Por Mauricio San Cristóbal
La primera ojeada a la pingüinera del seno Otway insinúa que estamos parados en la Luna, flanqueados por muchos cráteres que marcan los nidos de esta ave marina. Alrededor hay millares de bulliciosos pingüinos, a razón de casi un nido por metro cuadrado. Cada mañana y cada atardecer brotan de éstas «casas» subterráneas sorprendentes multitudes de pingüinos de Magallanes (Spheniscus magellanicus), avanzando como en peregrinación hacia el mar o regresando de allí con la pesca de anchovetas para compartir con sus crías.
Según los naturalistas, no hay otras aves de comportamiento más aparentemente humano en nuestro planeta que el pingüino. La ternura y emoción no faltan en los documentales, que relatan cómo estas aves pacíficas se consagran al cuidado de sus polluelos. Todo esto produce un efecto que hace difícil pensar que podrían estar amenazadas, pero la realidad es otra: Copec, del Grupo Angelini, y Ultraterra, del Grupo Von Appen, quieren extraer 72 millones de toneladas de carbón durante 12 años desde la isla Riesco, aledaña al seno Otway.
La «Mina Invierno» está enclavada dentro del predio de la Estancia Invierno y en ella pretenden arrancar a tajo abierto ―como en la mina de Chuquicamata― carbón de baja ley para abastecer a las termoeléctricas «existentes o que serán construidas en Chile, o bien ser exportado a mercados internacionales», tal como señala la empresa Minera Isla Riesco, ligada a los grupos ya mencionados, en el Estudio de Impacto Ambiental (EIA) que está en proceso de calificación en la CONAMA magallánica.
Los barcos llegarán para cargar el mineral a la cuarta isla más grande de Chile surcando el seno Otway. Este gran cuerpo de agua es un mar interior con características especiales: es una bahía de transición con índices bajos de salinidad, lo que le proporciona rasgos excepcionales a su rica biodiversidad. Allí se concentra una gran cantidad de mamíferos marinos como las orcas, la ballena jorobada (canal Jerónimo) y cuatro especies de delfines: el austral, el chileno, nariz de botella y la tunina overa. Además anidan innumerables aves, junto a los pingüinos magallánicos, como albatros de ceja negra, petrel gigante, gaviotín sudamericano y salteadores.
10.844 PINGÜINOS SIMPÁTICOS
La pingüinera del mar de Otway es un clásico del turismo en Magallanes, por lo que hay estudios relacionados con la actividad económica. Un monitoreo de la población del pingüino de Magallanes realizado en el lugar entre 2006 y 2007, por la ingeniera agropecuaria Laura Téllez, estimó que la colonia posee una población «de 10.844 individuos, de los cuales 4.714, adultos y polluelos, se ubican en la zona con visitantes (turistas) y 3.032, adultos y polluelos, en la zona sin visitantes». Los restantes 3.098, los clasifica en juveniles y subadultos. En general las investigaciones en la zona indican que el turismo no afecta a la reproducción de la especie, ni que provoque diferencias de fecundidad entre colonias no visitadas y turísticas.
Al recorrer la pingüinera, el estruendo de los graznidos es ensordecedor. Su «grito» parece un rebuzno, que repiten constantemente con las alas y figura echadas hacia atrás. Son aves marinas accesibles. Te puedes acercar lentamente hasta un metro de ellas y permanecer allí, mientras las observas en su ambiente natural. Sin embargo, das un paso más allá y vociferando mueven su cabeza estrambóticamente como diciendo «intruso». Si no haces caso de la alerta puedes recibir un picotazo, porque para los pingüinos las disputas territoriales no forman parte de un juego.
EL SENO CARBONIZADO
Los pingüinos andan entre la gente como si nada y se meten como peces en las aguas del seno Otway, mar que se encuentra inserto en la comuna de Río Verde. Vislumbrando las posibles implicancias ambientales del proyecto minero, los residentes de la isla constituyeron la Organización Comunitaria por el Desarrollo Sustentable de Río Verde (OCDS), con el fin de resguardar la biodiversidad del territorio. Por ello, encargaron una investigación al Centro de Estudios Ambientales (CEAM) de la Universidad Austral de Chile, con el objetivo de analizar el EIA presentado por la empresa a principios de 2010.
El ingeniero forestal, Luis Otero, coordinó la investigación que desarrolló un equipo multidisciplinario del CEAM, quienes entre otros resultados, determinaron que el mar de Otway posee una tasa baja de recambio de agua, por lo que es extremadamente vulnerable a agentes contaminantes. Esto, porque hay que considerar que la mina a tajo abierto se localiza en la ribera del seno y porque el tipo de carbón es altamente fragmentable, lo que en suma generará una gran cantidad de partículas contaminantes (carboncillo y otros) de pequeño tamaño, cuyos trozos quedarán en suspensión y serán fácilmente trasladados por el viento.
Otero, que en abril visitó la zona, explica el derrotero del carbón arrancado: «Por la localización de la mina y los vientos predominantes (oeste, noroeste, suroeste) las partículas se depositarán en el seno Otway concentrándose, por el viento y las mareas, en la zona este», lugar en que está situado el centro de nidificación del pingüino de Magallanes.
Además, el científico destaca que el proyecto minero no considera el impacto en el borde costero: «El seno Otway en un radio de 1 o 2 kms. va a quedar muy contaminado. Toda la fauna submarina como la superficial va a cambiar drásticamente por estas aguas (ácidas) que bajarán de la mina. Se van a intoxicar». Sin embargo, la empresa de Von Appen y Angelini hace oídos sordos ante las críticas al proyecto argumentando que el seno Otway no es la zona de impacto directo, por lo que sólo se «preocupan» de lo que sucederá en el rajo de la mina que cubre 500 hectáreas y 180 metros de profundidad.
EL CARBÓN MATA
En el seno se ve nadar a los pingüinos dando saltos sobre las aguas, como los delfines, para respirar. Son muy ágiles, a diferencia que en tierra. Suelen ir en grupos para cazar y nadan hasta los 20 kilómetros y más por hora, alcanzando los 80 metros de profundidad. Su cuerpo es un auténtico traje hidrodinámico y sus alas funcionan como aletas. Además su cuerpo está cubierto por una capa de aceite producida por una glándula ubicada en la parte trasera para mantener el calor en las frías aguas patagónicas. Sobre este punto está su vulnerabilidad. Según los científicos las partículas de carbón, también el aceite y otros combustibles, pueden causar la muerte de esta especie, ya que la presencia del mineral en su cuerpo ocasiona que las plumas pierdan su función térmica y eso obliga al animal a buscar refugio y calor en la playa, donde muere de inanición. Antecedente que se usó para defender a los primos del Magallánico, el pingüino de Humboldt, de la termoeléctrica Barrancones, proyecto que a la postre fue rechazado ante la potente participación ciudadana que no claudicó en proteger Punta de Choros.
SOLUCIONES
En la Patagonia chilena existen restos fósiles que certifican la presencia de pingüinos hace ya 35 millones de años. Este antecedente se suma a la larga lista de emotivos datos que construye la imagen de nuestros pequeños anfitriones. Pero necesitan una solución urgente a su situación en el seno Otway. Una opción podría ser declarar la pingüinera Santuario de la Naturaleza, solicitud puede ser tramitada en Bienes Nacionales o el municipio local. Lo mismo para el seno Otway.
Otro camino sería que la mina se explote de forma subterránea, con el fin de disminuir los impactos directos e indirectos. Sin embargo, los grupos económicos ni siquiera nombran a la pingüinera en el EIA. ¿Vacíos de la institucionalidad ambiental? ¿Abuso de poder? ¿Dominación?
Más allá de los supuestos, los ciudadanos que quieren proteger la fauna, la vegetación y las actividades productivas tradicionales de la isla Riesco y el seno Otway, han constituido el Frente de Defensa Ecológico Austral. Esta organización está reuniendo firmas para resguardar los derechos del pingüino de Magallanes y de la ballena Jorobada del seno Otway frente a la embestida de un proyecto que no genera certeza de sus eventuales impactos ambientales y sociales.