La compañía canadiense Aquiline y el gobierno provincial impulsan en el desierto de Chubut un yacimiento de plata y plomo, uno de los metales más nocivos.
Las reservas llegan a unos diez mil millones de dólares.
Reclamos de las comunidades aborígenes.
Por Darío Aranda Desde Gan Gan y Gastre, Chubut
Caminos rectos que finalizan en el horizonte, interminables. Clima seco, viento permanente y remolinos que cruzan la ruta de tierra. Ni ranchos ni árboles ni personas a la vista, sólo arbustos y guanacos huidizos. Es el paisaje monótono, durante cinco horas, en la soledad de la meseta de Chubut, el extenso y árido espacio que separa el mar de la cordillera, pleno corazón de la Patagonia. Victorino Cual, abuelo tehuelche, está enfermo, un dolor estomacal lo tiene a maltraer y una ceguera le arruinó un ojo y avanza por el otro. “Siempre dijimos que no. Siempre diremos que no. ¿Por qué es difícil que nos entiendan?”, increpa Victorino, de 75 años, nacido y criado en el lugar, que rechaza el proyecto minero Navidad, de la empresa canadiense Aquiline Resources, iniciativa que avanza sobre territorio originario violando leyes nacionales y tratados internacionales que obligan, a cualquier iniciativa que afecte su forma de vida, a contar con la aprobación indígena.
El yacimiento, con reservas por diez mil millones de dólares, es rechazado por las consecuencias negativas del plomo –tanto en el medio ambiente como en la salud– y el gigantesco uso de agua: 460 litros por segundo, 40 millones de litros por día, durante los quince años de vida del yacimiento, y en una zona donde el agua es el bien más escaso.
El gobierno provincial tomó partido: calificó el proyecto como “una experiencia fantástica”. “No somos mineros. Somos indígenas que criamos animales y respetamos la tierra desde hace cientos de años. ¿Eso tampoco se entiende? ¿Quieren cambiar nuestra forma de vida?”, arremete el abuelo tehuelche, mueve la cabeza en desaprobación y deja sin palabra.
De Toronto a Gan Gan El Yacimiento Navidad es uno de los depósitos de plomo y plata más grande del mundo aún sin explotar, llamado “Navidad” porque los primeros resultados de laboratorio estuvieron un 25 de diciembre. El yacimiento estuvo en manos de la compañía IMA Exploration hasta julio de 2006, pero –juicio mediante en Canadá– fue traspasado a Aquiline Resources (el caso fue un hecho sin precedentes en la historia jurídica argentina, el conflicto sobre recursos naturales de Argentina no se resolvió en la Justicia local sino en tribunales extranjeros).
La última estimación de reservas asegura la existencia de minerales por diez mil millones de dólares. El 15 de noviembre de 2007, en la tarde de Toronto, la compañía canadiense Aquiline organizó una conferencia telefónica entre el directorio y sus accionistas.
La evaluación del proyecto Navidad fue el tema principal. La conclusión fue que no había “ningún aspecto del proyecto que pudiera generar un rechazo por parte del gobierno” (tanto nacional como provincial). Gan Gan es un pueblo de quince manzanas cruzadas por la ruta provincial 4, a 370 kilómetros de Rawson, que une la cordillera con la costa de Chubut, pleno desierto, de 600 habitantes y zona de pequeña ganadería.
Sólo 50 kilómetros lo separan del yacimiento, será de las zonas más afectadas. La familia tehuelche Cual habita en la zona desde 1902, con quince leguas. El propio pueblo de Gan Gan se construyó sobre parcelas donadas por la comunidad indígena. A cien años de esa donación, los Cual perdieron trece leguas a manos de empresarios y comerciantes.
Hasta el cementerio comunitario quedó en parcelas apropiadas por un terrateniente local. En la actualidad, los Cual sobreviven en dos leguas, insuficientes para la cría de animales.
Don Victorino Cual nació en la estepa de Chubut. El rancho de adobe y chapa, construido por sus manos, tiene tres habitaciones. Una ventana pequeña deja en penumbras la cocina comedor, que recibe con una ronda de sillas y bancos desvencijados.
Victorino viste pañuelo rojo al cuello, camisa azul, bombachas de campo deshilachadas y alpargatas. Está enfermo, pero no quiere dejar pasar la oportunidad de contar los pesares. “Nos robaron la tierra, no nos dejan criar a nuestros animales, y encima nos quieren sacar el agua y envenenar con su mina. Y los políticos trabajan para ellos.”
Empleados de la minera recorrieron la zona media decena de veces. Visitaron las comunidades indígenas, se mostraron amables, serviciales. Realizaron una encuesta, preguntaron si aceptarían otro campo y quisieron hacer firmar un papel confuso.
“No agarré nada, pero sé de hermanos que sí lo han hecho, los han apretado, estuvo fulero ese asunto”, explica Cual, de rostro adusto, nueve hijos y tres nietos. Y la situación empeoró cuando el gobierno provincial, a través de sus punteros locales, comenzó a presionar para que dieran la bienvenida a la minera.
El gobernador Mario Das Neves, que ya se postula a presidente para el 2011, no aceptó el llamado de este diario, pero sí se refirió a la actividad minera el 25 de junio en la Embajada de Canadá (país de origen de gran parte de las empresas que desembarcan a lo largo de la cordillera).
“Creo que el proyecto Navidad es una experiencia fantástica. Ustedes tienen que tener la tranquilidad de que en mi provincia no somos nada prejuiciosos con la actividad minera, que somos cuidadosos y que queremos, cuando alguien invierte, que tenga la tranquilidad de que no se le van a cambiar las reglas de juego”, afirmó.
Los 120 empresarios canadienses aplaudieron y sonrieron con satisfacción, según da cuenta el mismo sitio de Aquiline, que publicó una crónica del cóctel. Victorino Cual se calza la boina, mira por la venta de su casa hacia el mallín y sentencia: “Nos ha quedado poco de nuestro campo.
Aunque los políticos insistan, no podemos permitir dar permiso de que nos arruinen la tierra y el agua. No queremos plata, la plata se funde, se gasta, el campo queda y nos da vida”. Agua escasa Gan Gan significa en idioma ancestral gran comida. Cuenta la historia que la zona era paso de viajantes y carros, donde se recuperaba fuerza para llegar a la cordillera o el mar.
Muy famoso es su mallín (reservorio de agua superficial con pastos tiernos), punto de recreación y refresco durante los veranos. En enero pasado nadie pudo zambullirse, una sequía castigó la zona.
Falta de tierras y escasez de agua complican cualquier cría de animales: pocas pasturas, chivas flacas, reproducción exigua y caída de los ingresos familiares conforman una cadena. “Se nos mueren muchos animales por falta de tierras. Y con la minera será peor porque habrá menos agua”, lamenta Patricio Huichulef, de la comunidad Chacay Oeste-Laguna Fría.
Tiene 64 años, diez hijos, siempre habitó el mismo rancho, desde que nació, al igual que su padre. Habita y trabaja la misma tierra desde hace décadas, pero no posee título de propiedad. Vive de lo que produce con sus manos, padece el acoso de empresarios que quieren quedarse con sus campos. Y enfrenta una industria extractiva.
“Esta gente (los empleados de la minera) recorren los campos, no piden permiso, entran nomás y van marcando con banderas donde les interesa hacer pruebas. Eso ya está mal y nosotros no lo aprobamos.
Tampoco dimos permiso para correr el chenque (cementerio), eso no se toca, y estos señores que hablan lindo entraron y corrieron todo”, se indigna Huichulef y cuenta que le hicieron encuestas, que preguntaban si vendería el campo, que prometían trabajo, mejora de casas, comida y hasta autos. “No firmé nada y no quiero nada de ellos. Les dejé claro que no voy a dejar el lugar donde crecí.”
Las comunidades indígenas de la meseta tienen presente el accionar minero. Cerca de allí, en Gastre, funcionó Mina Angela, la mayor experiencia de minería metalífera en la provincia. Sólo quedó de ella un enorme depósito de residuos tóxicos acusado de envenenar suelo y agua con cadmio, metal pesado productor de cáncer.
En el mismo desierto patagónico, pero cruzando el límite provincial, trabajan desde hace cinco años en la puesta en funcionamiento de una mina de oro y plata a cielo abierto, con cianuro, en la localidad rionegrina de Ingeniero Jacobacci. El gobierno de Río Negro rechazó el informe de impacto ambiental de la empresa y sancionó, motivado por la movilización de las organizaciones sociales, una ley que paralizó momentáneamente la explotación del proyecto.
Pero la compañía se mantiene en el lugar, asegura que obtendrá el permiso. Se trata de la canadiense Aquiline Resources, la misma que impulsa el proyecto Navidad y que ya mostró su poder de persuasión con los gobiernos de Chubut y Río Negro: en menos de diez años logró tomar control de 500 mil hectáreas para exploración minera.