ARGENPRESS
Por: Miguel A. Semán (APE)
08/08/2008
Para qué sirve esta comida de hoy si mañana extrañaremos el hambre, se pregunta Antonia, una mujer de La Oroya, mientras sus hijos juegan en medio de una nube de polvo envenenado. La tierra, en ese pedazo de planeta, se ve cada vez más desnutrida y sucia, y el cielo, para acompañarla, corre lento y de color ceniza.
Los obreros de la Doe Run Co. en Perú saben que la gran chimenea de la fábrica ensucia el aire, ahoga los pastos y enferma el suelo. Saben que el viento, cuando sopla, deja semillas de plomo en los pulmones y acaba provocando fisuras irreversibles en el cuerpo y el alma. Sigue leyendo