Como tantas actividades irremediablemente «sucias», la minería suele ser resistida por los pobladores de las zonas afectadas aun cuando sus propios ingresos dependan de ella.
Y el último y más contundente ejemplo de esta dicotomía se ha manifestado en Jáchal, San Juan, tras el derrame de más de un millón de litros de agua con cianuro.
En este contexto, los convencidos de que al país le convendría impulsar la minería por tratarse de una fuente de ingresos casi inagotable, acaban de sufrir un nuevo y muy duro revés debido a la desaprensión de una de las más importantes empresas mineras del mundo, la Barrick Gold, cuya sede está en Canadá.
Los voceros de la empresa salieron a decir que el derrame no plantea riesgos para la salud de los sanjuaninos, pero, desde luego, estos no confían en sus palabras por tratarse de cianuro, una sustancia que tiene una reputación siniestra.