Me confieso que soy antiminería desde los siete años. Mi mamá venía de San Félix, Chiriquí, que era el punto de entrada hacia el proyecto de Cerro Colorado. Ella se encargó de explicarme todos los impactos y daños que podía causar la minería a su pueblo y a su querido río San Félix. Mi madre redactó poemas y fábulas infantiles sobre su querido río San Félix, al que ella acudía de niña a buscar agua y a llevar a los caballos a beber.
El científico de la familia era mi papá. Un ingeniero civil libre pensador, que de vez en cuando lanzaba alguna arenga anticlerical, que delataba su formación en el Instituto Nacional y el Colegio Artes y Oficios. Mi papá no era cualquier ingeniero, dotado de una maestría en ingeniería, había construido hidroeléctricas en Panamá y colaborado en varios otros proyectos internacionalmente. Ah, se me olvidaba, él también había estudiado sobre minería en la escuela de minas de Colorado, Estados Unidos.