Viernes, 27 de Junio de 2008
Carlos Girón S.
No es por falta de temas y problemas que comentar y en los cuales aportar ideas, sugerencias, recomendaciones y colaboración para hallar salidas, sino por la urgencia y gravedad del caso, que insistimos en el de la minería negra, como el luto de la muerte, por el peligro inminente que representa para la vida biológica de nuestra población, su flora y su fauna y el territorio nacional, lo que constituye todo un genocidio.
¿Por qué significa amenaza real de genocidio?
No rebusquemos. Citemos solamente lo que ya ha transcrito en enero de este año el patriótico Equipo de Comunicaciones de la Mesa Nacional Frente a la Minería Metálica, que señaló en ese entonces lo siguiente: "Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la exposición a niveles altos de cianuro por períodos breves produce daños al cerebro y al corazón, estado de coma y muerte; y la exposición a niveles bajos por varios años produce dificultad para respirar, dolor de pecho, vómitos, cambios en la sangre, dolor de cabeza, agrandamiento de la glándula tiroides y otras enfermedades que conducen finalmente a la muerte".
Por tanto, agregaba por su cuenta el Equipo de Comunicaciones, las 7 mil 300 toneladas de cianuro que serían utilizadas en El Dorado y las 211 mil 700 toneladas usadas en los 29 proyectos mineros de la Zona Norte son una verdadera amenaza: la causa de un genocidio".
Esos y otros graves daños son producidos por uno solo de los venenos (cianuro) que se ocupan para procesar la extracción del oro y la plata que nos quieren saquear en gran escala la Pacific Rim y las otras empresas explotadoras. Pero no sólo es el cianuro.
También están el arsénico, el mercurio, el plomo y otros metales no menos letales con los que estarían en contacto directo no sólo los pobres mineros, cuyas vidas estarían condenadas a acabar en poco tiempo, sino la población de las localidades donde se pretenden implantar los proyectos, cuyo número de 29 es escandaloso y monstruoso.
El mismo Equipo de Comunicaciones de la Mesa Nacional se ha encargado de exponer otras advertencias emanadas de la mencionada OMS. El arsénico, para el caso, produce lesiones en la piel (ya hay víctimas presentadas en el Foro sobre la Minería realizado por la Universidad de El Salvador el 13 de junio actual); trastornos respiratorios y cáncer en la piel, gástrico, de pulmones, y otros.
El mercurio daña el sistema nervioso; el gastrointestinal y renal, además de producir temblores, pérdida del equilibrio corporal, ceguera parcial, abortos y malformaciones congénitas, es decir, niños mongoloides.
Son tantos los males que ocasionan las sustancias empleadas para la minería, que habría que grabarlos en placas de bronce y mandárselas a su casa a los dirigentes del Gobierno de la República (principalmente los diputados del anticuado Partido de Conciliación Nacional –PCN-, el destructor PDC, y al obsoleto –como le han llamado acertadamente—ARENA, que le lanzan miradas colochas a la Pacific Rim y las otras explotadoras, queriendo darles el SI para que saqueen la riqueza de los salvadoreños, arruinen el país y lo borren del mapa.
El pueblo, por supuesto, no está de brazos cruzados. Está preparado para defender la soberanía e integridad del terruño patrio, ya que sus representantes no quieren o no pueden hacerlo.
Hay peligro de levantamientos en comunidades amenazadas con los proyectos mineros.
El Gobierno será el culpable de los incidentes y enfrentamientos que puedan generarse en esos lugares por su negativa a defender sus vidas, sus bienes e intereses.
La gente del Gobierno bien sabe que la propaganda de las explotadoras mineras es falsa y engañosa dado que lo que lo que le traerían a los salvadoreños sería ruina, hambre, enfermedades y muerte, y no la abundancia que ofrecen.
El hecho de que grandes países hayan aceptado la minería peligrosa no obliga al nuestro a que caiga en la trampa.
El territorio nacional es diminuto y la peste minera acabaría rápido con todo. Por el hecho de que la dirijan, no quiere decir que la República es propiedad de quienes ahora la gobiernan para que dispongan de ella a su antojo y la entreguen a cualesquiera mercaderes extranjeros, en nauseabundo maridaje con grandes empresas locales.
El dedo acusador de la historia pende sobre la cabeza de todos los que no saben estar a la altura de sus deberes morales y éticos defendiendo la soberanía e integridad del territorio, y la vida y seguridad de sus habitantes. Esto simplemente es violatorio de la Constitución Política.