno.
Un día Cecilio Baca necesitado de ayuda, contrató a gente del Cusco, sus paisanos. Entre ellos, a Gregoria Casas Huamanvilca, una humilde mujer que apenas maneja el español y que, años después, fue su esposa.
Viejos pobladores de Huepetuhe cuentan que los esposos, en su afán por abrir la tierra y hallar oro, removieron incluso el cementerio, con cadáveres y todo.Así se ha levantdo un pueblo donde 10 mil personas viven por o para o desde la minería.
Comerciantes, mecánicos, compradores de oro, proxenetas. Para entonces, ya se utilizaban retroexcavadoras y otras máquinas amarillas y enormes que ganaban terreno en poco tiempo.
Lo curioso es que esta localidad, que carece del respectivo saneamiento básico legal, está dentro de una concesión de esta familia de nuevos ricos que se pasean entre Cusco y Madre de Dios con guardaespaldas, buscando en qué invertir su dinero.
Literalmente, ellos son dueños de Huepetuhe. Y aunque todos los conocen, es muy difícil llegar a ellos y conseguir una entrevista. Nunca quieren hablar.
3. RÍOS DE MERCURIOTambién se puede entender a Huepetuhe como un caserío que nace y muere en relaves mineros, que cubren la pista de la calle principal. Si uno cruza la zona minera del pueblo (apenas unos 500 metros), debe sortear los sedimentos mineros ya sólidos que hacen las veces de carretera y, por las tardes, de cancha de fútbol.
Este residuo semilíquido, que no es sino barro mezclado con cantidades industriales de mercurio, ha convertido el antiguo río Huepetuhe en apenas un remedo de acequia pardusca.
Cuenta Teófilo Góngora que aquí un laboratorio extranjero investigó hace unos años los niveles de mercurio en las aguas de este río y se descubrió que se vierten 450 toneladas anualmente.
Este antiguo dirigente comunal explica que, sin embargo, nadie hizo caso de la alerta. Total, con los 20 o 25 kilos de oro que se extrae a diario de la zona, qué importa que los niños se laven las manos en esas aguas.
Tan rico distrito —si aprovechara el oro extraído— no tiene redes de agua ni desagüe. Por las noches hay electricidad solo hasta las 11, excepto en las cantinas y burdeles, que prenden sus focos rojos hasta la madrugada.
“El bosque ya se perdió”, asume Teófilo. “Lo único que se puede intentar es reducir los niveles de mercurio”. Se despide en la puerta de su nueva casa; la anterior la perdió porque, un par de años atrás, llovió mucho y varias toneladas de relaves mineros enterraron decenas de viviendas.
Así que construyó otra, más alta. Ahora mismo está lloviendo: las calles de tierra empiezan a brillar y no por el oro, sino por el mercurio que inunda Huepetuhe, que en el dialecto de los nativos amaracaire significa “tigrillo”.
CLAVES
De las 2.800 concesiones mineras —casi todas informales— que existen en la región, las más antiguas se concentran en Huepetuhe. Este Diario describió, en su edición de ayer, la situación de las otras concesiones ubicadas en las localidades de Delta 1 y en Guacamayo, donde los estragos socioambientales destacan a simple vista. Estos dos lugares representan el presente; Huepetuhe es, por así decirlo, el futuro.